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Guía psicológica para padres y madres de ajedrecistas

Guía psicológica para padres y madres de ajedrecistas
Federico Marín Bellón el

Tener un hijo ajedrecista suele ser una bendición. Desarrollará grandes cualidades (hemos hablado por aquí de todo lo bueno que le sucederá a su cerebro), pero si empieza a competir, sobre todo, surgirán situaciones en las que los padres se sentirán perdidos. Los psicólogos María Rodrigo y Carlos Martínez han escrito un excelente manual, en colaboración con la Federación Española de Ajedrez, para ayudar a gestionar esos momentos en los que el amor no solo no es suficiente, sino que incluso puede llegar a ser contraproducente. Un error tan típico como bienintencionado, por ejemplo, es decir el habitual «No pasa nada» para capear alguna derrota.

La «Guía para padres y madres de ajedrecistas» se puede descargar en este enlace.

Los padres de niños deportistas, no solo ajedrecistas, encontrarán en este documento una ayuda muy valiosa, que aborda en primer lugar el espinoso asunto de cómo comportarse después de perder una partida. También tras lograr una victoria, que parece más fácil de llevar pero también resulta delicado. De entrada, Rodrigo y Martínez recomiendan dejar todos los aspectos técnicos en manos del entrenador. «Es vital que padres y entrenadores vayamos en la misma dirección y no emitamos mensajes que pueden ser contradictorios», afirman los autores. Parece sencillo, pero incluso el cine ha tratado las tensiones que se pueden producir en este terreno, como pudimos ver en la excelente película «En busca de Bobby Fischer».

Joe Mantegna y el pequeño Max Pomeranc, en una imagen de «En busca de Bobby Fischer»

¿Por qué no es bueno decir «No pasa nada»? Demos la palabra a los especialistas:

«Tu hijo está afectado por el resultado de la partida, ya que para él/ella no es solo un número (1, 1⁄2, 0) es mucho más, es el esfuerzo que se esconde detrás, horas de entrenamiento, ilusiones, etc. Si el mensaje que recibe cuando termina la partida es “no pasa nada” no se sentirá nada comprendido. Es por eso que decir “Entiendo que te sientas muy molesto, es totalmente normal, vamos a despejarnos un poco y si quieres me cuentas cómo te sientes” hará que el niño se sienta entendido ante ese sentimiento de frustración».

Entonces, ¿qué debemos hacer?

«Apoyar a nuestro hijo: ofrecerle un tiempo para que pueda volver a la calma y, posteriormente, hablar de su experiencia o de otros temas ajenos al ajedrez». Entre otras cosas, es fundamental que los chavales no sientan que defraudan a sus padres. Por eso, su comportamiento debe ser igual después de la partida, independientemente del resultado.

Carlos y María (si me permiten que los tutee) recomiendan incluso una serie de preguntas en esos momentos clave. Me gusta especialmente una de ellas:

«¿Has disfrutado jugando?»

Después de este capítulo, los psicólogos pasan a tratar el «problema» del Elo, el sistema de puntuación que utilizan todas las federaciones del mundo clasificar a los jugadores. El primer paso que deben dar los padres es entender la complejidad de este número de cuatro cifras. El segundo es hablar de él lo menos posible y, ante cualquier duda, preguntar al entrenador.

Los sistemas de entrenamiento son otro de los asuntos tratados en la guía. Aquí se dan varios consejos, pero destaco este, porque si fuera una norma «de la vida» el mundo sería mucho mejor:

«Hay que obligar, por normal general, a que los pequeños analicen sus partidas, tanto si ganan como si pierden, con su rival. De esta forma estamos trabajando (aparte del enorme aprendizaje ajedrecístico que conlleva comentar la partida con el adversario) la forma de enfrentarse a la derrota y la responsabilidad de perder “han sido ellos los que han perdido la partida, es culpa suya y de nadie más”».

María Rodrigo, en el estudio de Chess24

La comunicación entre padres y entrenadores ocupa el siguiente apartado. Ambos deben delimitar perfectamente sus papeles. Por supuesto, los padres no deben entrometerse en los aspectos técnicos, como hacía Rustam Kamsky cuando pretendía decirle a los entrenadores qué aperturas debía preparar su hijo, el antiguo niño prodigio Gata Kamsky. El caso resultaría cómico si no escondiera una gran tragedia. El chico llegó a ser finalista del Mundial de la FIDE, luego se retiró durante varios años y todavía es un fortísimo gran maestro. Parece que ya ha conseguido desvincularse un poco de su violento progenitor.

Después, la «Guía para padres y madres de ajedrecistas» regresa a la relación entre padres e hijos, con una idea como eje central:

«Algunas personas cercanas al entorno entrarán y saldrán de su vida ajedrecística pero vosotros seréis sus padres durante toda su vida».

El documento cita un manual anterior, «Entrenando a padres y madres: claves para una gestión eficaz de la relación con los padres y madres de jóvenes ajedrecistas», publicada por el Gobierno de Aragón en 2003. En aquel texto se daban una serie de pautas para potenciar y desarrollar la autoconfianza de los jóvenes jugadores. Destaco unas pocas:

–Escuchar a los hijos con atención e interés cuando cuenten algo sobre el deporte que practica.

—Preguntar al hijo para favorecer su reflexión, a fin de que saque conclusiones y tome decisiones, en lugar de darle recetas.

—No exigirle resultados deportivos.

—Mostrarle comprensión y apoyo cuando pase por un mal momento. Escucharle y comprenderle es mucho más útil que opinar sobre lo que te cuenta o lo que ha ocurrido.

—Evitar recriminar, compadecer o proteger en exceso al hijo.

Carlos Martínez

La guía se detiene también en los momentos fundamentales para el joven competidor: los días y momentos previos y posteriores al torneo. Termina recomendando a los padres que piensen en estas dos preguntas:

–¿Cómo te gustaría que se comportara tu hijo después de cada momento?

—¿Cómo puedes ser el mejor ejemplo para tu hijo?

Los siguientes capítulos están dedicados a la motivación y la confianza, donde también se aborda el problema de la falsa confianza. En general, son aspectos en los que el entrenador debe tener un papel más activo, pero los padres también tienen una misión:

«No presionar a los hijos con la exigencia de resultados».

La guía aporta además una serie de consejos para el momento de la verdad, cuando llega un torneo importante. Hay muchos factores, como el clima familiar, los horarios, las «desconexiones» del ajedrez y otros, en los que los padres pueden ayudar.

Y para terminar, María Rodrigo y Carlos Martínez aportan un esclarecedor apartado de preguntas y respuestas. En ellas se tratan incluso las posibles causas de una derrota. Es importante saber si el chaval tenía ventaja y la perdió por una mala jugada, si el rival era a priori inferior… Del mismo modo, cambian mucho las circunstancias si el torneo es de un día o de varios. En resumen, hay cuestiones que todo padre de ajedrecista se ha planteado alguna vez:

«¿Les estamos sometiendo a una excesiva presión?»

«¿Cuántas horas de ajedrez a la semana debe practicar un niño?»

¿Es normal que un niño cuando pierde una partida llore?»

Las respuestas se hallan en esta guía más que recomendable, un paso más en la carrera de dos grandes profesionales.

La imagen que encabeza este texto es de Michel Hanke, de quien pueden verse más fotografías en esta entrada

 

 

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