Para muchos será un premio, más que un castigo. En todo caso, es probable que la iniciativa del doctor Lance Grigg para corregir algunos comportamientos sea más eficaz que cualquier otra medida coercitiva. El profesor de Educación de la Universidad de Lethbridge lidera el programa Chess for Life, en el que se utiliza el ajedrez para enseñar sobre el tablero algunas normas a quienes en algún momento se creyeron por encima de ellas.
«El ajedrez es un deporte, una forma de arte y un juego. Tiene unas reglas claras, unos principios que seguir –y en ocasiones, romper–, y cada acción tiene sus consecuencias, algunas positivas y otras negativas», explica Grigg. «El ajedrez tiene características clave que pueden ayudar a los individuos cómo adoptar mejores decisiones y pensar con más cuidado sobre las consecuencias de nuestros actos antes de cometerlos», añade el investigador. Al doctor se le iluminó la bombilla cuando leyó que el juez Derek Redman había sentenciado a un joven a practicar baloncesto cinco horas a la semana. Se puso en contacto con él y discutieron la posibilidad de utilizar el ajedrez dentro del sistema de justicia criminal. Al magistrado le gustó la idea y el programa Chess for Life comenzó a modo de prueba, en enero de 2018, con la ayuda del Ministerio de Justicia. No es raro ver en las clases a agentes de libertad condicional y padres de los condenados.
Hace unos días, recibieron cerca de 8.000 euros de donación del grupo 100 Women Who Care, entusiasmadas con los resultados del experimento. En el equipo de Chess for Life también figuran los doctores Monique Sedgwick y Jeffrey MacCormack, y los estudiantes de postgrado Josh Markle y Riley Kostek. Cada viernes por la tarde, un grupo de jóvenes de entre 12 y 18 años acuden a la Universidad y juegan al ajedrez durante dos horas. El éxito del programa ha logrado su expansión a otras ciudades, como Houston, más allá de las fronteras de Canadá.
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