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Ucrania y China

Ucrania y China
Xi (i), Zelensky (d)
Jorge Cachinero el

El 30 de marzo de 2022, el consejero de Estado y ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular de China, Wang Yi, se reunió, en Tunxi, provincia de Anhui, China, con el ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, Sergey Lavrov, quien había viajado a China para asistir a la tercera reunión de ministros de Asuntos Exteriores de los países vecinos de Afganistán con el propósito de revisar el estado de la situación en aquel país centro asiático.

Durante la rueda de prensa que se celebró posteriormente a ese encuentro, el portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino, Wang Wenbin, afirmó, de forma reiterada, que “la alianza (entre China y Rusia) no tiene límites”.

Wang Wenbin

Algunos analistas suelen vincular las relaciones tan cercanas que, en la actualidad, disfrutan China y Rusia -países que comparten más de 4.200 kilómetros de frontera-, a la magnífica sintonía personal que han establecido entre ellos sus dos dirigentes respectivos, Xi Jinping y Vladimir Putin, quienes, no en balde, desde que ambos están al frente de sus países, se han reunido en 38 ocasiones en formato de cumbres bilaterales.

Putin (c) ofrece a Xi (d) una tarta por su 66 cumpleaños, Dushanbe, Tajikistán 15 de Junio 15 de 2019

Siendo cierto lo anterior, ésta no es más que una visión reducida de las razones que explican la “asociación estratégica” que China y Rusia han alcanzado en los últimos años, dado que la confluencia de intereses entre estos dos países es anterior a la llegada de Xi al liderazgo máximo de China en 2012.

De hecho, el proceso de mejora de las relaciones entre China y Rusia, que no siempre fueron fáciles, durante el siglo XX, cumple ya tres décadas y es independiente de las personalidades de Putin y de Xi y la afinidad personal que se ha establecido entre ambos.

Desde el comienzo del siglo presente, chinos y rusos han encontrado que existen numerosas áreas estratégicas de interés compartido y, por lo tanto, de cooperación potencial, como son las nuevas tecnologías -al compartir desarrollos y aplicaciones-, la seguridad y la defensa -a través del desarrollo de maniobras militares y entrenamiento conjuntos, de la formación de los líderes militares chinos en las escuelas de guerra rusas o del suministro, mutuo, de sistemas y de armas- o la energía -mediante la firma, por ejemplo, de un contrato de suministro de gas ruso a China durante los próximos 30 años-.

Maniobras militares Vostok entre China y Rusia

No obstante, a pesar de la importancia de esta colaboración creciente en diversos campos, la razón más poderosa que ha estrechado las relaciones entre Rusia y China, hasta el extremo de considerarse socios estratégicos, es haber comprobado que comparten una misma visión sobre el mundo por venir.

Desde hace diez años, tanto en Rusia como en China ha cristalizado la percepción de que Estados Unidos (EE. UU.) se ha convertido en un enemigo común de ellas, ya que las dos están persuadidas de que el objetivo estadounidense es impedir el ascenso, como potencias regionales o mundiales, de ambas.

A través de ese prisma es cómo se han interpretado en Moscú, por una parte, la extensión de la huella de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este de Europa, es decir, hasta la frontera occidental de Rusia, y en Pekín, por otra parte, el interés creciente de la OTAN por convertirse en el cimiento de la futura arquitectura de seguridad en Asia.

En suma, desde el punto de vista de la geoestrategia, estos dos movimientos son percibidos como parte de la misma amenaza para Rusia y para China.

Este es el contexto en el que hay abordar la reacción de China al comienzo del enfrentamiento entre EE. UU., a través de su apoderado local en Ucrania, y la Federación Rusa.

Desde el 24 de febrero de 2022, fecha del comienzo de la operación militar en curso, China, formalmente, ha expresado su neutralidad y ha reiterado algunos de los fundamentos básicos de su política exterior como son el respeto a la integridad territorial de las naciones -algo, por razones de interés propio, muy querido por China- y a la soberanía de los Estados.

Dicho lo cual, no debe olvidarse que la última cumbre, cara a cara, entre Xi y Putin se celebró en Pekín, coincidiendo con la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno 2022, después de la cual China hizo una declaración conjunta con Rusia en la que, entre otros asuntos, China mostraba su apoyo a las reclamaciones que Rusia había realizado, en diciembre de 2021, a EE. UU. y a la OTAN sobre determinadas garantías de seguridad que exigía para limitar la extensión de la presencia de la organización militar a lo largo de la frontera rusa y en otros países cercanos a ella.

Ese nuevo encuentro, dentro de la serie de los ya realizados, anteriormente, entre Xi y Putin, tuvo lugar veinte días antes del comienzo de la operación militar de Rusia en Ucrania.

A pesar de la opinión de algunos analistas de que Xi desconocía los planes rusos y que, por lo tanto, fue sorprendido por ellos, es difícil imaginar que Putin no hubiera anticipado a su socio estratégico, sin que, necesariamente, hubiera compartido con él todos los detalles del plan de campaña del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, sus intenciones.

La realidad es que China se ha negado a condenar la operación militar de Rusia o a sumarse a las sanciones impuestas a Rusia desde EE. UU. y desde la Unión Europea (UE) y rechazó la propuesta de resolución mediante la cual la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha suspendido la pertenencia de Rusia al comité de derechos humanos de esta organización.

Es plausible asumir que Xi desee tener un año tranquilo para llegar al 20º congreso nacional del Partido Comunista chino, a celebrar en la segunda mitad de 2022, en el que espera ser confirmado para un tercer mandato al frente del poder en China.

Sin embargo, la reacción de China ante el enfrentamiento entre EE. UU. y Rusia en Ucrania no es la que los estadounidenses esperaban y parece que China, por cálculos propios, parece haber dejado pasar la oportunidad de mediar entre las partes en conflicto en Ucrania para, como mínimo, alcanzar un alto el fuego o, más allá, para facilitar las negociaciones, en marcha, para conseguir un acuerdo al problema.

Para agravar, aún más, el malestar estadounidense con China, el embajador chino en Washington, D.C., Qin Gang, en una entrevista -más valdría calificarla de acoso televisivo, ya que la periodista le interrumpió, reiteradamente, para que Qin no pudiera explicarse con normalidad-, en el programa “Face the Nation”, de la cadena de televisión CBS, el pasado 20 de marzo de 2022, afirmó que su país estaba proveyendo de asistencia humanitaria a la zona, aunque, en ningún momento rechazó, abiertamente, la posibilidad de que China pudiera facilitar, en el futuro, ayuda militar a Rusia.

Qin Gang, en Face the Nation, CBS, 20 de marzo de 2022

No debería descartarse, tampoco, que China estuviera asistiendo a Rusia, discretamente, mediante la adquisición de dólares estadounidenses fuera de su país –offshore markets, en inglés- para evitar los obstáculos que EE. UU. le está poniendo a Rusia, a través del embargo de sus activos en dólares en EE. UU., en posesión de la banca JP Morgan, y permitir a Rusia hacer frente, así, a sus obligaciones financieras con los poseedores de bonos de una deuda rusa, que representa, en el caso de la pública, un 15% de su Producto Interior Bruto (PIB), y, en el de la total, un 84% del PIB, de la que el 81% es deuda privada, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Así, China podría estar auxiliando a Rusia para que ésta evite, como, de forma desesperada, busca EE. UU., la declaración formal de impago –default, en inglés-, algo que sería injustificado, a la vista de que las reservas de divisas y de oro de Rusia ascendían a 604.000 millones de dólares, el 25 de marzo de 2022, y que Rusia está a la espera de ingresar, durante 2022, gracias a las exportaciones de uno de sus grandes activos, la energía, otros 321.000 millones de dólares, según Bloomberg Economics.

Es pronto para evaluar la influencia que el conflicto entre EE. UU. y Rusia en Ucrania tendrá para la política exterior de China.

China aspira a reiniciar el orden mundial, como lo conocemos ahora, y quiere actuar como líder en ese proceso de su modificación, sin por ello hacer saltar por los aires, al mismo tiempo, un sistema en el que China está muy interesado, por razones económicas, especialmente, en Europa y en EE. UU.

Este esfuerzo exige un pulso firme, de diplomacia coercitiva, cabría decir, por un lado, y equilibrado y cuidadoso, de interlocución económica, por intereses obvios, por otro lado, a la vez.

Por lo pronto, China está reforzando sus relaciones en el continente asiático, especialmente, con India -a quien EE. UU. amenaza con sanciones económicas por no haberse comportado como los estadounidenses esperaban y por comprar material bélico ruso, en concreto, los sistemas de defensa antiaérea rusos, S-400-, con Pakistán, con Corea del Norte o con Camboya.

Sirva, como muestra de esto, el acuerdo marco de cooperación bilateral en materia de seguridad firmado, el pasado 30 de marzo de 2022, entre los gobiernos de China y de las Islas Salomón, en la Melanesia oceánica, situadas a casi tan sólo, dadas las distancias en la zona del Asia-Pacífico, 3.300 kilómetros de la costa de Australia.

Manele (i) y Wang (d), 21 de septiembre de 2019, en Beijín

Los acontecimientos que ha provocado EE. UU. en Ucrania, en Europa y en el mundo anticipan cambios sustanciales en la estructura futura de las relaciones entre EE. UU., Rusia y China.

Estamos, todavía, en los primeros minutos del primer cuarto del partido mediante el cual se redefinirá el orden mundial presente.

 

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