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Seguridad en los Mares de China

Seguridad en los Mares de China
Jorge Cachinero el

Todos los asuntos de defensa y de seguridad en Asia Oriental tienen un componente marítimo ya sean:

  • los estrechos de Taiwán,
  • los submarinos nucleares de los que Australia quiere dotarse,
  • la alianza AUKUS, es decir, entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos (EE. UU.), con cuyas iniciales, en inglés, se compuso este acrónimo,
  • los puntos de estrangulamiento de las rutas marítimas,
  • las disputas sobre islas o sobre territorios,
  • la piratería pesquera o
  • el tráfico de drogas o de seres humanos.

El mar siempre es el protagonista en Asia Oriental.

De hecho, cualquier estrategia militar y de defensa en el Asia Oriental ha de estar construida en torno a una visión de Asia como un continente entre dos océanos, el Pacífico y el Índico.

Asimismo, toda política de defensa en Asia Oriental debe prestar una atención especial a la importancia crítica de las líneas de navegación y de comunicación marítimas desde el Próximo Oriente, a través del Océano Índico, cruzando el estrecho de Malaca, hasta los mares del sur de China, el Océano Pacífico y los mercados emergentes asiáticos de la energía.

En consecuencia, los países asiáticos han priorizado el refuerzo de sus Armadas frente al de sus Ejércitos y han invertido en la defensa de sus costas y en aquellos sistemas que les permitan denegar el acceso aéreo a sus territorios y a sus zonas de influencia en el continente de sus enemigos potenciales.

Por lo tanto, la geografía -que, en Asia Oriental, es el dominio marítimo mundial por excelencia- es crítica, inmensa y compleja:

  • Es razonable asumir que cualquier conflicto militar en esa región tendrá lugar, al menos, inicialmente, en el mar.
  • La llamada 1ª cadena de islas, que va desde Japón, al norte, a través de Filipinas, hasta Papúa Nueva Guinea, al sur, es decisiva y, dentro de ella, Taiwán, al menos desde una perspectiva china, es fundamental para su defensa y para su seguridad.
  • La llamada 2ª cadena de islas, no tan definida como la anterior, juega un papel secundario, pero, importante, en las ambiciones estratégicas que se proyectan en la región.
  • De ahí que, en el caso de China, por ejemplo, el núcleo de su estrategia sea “la denegación de acceso, más que el control, de los mares y que, por ello, su objetivo sea, en previsión de conflictos futuros, mantener a EE. UU. -sus buques y sus misiles- lo más alejado posible de sus costas.

Los números de la pugna estratégica entre EE. UU. y China en los mares de Asia Oriental son llamativos:

  • En 1945, EE. UU. contaba con una Armada de 6.000 buques, mientras que, en 2022, esta cifra es de 290.
  • En 2022, la Armada de China es superior significativamente a la estadounidense, aunque, todavía, no lo es, probablemente, ni en calidad, ni en experiencia.
  • Sólo en 2019, China encargó la construcción de más buques para su Armada que el total de las naves con las que cuenta la Armada de Canadá.
  • China cuenta con una flota comercial de 5.300 barcos, para la que dispone del apoyo necesario de toda una capacidad industrial manufacturera y de mantenimiento.
  • En el registro estadounidense, para esta misma actividad civil, aparecen 100 buques.
  • La conclusión podría ser que la Armada estadounidense está siendo eclipsada por la china.
  • Por ello, EE. UU. se encuentra, en la actualidad, en medio de un debate sobre si debe dotarse de más barcos, de más aviones o de más portaaviones, en un momento en el que no tiene una industria naval manufacturera competitiva, ni en astilleros, ni en mano de obra cualificada.

Dada la inmensidad de los Mares de China, si estallara una guerra entre China y EE. UU., el comportamiento de los aliados de EE. UU. sería crítico:

  • ¿Qué ocurriría con la logística estadounidense y cómo abastecería EE. UU. a sus fuerzas en combate?
  • ¿Estarían dispuestas Japón, Corea del Sur o Australia a enfrentarse militarmente o a sancionar económicamente a China con todas sus consecuencias?
  • El precedente de lo que está ocurriendo con Europa, por haberse dejado ésta arrastrar a la provocación estadounidense contra Rusia en Ucrania, no augura respuestas favorables para EE. UU. de sus aliados en Asia.

En su duelo con China, las fuerzas de EE. UU. necesitan estar desplegadas lo más cerca posible de la costa del continente asiático.

De ahí, la presencia militar estadounidense en Japón, en Corea del Sur o en Filipinas.

Ese fue uno de los aprendizajes que EE. UU. extrajo de su participación en el Océano Pacífico durante la II Guerra Mundial.

Si los activos militares estadounidenses no se encuentran lo suficientemente cerca de las costas y de las playas asiáticas, no podrá participar en un conflicto bélico en esa región con garantías de éxito.

Con todo y con ello, EE. UU. tiene que, además, responder, en otras muchas cuestiones, a los dilemas de cómo va a facilitar protección a su isla de Guam frente a los misiles chinos o cómo va a reabastecer a su Armada, una vez que se despliegue masivamente en la zona.

La realidad es que, en caso de un conflicto militar en torno a Taiwán, EE. UU. deberá desplazar sus activos navales desde California o desde Hawái hacia la costa de China, que se encuentra a 11.000 kilómetros o a más de 8.000 kilómetros de distancia, respectivamente.

La China continental, en cambio, está a 130 kilómetros de Taiwán, en su punto más cercano.

Distancia entre China y Taiwán.

Xi Jinping tiene la ambición de unirse a Mao Zedong y a Deng Xiaoping en el recuerdo y en el imaginario colectivo de los chinos y, para ello, la reincorporación de Taiwán a la soberanía china tiene una resonancia y una importancia capitales.

 

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