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Blogs El blog de Jorge Cachinero por Jorge Cachinero

¿Puede Turquía comportarse como una potencia media?

Jorge Cachineroel

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 27 de enero de 2025, p. 33.

El fin de la Guerra Fría y el retroceso de Estados Unidos (EE. UU.) y sus aliados como poder hegemónico en el mundo están permitiendo que algunos países actúen más asertivamente en determinadas regiones y traten de obtener réditos en torno a estos comportamientos.

Este vacío creó en Oriente Próximo el espacio para que Turquía o Arabia Saudí muestren más autonomía de la que habían ejercido en la formulación de sus políticas exteriores respectivas.

Turquía está siguiendo un curso propio para proyectar su influencia como potencia regional media, con ambiciones más amplias, aunque no globales, como a Ankara le gustaría aspirar.

Los ejes estratégicos que facilitan el desempeño de Turquía como potencia media son varios.

La política exterior de Turquía está anclada en su emplazamiento geográfico, siempre temerosa de ser rodeada por grandes potencias, como sucedió en el pasado, y necesitada de controlar los estrechos entre los mares Egeo y Negro.

Estrechos turcos.

Turquía intenta mantener un equilibrio entre sus vinculaciones con EE. UU. y con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de la que es su segundo Ejército más numeroso, por un lado, y con Rusia, por otro, de forma simultánea.

Turquía usa su localización de pivote para actuar como un socio de la OTAN, aunque le guste presentarse ante el mundo con un perfil más autónomo de ésta del que realmente tiene.

A la vez, Turquía se aprovecha de su ubicación para proyectarse como un país que cuenta con una política exterior muy independiente en el Oriente Próximo, en el Mar Negro, en el Cáucaso o en los Balcanes.

Turquía cree que la capitalización de su geografía le obliga a ser flexible en el despliegue de su política exterior, mientras que otras naciones le acusan de una actitud mercenaria.

La relación de Turquía con EE. UU. es de amor-odio, en la que prima lo transaccional.

El presidente Erdogan llegó a un acuerdo con el presidente Putin para comprarle sistemas rusos de defensa antiaérea y antimisiles S-400 en 2017.

EE. UU. se lo hizo pagar dos años después al excluir a Turquía del programa de aviones de combate estadounidenses F-35.

S-400, Plaza Roja, Moscú, Rusia.

Si EE. UU. acogía en Pensilvania a Fethullah Gülen, hoy fallecido, a quien Erdogan acusaba de ser el líder del golpe de Estado intentado contra él en 2016, Turquía usó la protección que el gobierno de Suecia presta a líderes kurdos en su país para dificultar su entrada en la OTAN.

Turquía aceptó que nunca será miembro de la Unión Europea (UE), a pesar de la ofensa que ha supuesto esta espera interminable y sin resolución favorable para los turcos.

Ankara ha aprovechado, empero, una unión aduanera entre ambas partes para que se acaben convirtiendo en socios comerciales de primer nivel.

Rusia ha sido un enemigo histórico de Turquía desde los tiempos imperiales de ambas naciones, aunque han llegado a crear una conexión de gran cercanía gracias a la relación entre Erdogan y Putin entre otras razones.

No obstante, estos lazos están estresados desde el comienzo de la Operación Militar Especial (OME) rusa en Ucrania y por el comportamiento de Turquía en Siria.

Ankara fue proveedor de vehículos aéreos no tripulados (VANT) para Kiev al inicio de dicha OME, aplicó parte de las sanciones económicas occidentales contra Rusia y contra su sistema bancario y la interlocución entre los presidentes turco y ruso está deteriorada.

Sin embargo, Turquía solicitó su ingreso en BRICS (Brasil, Rusia, China, India, Sudáfrica) con la intención de reforzar su influencia mundial y de forjar lazos nuevos más allá de sus aliados occidentales tradicionales, aunque se ha arrepentido de haber dado ese paso.

Turquía se entendía con Israel hasta que se produjo el ataque de Hamás y que Erdogan declarara que llegó la hora de tomar Jerusalén, después de islamizar la catedral de Santa Sofía en Estambul y de haber sido decisivo en la caída de Assad en Siria.

Herzog (i), Erdogan (d), Ankara, 9 de marzo de 2022.

Turquía se juega mucho en la resolución del conflicto actual en el Oriente Próximo y ha intentado hacer valer su categoría de potencia regional media para equilibrar, mediar y convertirse en un nodo de distribución de alimentos y de energía.

Las relaciones entre Erdogan y Netanyahu no existen y las invitaciones turcas para que los líderes de las facciones palestinas se acercaran a Ankara han sido rechazadas.

Los límites para que Turquía juegue ese rol deseado de potencia regional son muchos.

La historia del Imperio Otomano sigue estando muy fresca en la memoria de sus vecinos, quienes observan con desconfianza los intentos de Turquía de promocionar simultáneamente intereses diferentes o de intermediar entre partes en conflicto.

Los países árabes resienten la oposición turca a la primavera árabe, Israel no ve a Erdogan como un negociador fiable con los palestinos y le repugnan sus declaraciones sobre Jerusalén y Ankara fracasó en acercar a Rusia y Ucrania, aunque no fuera por responsabilidad suya.

Imperio Otomano en el Oriente Próximo.

Todos estos hechos han debilitado las aspiraciones regionales de Erdogan.

La política exterior de Turquía zigzaguea con rapidez, es oportunista y molesta a aliados, a socios y a amigos, en opinión de terceros países, por mucho que Ankara considere que éstos sean atributos de la subordinación de aquella a sus intereses nacionales.

A Turquía le circundan cinco huracanes, a saber, Ucrania, donde no facilita la paz, Siria, dónde no sabe en qué se ha metido al apoyar el derrocamiento de Assad, Armenia y Azerbaiyán, dado el acercamiento de Rusia a Bakú, los grupos palestinos, que no la aceptan como patrocinador, e Irán, que no puede permitir su declinar como potencia regional.

La política exterior de Turquía corre los riesgos de la desmesura, con frentes y compromisos militares múltiples, del impacto negativo sobre la economía doméstica y del reforzamiento del liderazgo del presidente, que menoscaba sus instituciones.

 

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