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¿Más sanciones y guerra contra Irán?

¿Más sanciones y guerra contra Irán?
Jorge Cachinero el

No hay nunca un instante monótono en el devenir de los acontecimientos en Próximo Oriente.

En este último año, tampoco.

En agosto de 2020, para comenzar, se concluyeron los Acuerdos de Abraham, mediante los cuales, gracias a la mediación del gobierno del presidente Donald J. Trump, Israel firmó con los Emiratos Árabes Unidos y con Bahréin sendos tratados de reconocimiento mutuo y de normalización de sus relaciones diplomáticas respectivas, que fueron seguidos por convenios similares con Sudán y con Marruecos.

Acuerdos de Abraham

Desde comienzos de abril de 2021, Alemania, China, Francia, Reino Unido y Rusia, firmantes del acuerdo nuclear con Irán de 2015 -el llamado Joint Comprehensive Plan of Action (JCPOA), en su denominación en inglés-, han mantenido, hasta el momento, en Viena, seis rondas de negociaciones para intentar resucitar un entendimiento que quedó varado desde la salida de Estados Unidos (EE. UU.) del mismo en 2018.

Un año después de la salida de EE. UU. del marco del JCPOA, Irán suspendió sus compromisos con el mismo y aumentó el enriquecimiento de uranio y la producción de uranio metálico.

Todo ello, sin olvidar que algunos de los principales actores en la región, Israel o el Reino de Arabia Saudí, y de fuera de ella, EE. UU., habían quedado muy insatisfechos por el hecho de que el JCPOA no hubiera abordado dos temas críticos relacionados con la seguridad regional en Oriente Medio, es decir, la limitación de la gran capacidad en misiles balísticos de Irán y la financiación y el apoyo logístico que Irán provee al terrorismo yihadista internacional en todo el Próximo Oriente y más allá.

En abril de 2021, de forma discreta y bajo los auspicios del primer ministro de Irak, Mustafa al-Kadhimi, representantes del Reino de Arabia Saudí y de la República Islámica de Irán comenzaron conversaciones sin intermediarios en Bagdad.

Aquel acercamiento ha llevado, en los últimos meses, a un aumento de los contactos diplomáticos entre los países del Consejo de Cooperación del Golfo -Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar- e Irán, gracias, también, a la mediación de Irak.

Desde junio de 2021, después de doce años de Benjamin Netanyahu como primer ministro y tras un proceso de elecciones de resultado extremadamente ajustado, tanto que tuvo que repetirse hasta cuatro veces en dos años, Israel cuenta con un nuevo gobierno, presidido por Naftali Bennett, del que forman parte representantes de todo el espectro político israelí, incluidos algunos miembros del Partido Árabe Ra’am, presente en la Knesset, el parlamento de Israel.

Naftali Bennett

Con el cambio de gobierno, Israel no ha modificado su posición sobre el JCPOA, ya que la percepción existente sobre la amenaza existencial que un Irán nuclear representa para su nación continúa e Israel, por tanto, sigue comprometido con el objetivo estratégico de evitar el que Irán obtenga la capacidad para desarrollar armas nucleares.

También en junio de 2021, después de ocho años de gobierno bajo la presidencia de Hassan Rouhani, el candidato que representaba a los sectores más estrictos del régimen, Ebrahim Raisi, fue elegido, en la primera vuelta, para el cargo de presidente de Irán gracias a una victoria, en la que, oficialmente, obtuvo el 72% de los votos emitidos.

Ebrahim Raisi

Es la primera ocasión, desde los años 80, en la que todas las palancas de poder en Irán están concentradas en las mismas manos, es decir, el Líder Supremo y la Guardia Revolucionaria, en definitiva, el sector más duro del régimen iraní.

Por el momento, no hay indicios de ningún cambio en la postura de Irán hacia el mundo exterior, más allá de la promesa genérica hecha por el nuevo presidente Raisi de dar mayor prioridad a los asuntos de seguridad regional, después de que Irán hubiera albergado la esperanza de que, tras la firma del JCPOA en 2015, se hubiera abierto la puerta al desarrollo de acontecimientos transformadores en el Próximo Oriente en línea con sus intereses estratégicos.

Por último, a finales de agosto de 2021, los Talibán se hicieron con el poder en Afganistán, después de una retirada, que terminó siendo una huida, por parte de EE. UU., sin honor, sin dignidad y con cobardía, decidida y ejecutada por Joseph R. Biden y su equipo y seguida por sus aliados.

Joseph R. Biden

Sin duda, este ha sido un año sin espacio para la monotonía en Oriente Medio.

Sobre el futuro del JCPOA, en Irán se están visualizando tres posibles escenarios sobre cómo podría actuar su gobierno recién nombrado, en el caso de que tuviera que volver a la mesa de las negociaciones con todas las partes involucradas en el proceso de 2015.

El sector más duro dentro de Irán piensa que el JCPOA no sirve a los intereses del país y le gustaría, en consecuencia, reiniciar esas posibles negociaciones desde cero.

Este escenario es el menos probable de los tres.

En segundo lugar, hay un sector del poder en Irán que preferiría mejorar el JCPOA y dejar, al mismo tiempo, todos los asuntos conflictivos a un lado para poder renovar aquel acuerdo.

Las probabilidades de que esta sea la posición final de Irán son mayores que las de la anterior, aunque, sin embargo, también, limitadas.

Por último, la propuesta que más apoyo cuenta dentro de los círculos en los que se toman las decisiones en Irán es que se reclame negociar de nuevo todo el contenido del JCPOA desde lo que, en Irán, se considera como una “posición de fuerza”.

El problema principal para Irán proviene de la presión que pone el calendario sobre todo el proceso ya que, si para noviembre no hay progresos en las negociaciones de Viena y, por tanto, las conversaciones colapsan, como parece que, así, sucederá, todo el expediente sobre Irán será enviado al secretario general (SG) y al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para su consideración y, muy probablemente, para la imposición de sanciones adicionales a Irán.

Es pertinente preguntarse si la Unión Europea (UE) puede hacer algo al respecto y, si así fuera, cuál sería su papel por jugar en este proceso.

La realidad es que la UE tiene poco espacio para influir de manera significativa en la evolución futura de este asunto.

Tradicionalmente, los dos objetivos de la UE en la región han sido el de promover las políticas de control de armas y el de crear en el Próximo Oriente una zona libre de armas de destrucción masiva –Weapons of Mass Destruction Free Zone (WMDFZ), en inglés-.

Es cierto que la influencia de la UE sobre el asunto de las WMD llegó a su cénit en 2003 -tiempo en el que la UE mantenía una estrategia de interlocución directa con Irán- para comenzar, desde entonces, a debilitarse muy rápidamente.

Sumado a lo anterior, las expectativas de la UE de que el JCPOA de 2015 abriera en Próximo Oriente la vía a un sistema de control, de diplomacia y de no proliferación nucleares no se cubrieron.

De hecho, en la evaluación que la UE hizo, en 2019, de dicha estrategia, el diagnóstico reflejó dicho fracaso porque la UE admitió que la mayoría de los tratados y de los acuerdos que debían haber acompañado su estrategia no se concluyeron y, sobre todo, que la mayoría de los esfuerzos desplegados se habían focalizado en la construcción de confianza entre las partes, es decir, en hablar más que en llevar a cabo ninguna otra acción práctica y material.

En definitiva, la UE concluyó que la diplomacia ad-hoc desplegada en este asunto, a pesar de lo anterior, había contribuido a evitar una acción o una intervención nuclear -aunque resulta difícil llegar a esta conclusión desde un punto de vista de la causalidad entre las acciones acometidas y sus resultados-, aunque reconocía que el rol de la UE en la zona no se había incrementado, más bien, lo contrario.

Ante el dilema de elegir entre el vínculo transatlántico con EE. UU., que, durante los años del gobierno de Trump, expresó su política hacia Irán a través del concepto de “máxima presión”, o defender el JCPOA, la UE se quedó a mitad de camino y sin ser capaz de ponerse de acuerdo sobre la prohibición de licencias de aquellos que estaban operando y haciendo negocios con Irán, especialmente, después de que, a comienzos de 2016, la mayoría de las sanciones económicas y comerciales contra Irán de la UE fueran levantadas.

La UE nunca se ha recuperado de ese fracaso diplomático y, en la actualidad, no es un actor principal en el Próximo Oriente.

En realidad, este diagnóstico tan pesimista sobre el papel de la UE en aquella región tiene su mejor reflejo en el hecho de que el único asunto relacionado con el Próximo Oriente en el que la UE puede jugar algún rol es en el de los refugiados.

La UE perdió, asimismo, su credibilidad ante un Irán, que, además, está girando hacia el este, en general, y hacia China, en particular.

Por finalizar el retrato sobre el reducido espacio de maniobra que le queda a la UE en Oriente Medio, debe destacarse que Israel no acepta a la UE como mediador en aquella región.

El sesgo en favor de los intereses de las organizaciones palestinas y en contra de los del Estado de Israel -cuando no, abiertamente antisemita- de algunas instituciones, de algunos líderes y de algunos gobiernos europeos, cuyos fondos han sido canalizados, en muchas ocasiones, hacia organizaciones vinculadas, directa o indirectamente, con grupos terroristas islámicos, ha llevado a que la UE no sea respetada por Israel como mediador confiable en la zona.

La Asamblea General de la ONU, por su parte, aprobó, en 2018, por iniciativa de Egipto, una resolución para convocar la celebración de una conferencia anual con el objetivo de que los estados de la región pudieran adoptar un tratado para eliminar todas las WMD y sus sistemas vectores de Oriente Medio.

La primera conferencia tuvo lugar en noviembre de 2019 con la participación de 23 de los 24 países regionales, con la excepción de Israel, y la participación de cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con la excepción de los Estados Unidos.

Posteriormente, este proceso se denominó la Conferencia de Noviembre.

La segunda sesión de la Conferencia de Noviembre está planeada para que tenga lugar, en formato presencial, si la COVID19 lo permite, del 29 de noviembre al 3 de diciembre de 2021, en la ONU, en la ciudad de Nueva York, bajo la presidencia de un diplomático kuwaití.

Todavía no hay confirmación de la participación de Israel y de EE. UU en la Conferencia de Noviembre de este año, que, en principio, se ha convocado con el objetivo de aprobar un documento vinculante para evitar la proliferación de las WMD en el Oriente Medio y de los medios, los sistemas y los vehículos para su lanzamiento.

No debería sorprender que la ONU tampoco sea aceptada como mediador desinteresado en la zona por parte de Israel.

Desde 2001, la ONU lleva veinte años patrocinando la celebración en Durban, Sudáfrica, de la llamada Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, que, a pesar de su nombre, se ha convertido en una de las manifestaciones internacionales más destacadas de propagación del antisemitismo y de la negación de la Shoah u Holocausto.

Irwin Cotler, profesor de derecho constitucional y ex ministro de Justicia de Canadá, escribió sobre esta reunión que “si el 11 de septiembre fue la Kristallnacht del terror, Durban fue el Mein Kampf”.

Kristallnacht, o la “Noche de los Cristales Rotos”, es el nombre que hace referencia al pogromo contra judíos en Alemania y en Austria, que llevó a cabo la Sturmabteilung (SA), o División de Asalto nazi, la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, en la que vandalizaron y quemaron sinagogas, casas, colegios y negocios de judíos y detuvieron a 30.000 judíos, que fueron enviados a campos de concentración.

Aquel pogromo continuó durante los días posteriores.

Mein Kampf, o Mi lucha, es la autobiografía filosófica de Adolf Hitler, publicada en dos volúmenes, en 1925 y en 1926, respectivamente, y que fue el diseño que el autor hizo de su agenda política para el futuro Tercer Reich alemán, incluyendo su proyecto de atacar a Francia y de ampliar el “espacio vital” de Alemania, expandiéndose hacia el este y ocupando Rusia, y su diatriba contra las razas “mestizas”, es decir, no puras, en su opinión, especialmente, los judíos, los eslavos y los gitanos, sobre las que la falsa e inexistente “raza aria” alemana debería imponerse.

La reunión anual de esta Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, patrocinada por la ONU, volverá a celebrarse, en este caso, bajo el nombre de Durban IV, el próximo 22 de septiembre, aunque para esta ocasión, en la sede de la ONU, en la ciudad de Nueva York.

Alemania, Australia, Austria, Bulgaria, Canadá, EE. UU., Francia, Hungría, Israel, Países Bajos, Reino Unido o la República Checa ya han anunciado que no asistirán a esta Conferencia Mundial.

La lectura de esta lista de países debería hacer sonrojar a los gobiernos de aquellos países democráticos que, aún, piensan asistir y participar en Durban IV.

Esa reunión se celebrará en territorio estadounidense sólo once días después del vigésimo aniversario de los ataques terroristas islámicos múltiples de Al-Qaeda contra las Torres Gemelas, en la ciudad de Nueva York, contra el Pentágono, sede del Departamento de Defensa de EE. UU. y, el frustrado, contra, aparentemente, la Casa Blanca o el Capitolio, en Washington, D.C.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el pronóstico del proceso de control de las WMD en la zona es muy pesimista.

EE. UU., en primer lugar, considera que no merece la pena revivir el JCPOA y es consciente de que, hoy en día, este proceso no puede ser restaurado.

Irán, por su parte, está arrastrando los pies en las conversaciones de Viena, que, en estos momentos, se encuentran suspendidas, y está presionando para reducir el rigor de las verificaciones del JCPOA lo que, indirectamente, es una prueba más que circunstancial de que Irán está violando, incluso, los términos de referencia del JCPOA aprobado en 2015.

El marco del JCPOA está a punto de colapsar.

Si la Conferencia de Noviembre de la ONU de noviembre de 2021 fracasa y el próximo informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) –International Atomic Energy Agency (IAEA), en inglés- incluye menciones a los incumplimientos de Irán, el expediente sobre las armas nucleares de Irán acabará encima de la mesa del Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia y China, eso sí, es altamente probable que bloqueen cualquiera resolución contraria a Irán.

No obstante, solo con que se publique un informe de la IAEA que contenga afirmaciones sobre el incumplimiento de Irán será más que suficiente para que se incrementen las sanciones económicas -EE. UU., sin duda, doblará su apuesta en favor de ellas- sobre su país y no sería descartable un conflicto militar contra Irán.

Las consecuencias del intento de Irán de convertirse en potencia nuclear pueden ser trascendentales para el futuro de Oriente Medio y del mundo.

 

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