Transcribo aquí un textito publicado en el periódico el domingo. Era un pequeño intento de analizar la Liga del Madrid en un marco más amplio: Ancelotti en su relación con Florentino. Lo dejo aquí (me permito por una vez indultarlo del privilegio del Premium) porque apunto dos cosas que me gustaría compartir con el hipotético amigo/lector futbolero:
1. Ancelotti-Zidane-Ancelotti son diez años de lo mismo: como un único entrenador durante una década, una estabilidad inaudita.
2. Esto está dentro de un periodo de transición que es ya otro florentinismo. Hubo uno primero (2000-2006, si no recuerdo mal) y otro posterior, el II Florentinimo (o Segundo Advenimiento del Ser Superior) que según mi pobre elucubración habría mutado en otra cosa, el Tercer Florentinismo. El carlettozidanismo, la vuelta de Zidane y la vuelta de Ancelotti, el redoblarse Zidane y Ancelotti, el MÁS DE LO MISMO, estaría integrado en eso. Ese exitoso ‘dos tazas’ en el postcristianismo, con sus frutos ligueros, es lo que permitiría ver una cierta coherencia en la gestión, la revelación de sus líneas maestras, el abrirse al observador un Tercer Florentinismo, continuación del otro, pero con diferencias.
“Ancelotti dejó escapar la Liga en su primera etapa en el Madrid y no estaba dispuesto a repetirlo. Por ello, sus decisiones estuvieron marcadas por una gran prudencia. Lo primero que hizo fue rendir respetuoso tributo a Bale y Hazard en un tridente inicial que no fue a ninguna parte. El paso siguiente fue intentar evolucionar el equipo en el centro del campo, algo que tampoco resultó. Entonces decidió volver a lo que había, lo que dejó Zidane: el 4-3-3, Casemiro, Modric, Kroos y el bloque bajo. Había sido el gran acierto táctico de los últimos años. Tras el parón del Covid, Zidane consiguió que el Madrid defendiera mejor juntándolo, y Ancelotti insistió en ello. Su Madrid concedió algún gol más, pero atacó mejor, y la razón principal fue Vinicius. Darle confianza ha sido la gran aportación de Ancelotti, que ha triunfado en cosas no siempre visibles en el campo. Dominó las ruedas de prensa, un lugar que había empezado a ser incomodo para Zidane y resolvió lo incomprensible y misterioso de sus ‘zidanadas’. Aunque dio la espalda a la cantera, trató de integrar a más jugadores, con éxito desigual.
La ausencia de rotaciones fue, en realidad, una apuesta decidida por la Liga y en sus decisiones, con matices, hubo una gran continuidad respecto a Zidane, que a su vez había sido su continuador y segundo. Bien mirado, si Ancelotti sigue en el Madrid, lo que parece probable, el club habrá tenido diez años de estabilidad en el banquillo. Ancelotti llegó en el 2013, Zidane cogió al equipo en 2015 y salvo los meses sueltos de Benítez, Lopetegui y Solari, ellos dos, tan parecidos, han manejado al Madrid hasta convertir el no estilo en un estilo reconocible: ‘la Flor’, ‘el ADN’. El propio Ancelotti definió “la suerte” como una “calidad” y ese modo indefinible de dirección que comparte con Zidane se ha convertido en la pauta en el Madrid de Florentino, que al principio buscó ‘el glamour’, el ‘librillo tecnificado’ y se ha acostumbrado a entrenadores que combinan de un modo singular la auctoritas y la potestas y que, frente a Guardiola y los grandes presionantes alemanes, realizan un fútbol clásico, en apariencia poco sofisticado, con varios puntos menos de ‘cocción’ táctica. Zidane y Ancelotti ceden espacio al club y a los jugadores pero a la vez resultan incuestionables por su trayectoria. Con Ancelotti el Madrid absorbió para sí, para su historia, la experiencia de aquel traumatizante Milán de Berlusconi del que el florentinismo es continuación.
El contexto es otro, y esta liga 35 es el fruto de una gestión muy distinta de la que el ‘carlettozidanismo’ es un rasgo más.
Tras la 13ª Copa de Europa y el adiós de Cristiano, el Madrid inició un período de crisis sin dramatismo, en la medida en la que lo nuevo no aparecía y lo viejo no se iba. El club apostaba por la reforma del estadio y los decepcionantes Bale y Hazard. Ahí surgió Benzema, que transfigurado lidera la transición del Madrid desde Cristiano hasta Mbappé (probablemente) y la tierra prometida del nuevo Bernabéu. Su interregno es el de un Madrid caracterizado por la poca inversión, la renovación paulatina, lenta, año a año del once, la adquisición de jovencísimas promesas y la política de fichajes a coste cero. El Madrid ha sabido adaptarse así al contexto de una feroz competencia global mutando el florentinismo, que a la gestión excelente en lo financiero y patrimonial une por fin una mucho más técnica y racional en lo deportivo. A Ancelotti hay que integrarlo ahí, como un rasgo de coherencia de ese último florentinismo (el tercero, quizás) que ha conseguido lo impensable, una década de continuidad en el banquillo”.