Acabado el Mundial, quedan los titulares. Y el sesgo.
Francia ha ganado el Mundial considerando la posesión del balón como algo secundario o incluso como algo a despreciar. Querían el espacio porque tenían a Mbappé.
Pero los titulares y los comentarios saltan sobre eso y le regalan la “gloria” a Croacia, se celebra a Modric y se le pide el Balón de Oro.
Quedan los titulares sobre la “Francia mestiza” la “Francia multicultural”. Eso sí. Queda la contabilidad racial (que solo se utiliza escandalosamente para el fútbol) pero no su fútbol. Queda el jugo político conveniente (incompatible con el éxito del incómodo Mundial ruso) del “mestizaje” pero una especie de soterrado desprecio a la aportación de los “mestizos”.
Es como si del partido al análisis se saltase una derivada intermedia. Nos quedamos con el triunfo de la armonía multirracial, pero se menosprecia inevitablemente el modo de ganar la Copa.
Ganan jugadores de color, pero su fútbol… su fútbol queda despachado como aportación muscular.
Ahora mucha “Francia Mestiza”, pero a Deschamps le han estado criticando todo el Mundial por no llevar a Rabiot, blanquísimo y elegantísimo medio francés del PSG. Un jugador “con pie”.
Hay algo curioso en esto. A Pogba, por ejemplo, se le sigue llamando jugador de “músculo”. Lo tiene, claro, pero además de eso tiene cualidades técnicas innegables. Es un buen pasador, tiene un alto porcentaje de acierto en el pase corto, regate, disparo con las dos piernas y juego aéreo. Pero queda reducido como jugador de músculo, defensivo. En Pogba se aprecia ese extraño sesgo. Se celebra el “mestizaje” pero ¿cómo se analiza su real contribución futbolística, su explosión de posibilidades, sus nuevas fronteras?
Pogba es difícil de definir, de colocar. ¿Qué es Pogba? Un mediocentro no es, ¿mediapunta? Quizás. ¿Un interior? Un jugador nuevo y raro tiene dificultades para ser posicionado y apreciado.
Con Pogba y Rabiot se aprecia un curioso sesgo. En ellos se concetra. Se menosprecia al primero, se reclama al segundo, la necesaria aportación cultural del segundo. El estilo. La costumbre. El fútbol canonizado en el que difícilmente entra Pogba. Viva el “mestizaje”, pero pongan a Rabiot.
Y la gloria se le concede a Modric y Griezmann, cuando es Mbappé el que ha cambiado Francia y el que ha dominado el Mundial por su influencia. Mbappé y luego la pareja Kanté-Pogba. Con Rabiot y Payet no hubiera ganado el Mundial Deschamps.
La misma prensa que celebra la multirracialidad como éxito juzga de un modo curioso las “otras” formas de jugar al fútbol. Todo lo que se sale del fútbol canonizado es “estrategia”, “resultadismo”, o “músculo”.
El fútbol que hacen los jugadores de otra raza es menospreciado como una mera aportación de músculo o físico. Recordemos el “atletas” de Pep.
Otro jugador que ha sufrido en mayor medida esta mirada algo neocolonial ha sido Neymar. El fingidor, el engañador cuyo fútbol imaginativo y burlador fue desacreditado por completo tuvo que ver ayer por la televisión cómo Griezmann se dejaba caer en la falta que dio lugar al primer gol. Acción sobre la que se pasará con delicadeza.
Así que seguirán unas horas los titulares sobre “mestizaje” mientras el Mundial queda archivado como anomalía táctica, pobreza futbolística, mundial tristón y mientras los títulos individuales se piden para los Modric o Griezmann, representantes del fútbol-canon que nunca pierde.
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