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UNTE

hughes el

 

 

La polémica con las fotos de Feijóo expone un problema de calado: la transitividad de la amistad. Por Objetivo Birmania sabemos que los amigos de mis amigas son mis amigos. Pero ¿son mías las condiciones de mis amigos? Jardiel decía que los amigos son imbéciles o son canallas, así que muy probablemente, pero:

-Yo tengo muchos amigos gays.

Y sin embargo, no siempre somos gays. Esto es como cuando a Sofia Mazagatos la sacaron en un barco con Chelo García Cortés, que todo el mundo dijo que allí había rollo.

Hay algo en la cubierta de los barcos que ofende. Si estamos en una playa  no es igual, pero la eslora, el chapuzón… No podemos quitarnos de la cabeza, por ejemplo, esas fotos de Özil en que vacaba apolíneo y blandorro con sus amigos fumando el cigarrito de la tarde. Eran unos colegas y era un cigarro, pero sobre el barco parecía otra cosa.

En los barcos, te pongas en la proa o te pongas en la popa parece que estás pecando.

Claro, es que subirse en un barco es embarcarse y eso parece que encierra un propósito. Embarcarse no se embarca uno con cualquiera, sigue pensando el español, refranero y cazurro.

La foto de Feijóo tiene un primer problema, que es olvidar, siempre lo hacemos, que en las fotos no están sólo los que salen, sino que hay un tercero que la está haciendo. Si vemos al político con el traficante (¿por qué los gallegos se tiran el pisto de llamar narco a uno que pasa tabaco?) parece que va a proceder al unte de la crema protectora. Pero había un tercero, o tercera, probable untadora.

¿Había o no había unte?

Lo seguro es que había una enorme prisa por echar la foto, porque dejaron al pobre Feijóo con eso en la espalda, como si se le hubiera cagado una gaviota. Esa mancha, estigmática, un poco gorbachova, le va a perseguir ya más que la escandalera del amigo probable.

Lo de la ejemplaridad se está poniendo en un plan que podemos ir ya quemando los álbumes de fotos, como si siempre se estuviera cortando con la novia. El hombre público ya no puede ser alguien normal, sino el prohombre que nace para gobernar. El individuo que tiene muy claro a los cinco años que quiere presidir el país.

Sólo esa gente sabrá discriminar al amigo, renunciar al amigo escabroso, que suele ser el mejor. Sólo esa gente, un poco aznárica, sabrá rechazar la tentación, deliciosa promiscuidad de crepúsculos, de navegar con quien no debe.

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