Las urnas

Ha pasado el 9N y se ha hablado poco de las urnas. Todo el día hablando de transparencia, venga transparencia, más que Juan Ramón Jiménez, y resulta que organizan los comicios o coñicios y ponen unas urnas extravagantes hechas de cartón y con dos recuadros que más que urnas parecían cámaras oscuras. Algo de eso tenían. Y creo que fue respetuoso con la urna urna, porque la urna de cristal, o de plástico finoooo tiene algo simbólico, trascendente. Una, cómo decirlo que no se me entienda… prístina cualidad democrática, casi femenina (la raja de la urna de la que hablaba El Selu). Así que esas cajas de cartón con ventanucos parecían eso, experimentos, cámaras oscuras de pretecnología destinadas a proyectar, toscamente, una realidad exterior en su interior. Elementos ópticos más que democráticos. Me acordé de ellas viendo las maquetas de Esther Ferrer, la artista performativa que parte siempre de cajas de cartón. Ojo, como las mudanzas.

Estas urnas nacionalistas tenían su guasa.

Y hay otra cosa que no se ha matizado. La alegría, el éxtasis democrático de los participantes, era normal. Por motivos profesionales me tocó alguna vez formar parte del engranaje de la Junta Electoral. Realmente, hasta a la persona más antisistema e incluso antidemocrática (no yo, ¿eh? Que soy de centro…), le nacía una pequeña alegría cuando el primer votante (a menudo un viejales) aparecía con su papeleta. El desfile de individuos animosos, respetuosos y bienintencionados echando ordenadamente su papeleta despierta una alegría per se, una alegría que no era propiamente catalana, claro, y que quizás los participantes en el 9N confundieron. Yo terminaba la jornada eufórico: “¡El triunfo de la democracia! ¡De la democracia!”. Confundieron el gozo suyo, de proclamación, con lo que se siente siempre que lo cívico se impone (y por cívico, ordenado). En realidad, era como una alegría por haber hecho algo rápido, conjunto, muy casteller. Hacer para deshacer después y sin efectos. Por pura demostración (qué genialidad retrospectiva va adquiriendo el “Los catalanes hacen cosas” de Rajoy).

 

En lo ciudadano, aunque cueste reconocerlo, hay un gozo muy raro. Igual era esa alegría y no la política.

 

Pero esas urnas…