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El jetógeno

El jetógeno
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Se observa una coincidencia muy grande entre un tipo de centristas (vieja obsesión) y los trans. A menudo se critica al colectivo o las aspiraciones trans por los cambios. Una mujer decide hacerse hombre y una vez hecha hombre se da cuenta de que estaba mejor como mujer (lo que hasta cierto punto es natural). Esto se critica, y siempre pienso que la reversibilidad sería, al contrario, la gran ventaja del fenómeno. Pero discutir esto no es el objeto de esta perpetración que acometo. El objeto es hacer notar lo extraño de que haya centristas que lo critiquen.
Aquí debo aclarar que un subtipo de centrista es el que no está en el centro. El que está yendo de un sitio a otro, atravesándolo. Como no para quiero, pasa mucho por el centro, pero en realidad no es centrista propiamente, no es un centrista estático sino dinámico.

Es un tipo frecuente. El de izquierdas que pasa a la derecha y luego vuelve a la izquierda, y tan ricamente. Esto no es un tránsfuga, palabra desprestigiada y en realidad empobrecida por el carácter meramente mecánico y pecuniario del político tránsfuga. El tránsfuga intelectual y moral es otra cosa mucho más aparatosa (de hecho, el transfuga político no habla mucho, suele caer en el mutismo). Entre el tránsfuga (que tiene acta de diputado) y el cambiachaquetas (casi un sorprendido al que se le nota mucho el cambio) tiene que haber una palabra que recoja esta maravilla trans del ser una cosa y luego ser la otra. Una palabra que recoja esa trashumancia ideológica, prima hermana de lo transgénero.

Los trans del sexo se ponen hormonas (estrógenos, testosterona), y estos otros trans fluyen de una condición a otra sobre el río de una hormona particular: el jetógeno, la hormona de la jeta.
La suerte que tienen los trans intelectuales, suerte que no tienen los otros, es que esa hormona la producen ellos. Tienen un exceso de jetógenos que es precisamente lo que les provoca la necesidad de transformación. De ese modo, los géneros políticos son para ellos, no solo fluidos, sino circulares: van navegando de uno al otro a medida que sobreproducen el jetógeno.
La hormona jetógena algunos organismos la segregan por las noches. Mientras la mayor parte de la gente, bruxista, castiga sus mandíbulas, se tira la noche raca-raca, ellos mueven el maxilar de otra forma, segregando el jetógeno, que se llama así porque sale de la jeta. Es, digamos, zumo de jeta, sustancia de jeta. Los jetogenos son como el caviar de la mundanidad.
La humanidad, vista así, se podría dividir maxilofacialmente en jetas y bruxistas. Ni que decir tiene que unos sufren a los otros.

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