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El himno

hughes el

 

 

Cuando anoche sonó el himno español en Sevilla, en el Nervión, sucedió una cosa graciosa. Era tanta la pasión del público, ese maravilloso público sevillano que le inventó a España sus palmas y que le da el ritmo al tiquitaca, que mueve las banderas y aplaude con una pasión que no tiene nadie en los amistosos más incalificables, la pasión era tal que en los primeros sones del himno se emocionaron y al tararearlo (no hay himno en silencio ya) empezaron a comérselo. Era un canto por encima de la melodía. La música iba a una velocidad y el entusiasmo del sevillano por otro. ¡Se acabaron el himno y aún sonaba el de verdad!

La ausencia de letra revela nuestra habitual dificultad musical. El español se tira como loco al fragmento que en la letra de Pemán coincide con el climático “Gloria a la Patria que supo seguir, sobre el azul del mar el camina del sol”.

 

Es que no falla. Suenan los compases y todo el mundo ¡Gloria a la Patria! Ahí se ve claro el ardor patriótico (la velocidad del himno como indicador) De hecho, hay  ya tres versiones de himno. La larga, ante el Rey, la corta y luego esta aceleradísima del público más animoso, que se come su propio himno y deja a la orquesta sola.

 

Pero es que es verdaderamente difícil entonar un himno sin letra. Muy complicado. La dificultad que lo musical impone a la masa tiene mucha miga. Las multitudes tienen serios problemas musicales.  A veces parece incluso que la única solución para ese himno sería que lo silbasen, porque el silbido atenúa mucho el ímpetu, la fogosidad. De no poder cantarse, pues, al menos sílbese.

 

En fin, que no tengamos letra me parece una cosa divertida y al final más creativa y participativa. Y de entre todas las formas de himno  me quedo con esa velocísima sevillana de anoche.

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