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Diálogo entre culturas

Diálogo entre culturas
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Esta imagen lleva unos días en mi cabeza. La vi en un vídeo que alguien colgó en Twitter (gracias desde aquí), un vídeo en el que el alcalde de Sevilla se comunica en chino con unos interlocutores orientales y que termina con ese gesto, poco conocido aquí, consistente en juntar el índice y el pulgar en forma de corazón. Es una forma de saludo popular en Asia, coreana creo, que el alcalde eligió para despedirse de su público.
Es un bonito gesto, hacer con los dos dedos el corazoncito, pero hay algo, un efecto que chisporrotea y que de alguna forma está capturado en la imagen (que es, de hecho, una captura).
Los asiáticos hacen el corazón y en ellos es una finura. Cuando juntan los dedos es como si cogieran el ala de una mariposa, una brizna de hierba, el pétalo de una rosa que ya dio todo el perfume… Hay algo liviano, poético, una ternura de manga, una delicadeza de haiku. No dibujan un corazón con las dos manos como los futbolistas, que parece que están cogiendo un bocadillo de panceta imaginario. Ellos hacen un gesto de pellizcar lo leve, la expresión de un ápice… Hacen ¡pu! y es el corazón que una niña dibujaría en su cuadernito.

Y la cultura es tan rica, las civilizaciones son tan suyas, que ese gesto de cruzar índice y corazón, que allí dibuja un corazón-pétalo lleno de minimalismo, aquí significa otra cosa: significa parné. Billetes. Es el frotamiento dactilar que reproduce el frufrú de los billetazos, el sonar de la tela. ¡El gesto que jamás puede hacer un político! Se ha arriesgado muchísimo el alcalde en ese diálogo intercultural.
Los dedos se juntan y el mensaje aquí es otro, pero el gesto no se arruina ahí (no pierde unidad y coherencia, universalidad) sino en la cara del alcalde, en la hilaridad que irradia de un modo irrefrenable. Es ahí. Hace un gesto oriental con una cara que quiere ser oriental. La imagen quieta, detenida, retrata un abismo cultural, un abismo que el político, con su gran atrevimiento, quiso salvar de una cayendo sin embargo en lo chiquitistaní, como cuando Chiquito fusionaba lo andaluz y lo nipón. El alcalde roza el ‘te da cuén’ revelando que entre España y el Lejano Oriente (que por algo es lejano) está la región intermedia, el vasto continente de Chiquitistán.

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