Tener hijos implica hacer elecciones. Tampoco son grandes dilemas en plan playa o montaña, Santa Teresa o San Juan de la Cruz. ¡Qué va! Es todo mucho más terrenal. Confieso: decir que te duele la barriga muuuuuuuuuuuuuucho para escaquearte de dar un paseo matinal con marido y niñas el sábado y en su lugar leer los periódicos SO-LA con café y al sol. Lo peor es que no tengo ni asomo de culpabilidad. Igual algo tiene que ver con que entre semana ya me encargo yo y dicho paseo no suele superar la media hora. Pero, ¿y lo que dan de sà treinta minutos después de tener hijos qué?
El caso es que el domingo pasado leyendo apaciblemente XL Semanal me encontré con un artÃculo de Carmen Posadas (que me gusta mucho a mà esta señora). La escritora tiene algo que me fascina por lo raro que es de encontrar hoy dÃa: sentido común. Y aunque a veces no comparto algunas cosas que plantea, generalmente me suele gustar su modo tranquilo de contarlas.
El artÃculo de marras se llama El prÃncipe destronado Dice Posadas que una señora la abordó por la calle el otro dÃa para conminarla a que escribiera sobre el “niñocentrismo” Imagino la cara de Carmen en plan: ¿Ein? Normal. Su etapa de crianza ya pasó y ahora lo que tiene son nietos. Y generalmente las abuelas pasan de leer nada sobre psicologÃa/pedagogÃa infantil porque para ellas lo importante es jugar y disfrutar de los nietos, no educarlos. Asà que no me extraña que no conociera el palabro.
El “niñocentrismo” lo ha acuñado una corriente inversa a la que critica lo contrario, es decir, el adultocentrismo. Para hacer un resumen:
-Surgieron unas voces hace unos años que pusieron el acento en que muchos padres, a la hora de educar a sus hijos se ponÃan ellos por delante, practicaban una pedagogÃa más pendiente del adulto que del niño y por ello escogieron el palabro “adultocentrismo” (y digo que es palabro porque se lo han inventado y la RAE no lo recoge todavÃa)
-En contra entonces de los adultocentristas, los niñocentristas (está difÃcil hoy de narices escribir) comenzaron a enarbolar sus propias teorÃas a favor siempre del niño. Aunque en algunos casos, desde mi opinión, fallaron en otras pero ese es otro tema y además es solo mi opinión.
No quiero hablar de una teorÃa o de la otra, al fin y al cabo en la vida nada es blanco o negro al 100% y la crianza tampoco se iba a librar de esto. En ambos lados yo encuentro cosas con las que me siento plenamente identificada, por ejemplo soy de las que no dejo llorar a mis hijas y enseguida las cojo en brazos para ver qué les pasa y me encantarÃa dormir con ellas (aunque lo hago sólo a veces) o, por ejemplo, no comparto la teorÃa de que hay que dejar que el mundo se pare si un niño interrumpe una conversación para adultos, más que nada porque si hay algo que detesto es la gente maleducada que estás hablando y te interrumpe y eso o te lo corrigen de pequeño o poco o nada se puede hacer después. Y como todo, no es lo mismo que te interrumpa para pedirte agua que para que le hagas caso porque en ese momento se ha aburrido (aburrirse es buenÃsimo para la imaginación, por cierto)
De las cosas que me han parecido más interesantes una es el planteamiento de ¿qué niños han salido más felices? Los que se educaron como se hacÃa antes, digamos en los setenta/ochenta (antes no porque antes lo que se estilaba era el palo y el cinturón y eso tiene que dejar huella sà o sÃ) o los que están ahora en su primera infancia. Es imposible saberlo. O por lo menos ahora. Y la otra una frase que la escuché ya hace más de una década y la tengo muy presente: la tolerancia o intolerancia a la frustración. Y es que pocos seres humanos hay sobre la tierra que dispongan de obtener todo lo que desean. ¿Cómo se educa eso? ¿Con el no? No lo tengo nada claro. ¡Cuántas veces con mis hijas, especialmente con la mayor, estoy haciendo algo y reculo y creo que hay que hacer lo contrario, o al revés! Por ejemplo con las rabietas. ¿la dejo que llore, la consuelo, cumplo su deseo, no lo cumplo, y si la frustro y si me paso de dura o de blanda? Tiene tela el asunto. No creo que sea la única madre del universo que duda.
Lo que sà tengo claro es que el sentido común se ha perdido en muchas estas teorÃas. Cosas que al leerlas te crees que están de cachondeo. Y la risa aguanta sólo el papel porque la realidad es mucho más cruel. Y no hablo de niños de 3 años. Al fin y al cabo  a esas edades están para comérselos. Hablo de los que tienen diez, once y doce y de repente sueltan frases tipo “vete a tomar por …” Yo no hablarÃa de falta de lÃmites, hablarÃa de falta de atención de la buena, de diálogo y compresión. ¿Cómo hemos pasado de una autoridad absoluta a un protagonismo absoluto del niño? ¿Qué pasará en el futuro? ¿Qué porcentaje de padres están de acuerdo con una u otra postura? ¿Quienes están en un término medio?
Es complicado el tema. Les conmino a que lean el artÃculo y que me digan qué les parece. Yo creo que no le falta razón en algunos puntos. ¿Ustedes qué opinan?
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