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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Pucheros, ¿para qué os quiero?

Gema Lendoiro el

Creo recordar que las únicas etiquetas que me gustan son las que, para conseguir posicionarte mejor en google, pones en un artículo o blog. Para las demás cosas de la vida, muy especialmente sobre la maternidad, huyo de ellas como el gato del agua. Sé que hay varias corrientes, unas están siendo más activas que otras y de todas ellas saco cosas buenas y no tan buenas. Dicho este speech así de buena mañana, diré que me siento muy cercana a las posturas del pediatra Carlos González pero no en todo. Y sí, los niños no nos manipulan cuando lloran…de bebés. Porque, perdónenme pero discúlpenme, doña Tecla tiene muy bien dominado el tema pucheritos y no sé si llamarlo chantaje pero que sabe muy bien cómo conseguir cosas a través de sus gestos, ya se lo digo yo.

Me pueden ustedes tachar de bruja y madrastrona que sé muy bien lo que me digo. A estas alturas de la vida y siendo como soy la madre que las parió a las dos, distingo perfectamente un llanto de un chantaje. Así, sin contemplaciones. Mofletes pietros (camino de 5 meses) cuando llora, lo hace con sentimiento y provoca en mí que salga corriendo a cogerla en brazos (aunque a veces la pobre se tiene que esperar, que en eso es muy segundona y su hermana bien que se encarga de robarle protagonismo). Sin embargo mi pispajilla doña Tecla, tiene muy definidos los llantos. Está el verdadero y con sentimiento (apenas emite ruidos y caen lagrimones gordos acompañados de profundos suspiros) y están los llantos sin lágrimas acompañados de unos pucheros bien definidos que consisten, básicamente, en poner las comisuras de los labios hacia abajo y estirar la nariz todo lo que puede. Estos pucheros sobrevienen una media de 35 veces al día cada vez que no se le deja hacer lo que ella quiere. Y tampoco se crean que soy yo una malvada, lo que no le dejo hacer es pasarle el coche de carreras a su hermana por la cabeza, beber un poco del vino que algún adulto se está tomando, subirse a una silla y asomarse a la ventana, meter el mando a distancia en un florero con agua, tirar la comida al suelo cuando está hasta las pelotas de algo o de alguien…en fin, cosas que madres con jucio sano evitan que se produzcan. Cuando ya se pasa, aquí su augusta madre, con el dedo índice le indica el camino a su cuarto castigada (aquí no usamos lo de pensar porque pensar es algo bueno, no malo, por lo tanto en mi modesta opinión nunca puede ser un castigo) y va ella por el pasillo haciendo con la cabeza como los perritos de adorno de los coches, arriba, abajo, arriba, abajo, lamentándose de su desgraciado sino. Es para verla. Digna de un paso de Semana Santa.

¿Y me dicen ustedes que ese puchero no es chantaje emocional? ¡Ja! Y de los gordos, oiga. Es más, pa mí que en su anterior vida fue la que le dio clases a Escarlata O´Hara. Eso sí, bien sabe ella que por ahí no va a ninguna parte. Según le vienen se le van no sin antes intentar por el medio hacer una ademán de pegar y acompañado, (casi siempre) de un : ¡mala mamá! Y entonces es cuando servidora, muy seria, le dice: ¿Mala mamá? Si me llamas mala me enfado, no me gusta. Y entonces, ya sí, mi sentida doña Tecla humedece sus ojos y pide, como agua de mayo: baaaazos maaaaami, baaaaaazos mami. Y, yo, como blanda que soy, pues la cojo y me la como a besos.

Ya ven, una consentida más para el futuro. Sabe ella poco.

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