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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Nobu Marbella. Crónica de un disparate

Nobu Marbella. Crónica de un disparate
Carlos Maribona el

Hay sitios cuyo solo nombre deslumbra. Y logrado eso, vale todo. Nobuyuki Matsuhisa, Nobu, es un japo-peruano listo que ha sabido extender por el mundo un gran negocio en torno a la cocina nikkei. Restaurantes en Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, en Londres o en Dubai que desde sus inicios han gozado de un enorme éxito de público apoyados por grandes campañas de marketing y socios de renombre. Sólo he estado en el de Londres, que me pareció un sitio divertido, pero con un nivel muy por debajo de las expectativas que llevaba. Probablemente en sus inicios fuera otra cosa, pero el expansionismo no le ha sentado muy bien. Y ahora ha llegado a España. El 30 de junio abría en Ibiza, con hotel de lujo incluido. Y quince días antes lo hacía en Marbella, en el hotel Puente Romano, en ese bullicioso (y ruidoso) patio en el que también se encuentran Dani García o Bibo, entre otros.

En este mes y medio que lleva abierto el de Marbella había leído cosas positivas de este Nobu. No acababa de creerlas, pero la única forma de poder opinar es conocer el sitio. Así que, recién aterrizado para pasar unos días en esta ciudad de la Costa del Sol, anoche mismo estuve cenando allí. La reserva la hice hace bastantes días antes. Naturalmente me pidieron la preceptiva tarjeta de crédito (cuándo harán lo mismo sin complejos todos los restaurantes españoles para evitarse los no show) con aviso de cargarme 75 euros por persona en caso de no cancelar con 24 horas de anticipación o no acudir. Me advirtieron en un amable correo de que la reserva sólo se guarda 20 minutos y que se aplica una “política del tiempo de retorno”, que consiste en que una mesa de dos  debe dejarse en dos horas, una de 3 a 6 personas en dos horas y media, y de 7 o más, en tres horas. Me parece correcto. Avisado estaba.

Este Nobu Marbella tiene una terraza amplia sobre la plaza de Puente Romano, y un comedor cubierto, con mesas que rodean la barra de sushi, en la que ofician cuatro cocineros, sólo uno de ellos oriental. Se pueden sentar allí entre diez y doce personas. Al fondo la cocina de platos fríos y calientes. Todo decorado en la línea minimalista de otros restaurantes del grupo, con la madera como protagonista. Y con el ruido, enorme ruido, como protagonista.

Carta de champanes

Para acceder, un portero como un armario que no habla español muy interesado en si teníamos reserva. Y ya en la sala todos los responsables angloparlantes. Los camareros, que sí son de la zona, se dirigen al cliente primero en inglés. Incluso nos dieron la carta en ese idioma. Está claro que no abunda la clientela española. Ni creo que abunde visto lo visto.

Un página de la carta de vinos blancos

La primera en la frente. La carta de vinos. Me quedé de piedra. Pueden ver un par de páginas de esa carta en las imágenes adjuntas. Un champán Ruinart Blanc de Blancs a 165, un Gosset Rosé a 135, el Laurent Perrier Rosé a 175… Pero peor aún al llegar a la lista de vinos blancos. Un José Pariente a ¡40 euros!, un Nora da Neve a 75, y así. Me dice un seguidor de Twitter que en Ibiza son más caros. Qué quieren que les diga. Me parece un atraco. Cada uno es muy libre de poner los precios que quiera, mientras haya gente que los pague. Pero mi obligación es advertirles antes de que vayan. Por si acaso.

Tiradito de pez limón con ponzu, cilantro y jalapeños

Y vamos con la comida. Éramos tres personas. Para empezar, con las cervezas japonesas y un cóctel del día (Martini-sandía, flojito, pero a 18 euros), ni un aperitivo. Si quieres edamame lo pagas (7 euros, 8 con picante). Pedimos dos tiraditos. Uno, el clásico de Nobu, de “pescado blanco” (no pude identificarlo, tal vez corvina), con miso en polvo y pasado de cítricos. Otro, muy recomendado por el camarero, de pez limón con ponzu, cilantro y rodajas de jalapeño. Mucho mejor este segundo, al nivel de lo que cabe esperar en un sitio de tanta fama. Bien cobrado, eso sí: 25 euros. El anterior, 21.

Ceviche de marisco

Decepción total con un ceviche “de mariscos”. Un pequeño recipiente cóncavo ocupado en tres cuartas partes con grandes trozos de tomate. Encima un par de gambas, algo de vieira, un par de rodajas de pulpo, y huevas de salmón. El resto, cebolla y pepino. Sin la intensidad que cabe esperar de un buen ceviche. Pero a 19 euros.

Sushi a la carta

A continuación, el sushi. Pedimos tres niguiris de anguila, tres de caballa, tres piezas de huevas de salmón, y un maki de toro (ocho piezas). La suma de todo esto fue de 82 euros. Lo peor, que también, no es el precio disparatado. Lo peor es que el nivel de los niguiris era simplemente correcto. Se me ocurren al menos ocho restaurantes japoneses en Madrid con más calidad en esos niguiris. Por no hablar de los del Koy Shunka de Barcelona. O, sin ir demasiado lejos de Puente Romano, los de ese buen Takumi marbellí.

Anticucho de ternera

Dos platos calientes para compartir. Un anticucho de ternera (los ofrecen también de salmón y de pollo), que no de corazón. Muy bueno en cualquier caso, con una salsa auténtica. Eso sí, 23 euros por dos brochetas. El otro, la gran especialidad de Nobu a lo largo de los años: el black cod, bacalao negro, con miso. Una delicadeza. Sigue siendo un gran plato. Pero ojo, se cobra a 45 euros una escueta ración.

Black cod con miso

Los postres, muy bien. Tanto la tarta de queso Nobu, con un buen sorbete de fresas y yuzu, como el fondant de té matcha con maracuyá me parecieron de nivel. Eso sí, 15 euros la primera y 12 el segundo. Para beber, una botella de sauvignon blanc de Baron de Ladoucette Pouilly-Fumé 2014 (facturada a 78 euros), y agua mineral (a 8 la botella).

Tarta de queso

A diferencia de lo que hago en mis críticas en ABC, saben que en el blog nunca doy otros precios que los de los menús degustación completos. Pero en este caso creo que es necesario reseñarlos. La factura final, 387,99 euros. 130 por persona. Ni de lejos lo vale.

El servicio al principio fue a toda máquina. Demasiado incluso. En una hora habíamos acabado los principales. Pero necesitamos otra hora exacta para que nos trajeran los postres. Con los comedores llenos, servicio desbordado. Tampoco se corresponde con los precios. Lo dicho, un disparate.

P. D. Me cuentan que algunos espíritus sensibles se han molestado, incluso indignado, por una frase con la que cerraba este post. Como este es un blog gastronómico, y aunque creo que la citada frase tenía su sentido en el contexto, no tengo intención alguna de molestar ni de crear polémicas innecesarias fuera de lo puramente culinario por lo que he decidido suprimir el párrafo en cuestión. Espero que así los que tienen la sensibilidad a flor de piel y se fijan más en lo anecdótico que en lo fundamental estén satisfechos.

Recuerden que estamos en Twitter e Instagram: @salsadechiles.

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