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En la muerte de Cristino Álvarez, maestro y amigo

En la muerte de Cristino Álvarez, maestro y amigo
Carlos Maribona el

Me van a permitir que dedique este post a rendir homenaje a Cristino Álvarez, maestro y amigo. Reproduzco aquí el texto de la necrológica que hoy domingo se ha publicado en la edición impresa de ABC.

Era el más grande de los periodistas gastronómicos vivos. Digno heredero de aquel ramillete de grandes escritores que engrandecieron la gastronomía española y de los que él se declaraba siempre ferviente admirador: Julio Camba, su gran referencia; Josep Plá, Álvaro Cunqueiro, Néstor Luján… El viernes se iba, con la misma discreción con la que vivió, Cristino Álvarez, maestro y amigo. No le gustaba que le llamaran “crítico gastronómico” porque él era, ante todo, periodista. Y lo que no era, en ningún caso, es crítico de nada. Su bonhomía, su carácter apacible y tranquilo, le impedían criticar a nadie, si acaso corregir, apuntar errores, siempre desde el máximo respeto y desde sus amplísimos conocimientos. En sus artículos y en las conversaciones de las largas sobremesas que tanto le gustaban, con un buen aguardiente de su tierra gallega en la copa y entre el humo de algún habano, mostraba su erudición, sus profundos saberes sobre cocina y cocineros, sobre recetas, productos y vinos.

Nacido en La Coruña, graduado en Periodismo por la entonces Escuela Oficial, el mismo año en que terminaba sus estudios, 1974, ingresó en la agencia Efe, donde desarrolló toda su carrera profesional. En la agencia hizo un poco de todo, especialmente información parlamentaria en aquellos complicados primeros tiempos de la transición. Pero su vida cambió cuando en enero de 1981 publicó su primer artículo sobre gastronomía. Eligió como seudónimo para firmarlos el de Caius Apicius, en homenaje al gastrónomo romano Marco Gavio Apicio. Desde entonces ha publicado más de 3.500 crónicas gastronómicas, la última el pasado 15 de enero, titulada “En blanco y negro” y dedicada a uno de sus platos favoritos, la pularda con trufa. Aunque se jubiló a finales de 2004, siguió enviando semanalmente sus artículos, que se publicaban en más de un centenar de periódicos en el mundo.

En los últimos años también tuvimos la suerte de disfrutar con sus textos en este periódico, en las páginas de ABC del Verano. Todo un compendio de conocimiento enciclopédico y de la mejor literatura, digna heredera de la de aquellos grandes escritores a los que tanto admiraba. Siempre con esa sutil ironía gallega de la que hacía gala. Para quienes hemos tenido la suerte de leerle, de compartir viajes (aquellos terribles días en Singapur cuando asistimos en directo a la muerte de Santi Santamaría, su gran amigo) y largas conversaciones, ha sido un auténtico maestro, la mejor referencia en este mundo cada vez más difuso y menos culto del periodismo gastronómico. En sus últimos años se enfrentó con entereza a la enfermedad, sin renunciar nunca a su gran pasión de comunicar, de divulgar su sabiduría. El apoyo de su ahora viuda, Maribel Corbacho, ha sido fundamental en estos tiempos difíciles. Sus amigos, sus lectores, le vamos a echar mucho de menos.

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