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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Comer en Estocolmo

Carlos Maribona el


Tengo que reconocer mi debilidad por Estocolmo, para mí una de las ciudades más bonitas de Europa, con una animación en sus restaurantes y bares de copas más propia de un país mediterráneo que de un país centroeuropeo o escandinavo. En otras ciudades, en pleno invierno, la gente desaparece de la calle. En Estocolmo, un lunes, 8 bajo cero, restaurantes y bares llenos por la noche, con clientes que llegan a cenar incluso pasadas las diez y media.


Por si fuera poco, mis experiencias gastronómicas en la capital sueca siempre han sido muy positivas. Como referencia, la guía Michelin de ciudades concede a Suecia 10 estrellas, de ellas 6 a Estocolmo, muy por encima de las cuatro de Finlandia (nunca he comido bien en Helsinki), y de las cinco de Noruega (tampoco mis experiencias en Oslo han sido muy brillantes). Oficialmente Estocolmo cuenta con un dos estrellas, que no conozco,  (EDSBACKA KROG), aunque es trampa porque no está en la ciudad sino a 15 km. Cuenta también con 4 restaurantes de una estrella (FREDSGATAN 12, LUX STOCKHOLM, también en las afueras, MISTRAL y OPERAKALLAREN). MISTRAL es un pequeño y encantador restaurante de cocina innovadora en el que sólo sirven cenas y que resulta bastante caro, por encima de los 120 euros. Me gusta más FREDSGATAN 12, que se llama así por la calle donde está, cocina moderna interesante. Pero el mejor de todos es OPERAKALLAREN, en la parte posterior del edificio de la Ópera, en un impresionante salón del siglo XIX decorado con frescos (vean la foto que acompaña este post). Sólo abre para la cena y sus precios no suelen llegar a los 100 euros. Allí tuvimos el almuerzo de presentación de la Michelin con el siguiente menú:


Vieira a las uvas pasas con trufa negra del Perigord; rodaballo sobre risotto de azafrán y emulsión de aceite de oliva; cordero lechal sueco en tres presentaciones; suflé de moras amarillas con compota de moras amarillas y helado de vainilla. Excelentes los pescados, que siempre es lo mejor en Estocolmo, con puntos de cocción perfectos, sobre todo el rodaballo. Y magnífico el cordero lechal. El postre, sin embargo, muy flojo (las moras amarillas del ártico son bastante insulsas). Para beber un blanco Chorey les Beaunes 2003 (sin interés); otro blanco croata Venje Kasna Berba 2002 (menos interés aún), un tinto Chateau la Commanderie 1999 de Saint-Emilion (excelente); y un sauternes Chateau d’Arche 1996 (correcto).


La noche anterior, cena en un sitio recomendado (y recomendable). Se llama STUREHOF, un simpático y céntrico restaurante tradicional sueco (una especie de brasserie) de pescado que está muy de moda (completamente lleno). Fuimos los tres españoles que viajamos a la presentación y un colega portugués, Duarte Calvao, del Diario de Noticias de Lisboa. Les cuento: para empezar, dos platos surtidos, uno con variedad de arenques (fantásticos) y otro con un variado tradicional que incluía un magnífico salmón ahumado, una terrina de ave, carne curada de reno (como la cecina)… Nos gustó menos que los arenques aunque estaba francamente bien. Y luego, un plato cada uno: un solomillo de carne estupenda con puré de zanahoria; una perca al horno fesquísima y perfecta de punto; un atún con tomate y semirebozado en pimentón picante (lo tomé yo y estaba muy bueno aunque algo fuerte, también perfecto de punto); y, el error que se siempre se comete al pedir, una langosta a la plancha. Digo error no por el punto de la langosta sino porque en esta época la langosta era importada de la costa este de Canadá (no lo negaron en ningún momento) y ya saben… insípida. La carta de vinos del local, impresionante, aunque allí los precios del alcohol son abusivos. Algunos vinos españoles cuatro veces más caros que aquí (lo habitual) y que lógicamente no pedimos. Tomamos dos cosas muy interesantes que nos gustaron mucho: un tinto de Oregón elaborado con pinot noir (Ken Wright Cellare 99, de Guadalupe Vineyard); y un Torbreck 2002, de Barossa Valley (Australia), con garnacha, mataro, y shiraz. En total, los cuatro, con esos dos vinos, unas cervezas para acompañar los arenques y unos gin-tonics por aquello de la digestión, pagamos alrededor de 300 euros. Muy recomendable.


Y les dejo, que parto para Ezcaray. El lunes, una de Rioja.

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