Cada chica tiene una ciudad en el fondo de sus ojos. Mírala bien y os veréis paseando por una calle conocida y lejana. Cada chica tiene una ciudad en el fondo de su mirada, una ciudad en un mes concreto, con su color y su textura. Amar a cada chica es un viaje si sabes ver hacia dónde miran sus ojos cuando para los demás parece que no miran a ninguna parte. Londres cuando llueve y esperas un taxi a la salida de los teatros, París de madrugada en el breve paseo entre el Hemingway y el Costes, Manhattan saliendo de Barneys cargado con todos tus perfumes y con prisa para no llegar tarde a Nobu. Ella tiene la piel de lana fría, huele a naranja bigarada y hay un invierno inminente, cristalino y supersexy en todo lo que hace y dice. Un toque de Laberdolive en los labios, destilada virtud de las cosas. Veo la calle y nos veo pero no estoy seguro de si es la que va a dar a Place des Vosges desde Saint Antoine o la que lleva a mi floristería detrás del Waldorf, entre Madison y Park. Me gusta de ella que siempre haya que seguir mirándola para saber dónde estamos. Tiene palabras y matices y tonalidades que desdibujan de repente el paisaje como quien llega tarde al concierto y no sabe si tendrá derecho de entrada. Cada chica que te atrae es una ciudad que conociste en el pasado y en ella ves la parte de ti que te exalta, porque sólo nos excita lo que nos contiene, tal como las chicas que nos hacen caso es porque también ven su destino -deseado o vivido- en el fondo de nuestros ojos.
El amor o la atracción o el deseo irrefrenable no es misterio ni magia sino destinos, ciudades. La ciudad que está en el fondo de sus ojos y el destino que cada cual contiene del otro. Es así como nos reconocemos los que estamos cosidos por el mismo hilo y a la misma estrella, es así como nos interpelan algunas canciones y otras no acaban nunca de gustarnos aunque sean mejores, es así como no podemos dejar de mirar hasta distinguir exactamente la calle para poder vivir tranquilos sabiendo quién somos, qué nos exalta todavía y qué destino tira de nosotros y hace que volvamos cada día sobre él, en cada amor, en cada relámpago.
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