Salvador Sostres el 13 jun, 2015 A pesar de la escinificación del pacto que tuvo lugar ayer, entre el PSM y Podemos, para tomar el ayuntamiento de Madrid, cada vez son más los socialistas madrileños que se preguntan si no será inútil su narcisista odio a Esperanza Aguirre, que a cambio de que no gobierne Podemos ha ofrecido al PSOE no sólo la alcaldía de la capital del reino sino votarle todas y cada una de las medidas que lleva en su moderado programa. La izquierda ha sido siempre un odio, una reacción adolescente, rebelde y estéril, a la jerarquía y al orden de la derecha, un atajo para librarse de la imprescindible autoexigencia, una excusa, un pretexto, un consuelo. Pero insistir en la inmadurez resulta especialmente inconsistente cuando ya no te aguarda el castigo sino el premio. El último sentido de presentarse a unas elecciones es el servicio público, que tiene que prevalecer ante cualquier prejuicio y capricho. ¿Qué otra cosa que un prejuicio es despreciar unos votos que se te ofrecen gratis para poder hacer aquello a lo que te comprometiste con tus votantes? ¿Qué otra cosa que un capricho es arrinconar al PP y a Esperanza Aguirre? ¿Cuánto dolor, cuánto atraso, cuánto populismo cree el PSOE que es justo que los madrileños tengan que soportar para que ellos puedan soltar a los perros de su resentimiento y de su rencor? Es una pregunta concreta que cada uno de los 9 ediles del PSM tendrá que hacerse y responderse cuando vote esta mañana. Nadie les pide que voten al PP ni a Esperanza. Sólo que mantengan la palabra dada a sus vecinos y que voten en favor de aquello que les prometieron. Basta con que 1 de los 9 vote a su propio partido y no vote a Carmena para que el proyecto totalitario de Podemos no tome la primera ciudad de España. El voto es secreto y el servicio público. La conciencia es un martilleo que no cesa cuando afloran las consecuencias de tus actos. Preferir el pequeño vicio de intentar humillar a Esperanza a cumplir con tu palabra es la clase de tic prebélico y tribal que entronca con nuestra Historia más dramática. No hace falta que la izquierda cambie. Basta con que un solo socialista entienda lo frágil que es la libertad. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 13 jun, 2015