El presidente Macron acudió el lunes acto público en conmemoración de la Resistencia francesa contra el nazismo y cuando se acercó a saludar al público, un adolescente le saludó diciéndole: “¿Qué pasa, Manu?”. Lo cuenta Enric González en una de sus crónicas desde París.
Macron se encaró con el chaval: “A mí me llamas señor presidente de la República, o señor. Estás en una ceremonia y tienes que comportarte como es debido. Hoy se canta La Marsellesa o El Canto de los Partisanos. Y haz las cosas en orden. Si quieres hacer la revolución, gradúate primero y gánate la vida, ¿vale? Entonces podrás ir dando lecciones a los demás”. El chico, en lugar de rebotarse, aprendió la lección, se corrigió, y le respondió: “Sí, señor presidente”.
La izquierda como siempre no ha entendido la importancia de lo que Macron trató de explicarle al adolescente y ha acusado al Elíseo de propaganda, por difundir el vídeo de los hechos) y al presidente de amedrentar a un pobre chico indefenso. Es curioso que el afectado se haya quejado mucho menos, y haya aprendido mucho más, y mucho más rápido, que los adversarios de Macron.
El presidente habló con el chico más rato del que recoge el vídeo de la bronca, y le animó a estudiar, a fijarse metas altas y a respetar los símbolos. Se despidieron afectuosamente.
La izquierda es un “qué pasa, Manu” moral que todo lo impregna, que todo lo destruye. La izquierda empezó siendo una falta de respeto y ha acabado siendo una falta de cualquier proyecto creíble para una sociedad moderna. Ni la misma izquierda sabe qué significa hoy ser de izquierdas, como no sea desalojar a la derecha del poder para ponerse ella.
No creo que al Macron persona le importe que le llamen Manu, o Emmanuel, pero el presidente de la República tiene el deber de defender la dignidad de la institución que encarna, y en general, de los símbolos de Francia. No es propaganda sino una lección fundamental que le explicara lo que le explicó al chico que se dirigió a él de aquella manera inadecuada. Aunque la escena hubiera estado preparada -que no consta que lo estuviera- tendría su valor, su importancia, su enseñanza. La izquierda esto no lo entiende -y por eso ha causado los estragos que ha causado a lo largo de la Historia- pero sin formalidad no hay civilización y lo contrario de la libertad es el caos.
En el “qué pasa, Manu” moral de la izquierda reside su incapacidad para entender el mundo, el alma y el misterio, y a partir de ahí, la devastación inevitable es sólo cuestión de tiempo.
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