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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Mentir y que te crean

Salvador Sostres el

Anna le dice a Maria que si se enfrenta a sus profesores por lo de la natación la acabarán considerando “una niña problemática”. Y Maria le responde: “Hacerse la buena sólo sirve para poder mentir y que te crean”. Es una respuesta tan sensacional que he de confesar que por primera vez siento envidia -envidia cochina- de mi hija. Aquí ya no sólo está lo que yo le he enseñado, sino lo que es y con lo que va a ganarme.

Maria se ha negado siempre a participar en la clase de natación. Dice que en la piscina del San Ignacio hay más orín que agua, que los vestuarios son un asco y que las profesoras no vigilan que los niños no entren a mirar. “En el fondo el único motivo es que no quiero”, me ha reconocido siempre, “pero tengo que decir algo”. Pero ¿por qué no quieres?. “Para ver qué pasa”.

Hasta ahora habíamos evitado el conflicto directo olvidando algo en la mochila. Un día el bañador, otro día las gafas o las chanclas, todo ello obligatorio y te quedas sin clase si no lo llevas. Entre la tutora y mi mujer acabaron por darse cuenta del sabotaje. Yo me hacía el idiota, y la verdad es que de vez en cuando hacerse el idiota es un placer altamente recomendable, y no esta insufrible insistencia en estar todo el día dando la cara. Maria, cuando la tutora la retaba, cambiaba de conversación y cuando la retaba su madre esperaba que acabara lo que tuviera que decirle y simplemente no decía nada. “Es perder el tiempo discutir lo que ya has decidido”, me decía luego, cuando nos quedábamos a solas.

Pero el viernes ya no pudimos falsear la indumentaria que Anna había preparado. Nos dejó justo en la puerta del colegio y la tutora estaba avisada. Para Maria y para mí fue el fin de casi dos años de haber enredado con un truco muy fácil, y aunque siempre son tristes los finales, coincidimos en que habíamos sido unos genios sacando tanto jugo de una naranja tan escasa. Y tras meses -¡y años!- de trucos y pretextos decidió asumir el hecho y se plantó. “No”. La amenazaron con castigos y ella los aceptó. La profesora de quinto le preguntó: “pero ¿tú quién eres para decidir lo que haces?” y Maria me dijo que sonrió, pero sin que se le notara. Dock Sud ya tuvo un hijo y lo bautizaron Arsenal.

Le pregunté cómo pensaba aguantar la presión en las próximas semanas y me contestó algo que volvió a sorprenderme: “empatando a cero. Mi punto débil es que no puedo saltarme una actividad de la escuela; pero su punto débil es peor, porque van a entrar en la conversación que no toca”. Debo decir que en este artículo no hay ninguna exageración ni maquillaje sobre cuáles han sido las palabras y los razonamientos de mi hija. Y cuando fuimos a hablar con la tutora nos dijo que la natación era para el colegio una asignatura tan importante como las matemáticas, la ciencia o la lengua. Maria me miró y me dijo: “¿Lo ves?”. Y no le hizo falta más. Y a cada argumento de la tutora respondía que no era serio comprar la natación con el catalán, o con el castellano, y que si ella estaba siendo correcta y sincera en sus exposiciones, merecía que se la tratara como a una persona inteligente. Y que lo tenía que ser una cantaleta acusatoria se convirtió en dos frases, que Maria había previsto mucho antes, en el triste espectáculo de una adulta dedicada al magisterio protegiéndose en el rincón de la franca superioridad de una niña de nueve años.

Tuve de hecho que rescatarla, a la maestra. Por si sienten curiosidad, fue justo en el momento en que trataba de convencer a mi hija de los beneficios de hacer deporte, tanto para el cuerpo como para la mente, e hizo el gesto con la mano de la cabeza a los pies, como poniéndose de ejemplo en la verticalidad, cuando por su geografía -para que se hagan una idea, parecida a la mía- más bien tendría que haber hecho el gesto de la General Paz.

Hacerse la buena, es verdad, sirve para poder mentir y que te crean. Pero hay algo más grave en el sistema educativo y moral de nuestros días, y es que los profesores y los lectores y los electores quieren que les mintamos. Nos piden que lo hagamos. Y prefieren que nos hagamos los inocentes, los solidarios, los bonachones, y que carguen con el muerto a los sospechosos habituales. Que no haya que pensar. Que no haya que recalcular nada. Todo como viene en los envases comerciales. Todo hecho en serie, y la filosofía, siempre la barata. Es la fiesta del montón. La profesora nada dijo las veces que María hacía ver que se había olvidado el gorro o las chanclas para saltarse la clase, pero la castigaron a comer sola en una aula cuando marcó su posición y la defendió sin moverse ni un centímetro pese a todas las amenazas. Es más cómodo tratar con cínicos y cobardes, y por supuesto cuesta mucho menos educarles. Es más cómodo pactar en silencio los términos del engaño que estilizar el ímpetu, darle contenido, épica, orgullo, y enseñar a canalizarlo.

Negarse a ir en chándal, negarse a comer en el suelo cuando va de excursión o a meterse en una piscina llena de meados -y es cierto que está llena de meados- son afirmaciones que cualquier maestro tendría que acoger, reconocer y celebrar. Que mi hija sea a los ojos de sus profesores una elitista, una faltona o una indisciplinada, constituye su propio y clamoroso fracaso, el de los profesores, mientras Maria aún mide sus fuerzas: y ensaya con el fracaso, pero sabe lo que hace. Yo también fui el que no se bañaba en la piscina del San Ignacio. Era la misma exacta piscina, y usé argumentos parecidos, aunque del vestuario y las chicas no dije nada. La directora de entonces, Júlia Castells, fundadora del colegio, y una de las personalidades más fuertes y fascinantes que jamás he conocido, me organizó el escándalo delante de mis compañeros y los maestros, pero luego muy discretamente me hizo el gesto de que me quedara, me invitó a almorzar con ella en su despacho, y pactamos el castigo que a los demás les diríamos que me había puesto para que quedara claro en su escuela, la piscina no se la saltaba nadie.

Ni asumiendo que estábamos haciendo propaganda se atrevió a decirme que la natación era igual que la matemática.

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