Salvador Sostres el 23 feb, 2017 Pablo y Tania fueron el primer matrimonio Ceaucescu de la política nacional. Antes en Cataluña tuvimos a Joan Saura e Imma Mayol, de Iniciativa per Cataluña, a los que llamábamos comunistas aunque hoy, comparados con Podemos y la Cup, me parecen unos socialdemócratas de toda la vida. Pablo ha cambiado a Tania por Irene, y le ha faltado tiempo para sentarla a su lado en el Congreso, después de habernos llamado casta y corruptos, y de haber insultado a Ana Botella por ser alcaldesa de Madrid y esposa de José María Aznar. Los comunistas nunca quisieron cambiar el mundo sino ocupar nuestro lugar, y como en su naturaleza no está la misericordia, ni la piedad, convierten la vida de los otros en un infierno. Que Alberto Garzón defienda que el régimen estrepitoso de Nicolás Maduro mantenga en la cárcel a Leopoldo López, por considerarlo un golpista, es prueba de hasta qué punto la izquierda totalitaria, la indigencia intelectual y la aniquilación de la disidencia son una unidad de destino en lo criminal. De igual manera, los comunistas tampoco quisieron nunca matar a Dios sino sustituirle por su nomenclatura, y por eso hacen el ridículo hasta convertirse en la parodia de sí mismos con sus purgas internas, su adoración del amado líder y el poder que da a sus distintas novias. Cualquier defecto o estrago de la política libre y democrática -que es así como hay que llamarla, porque los viejos son los totalitarios- palidece ante el más elemental ADN de la izquierda populista y salvaje, cuyo único motor es la obsesión revanchista y poder tener nuestras joyas. Por todo ello es una excelente noticia que Pablo y no Íñigo -estos se llaman por el nombre, como las chicas del burdel- haya ganado el congreso de su partido, porque así veremos brillar a esta ideología en todo su esplendor y hasta a lo mejor, por una vez, los españoles, podemos ver venir la humillación y ahorrárnosla sin ser necesario que nos arrastre durante algunos, muchos años. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 23 feb, 2017