Salvador Sostres el 12 ago, 2016 El destino de los hombres es trabajar y pagar las cuentas de los restaurantes. Cada uno de nosotros, puesto ante un trabajo concreto y adecuado para nuestras potencialidades, somos hombres de provecho, y le salimos a cuenta a la Humanidad. Pero el hombre ocioso de las vacaciones suele tener ideas nefastas. Como por ejemplo enfundarse un traje grotesco, un casco que parece un melón abierto por la mitad y jugarse la vida en la carretera montado en una bicicleta. Estoy asombrado de la cantidad de insensatos con los que me cruzo por las carreteras del verano. ¡Qué modo tan estúpido de poner en riesgo sus vidas! ¡Qué arrogancia provinciana y suicida la de apelar al argumento de los derechos del ciclista! ¡Cómo van a tener derechos personas tan superficiales, vanidosas y absurdas que se exponen a morir por el más mínimo roce, descuido o error de un coche! Y en cualquier caso, ¿de qué sirven los derechos en la tumba? Hay una dejadez, una profunda dejadez inhumana, que desprecia los dones de la Creación, y entre ellos el más sagrado, que es el de la vida. Me pregunto en qué piensan, en qué coño piensan los ciclistas cuando salen a la carretera entre coches, camiones y autocares. Me pregunto cómo calculan el riesgo y qué significado tiene para ellos seguir vivos. No se trata ni de normas ni de derechos. Se trata de sentido común, y de comprender que una bicicleta es una pluma al viento entre coches y camiones. Se trata de que prevalezca una lógica razonadora y no la primera tontería que en cada momento se ponga de moda y que nos nubla hasta el más elemental sentido de supervivencia. Se trata de ir más a Misa que en bicicleta, de muscular más el alma que las piernas, y de no dar demasiado tiempo libre a quien no sea capaz de superar un determinado test de inteligencia. Salvador Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 12 ago, 2016