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Las monjas misioneras (Leído en Herrera en COPE)

Salvador Sostres el

Ayer Carlos Herrera entrevistó al presidente de COPE, nuestro querido Fernando Giménez Barriocanal, y no tuve tiempo de contar la siguiente anécdota yo creo que reveladora sobre el papel de la Iglesia en el mundo.

El conocido economista catalán, Xavier Sala i Martín, profesor en la universidad de Columbia de Nueva York, quiso montar una onegé, a la que llamó Umbele, para favorecer el desarrollo del continente africano. Como buen liberal, el contrato que estableció con sus donantes era, y es, que cada euro que aportaran llegaría íntegro a África sin que lo mordiesquearan los intermediarios.

El profesor, que ni es religioso ni tenía entonces demasiada buena opinión de la Iglesia, buscó en Barcelona, en Nueva York y en África personas de toda clase y condición que le ayudaran a hacer que cada euro llegara entero a sus destinatarios, y después de equivocarse, de poner la confianza en tantas y tantas personas que no eran dignas de ella, a pesar de que iban por el mundo de indignados y de solidarios, dando siempre lecciones a los demás pero sin estar nunca a la altura cuando iban a reclamárselas; después de tener que poner dinero de su bolsillo para compensar fraudes y gestiones aproximadas, se dio cuenta y aceptó que las únicas personas en las que podía confiar era en las monjas misioneras, que no querían nada a cambio y todo lo hacían, y lo hacen, por amor.

Yo no creo que Xavier sea ahora un hombre de misa, pero no se ha cansado de contar su experiencia, y siempre más ha hablado con respeto y reconocimiento de las maravillosas monjas misioneras.

Podemos insultar a la Iglesia, podemos decir que vamos a revisar el concordato, y podemos obsesionarnos con sus defectos, que naturalmente los tiene, como cualquier obra humana. Pero al final, cuando todo se derrumbe, ella estará siempre, con su parte de imperfección pero con todo su amor, con sus panes y peces multiplicados, con la ternura y la compasión, y siempre abiertos sus brazos.

Hay algo que nunca acabamos de comprender, pero que siempre es lo que nos acaba salvando. Este algo se presenta de formas muy diversas, que a veces parecen más o menos importantes. Y aunque lo intuimos, nunca sabemos identificar exactamente qué es. Créeme, este algo es Dios, y girarle la espalda es algo peor que un crimen: es un error.

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