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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Las hogueras contra Arcadi

Salvador Sostres el

La plantilla de El Mundo ha escrito otra de sus valientes cartas -todos contra uno, vómito del tumulto- para encenderle la hoguera a Arcadi Espada. A mí me la encendieron unas cuantas veces; también se la han encendido a Dragó últimamente. Arcadi escribió un artículo la semana pasada razonando que las intervenciones quinquis de Rufián en el Congreso merecen un lenguaje igual de barriobajero como respuesta. E incluía un ejemplo ilustrativo y sin duda extraído de los más delicados versos de la poesía provenzal.

En una lectura increíblemente estúpida del artículo, la plantilla de El Mundo le ha escrito una carta a su director para rechazar “las palabras vulgares groseras, y homófobas” de Espada, cuando precisamente el articulista deformó su lenguaje para denunciar a la manera de Valle -los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento- el proceder navajero del diputado de Esquerra.

Con todas las excepciones personales que quepa descontar, no hay en la prensa española ningún colectivo más pernicioso y miserable que los que se autoproclaman “los trabajadores de El Mundo”. Pedrojota les disimulaba la zafiedad con su liderazgo incontestable pero cuando se fue, su extrema inmundicia les quedó al descubierto. Su líder natural fue David Jiménez, que con su sectarismo y su brevedad intelectual le dio una estocada casi mortal al periódico. Quedaron retratados junto a él y casi provocan el cese del negocio los que tanto dicen ser los guardianes de su esencia.

Con Lucía Méndez y Pedro Simón al frente, seguramente los dos periodistas más funestos, hipócritas y arrastrados de España, los llamados “trabajadores de El Mundo” llevan años insultando el legado de Pedrojota y no sólo son incapaces de detectar el talento y la inteligencia sino que arremeten contra todo lo que no está al exacto nivel de su impostura y de su incompetencia: a veces por envidia, a veces por la rabia que genera la impotencia, a veces por el tic totalitario de la corrección política y de la izquierda, a veces por el complejo de inferioridad que les provocan sus prejuicios de señoritas aficionadas, y otras porque simplemente no pillan la metáfora.

La carta contra Arcadi ni llega a ataque a la libertad de expresión, porque es demasiado tonta para que alguien con dos dedos de frente pueda tomarla medianamente en serio, pero es un atentado contra la inteligencia, contra la higiene moral que debería implicar la alfabetización regular en una democracia avanzada y es una vergüenza para El Mundo y para el prestigio y credibilidad que pueda quedarle al periódico. Y además de ser cobarde por arremeter todos contra uno, lo es igualmente, y todavía más, por no ir firmada, y esconderse sus autores y sus supuestos abajofirmentes, en el anonimato del colectivo, como cuando en las peores pesadillas de Europa la turba se juntaba por la noche y la mañana siguiente amanecía con los cristales rotos.

Es curioso -y seguro que materia de profundo análisis para cualquier psiquiatra- cómo los que más se escandalizan por las metáforas sobre el fascismo, y más dicen rechazarlas, son los que de un modo más naíf y vulgar encarnan los peores comportamientos totalitarios.

Recuerdo que cuando también estos cobardes -como hoy tumultuosos y anónimos- firmaron una de sus fatuas contra mí, Pedrojota me llamó para decirme que si algo le faltaba para mantener mi colaboración intacta era precisamente una carta de semejante bajeza. No hay artículo más miserable y estúpudo que se haya publicado en los últimos diez en la prensa española que las cartas de estos chicos: esto último no me lo dijo Pedrojota, lo digo yo, con el orgullo de ser lector de Arcadi desde que tengo uso de razón y su amigo desde que una noche en el Hispania decidió hacer una excepción y bajó el listón de su exigencia hasta que cupe yo.

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