Ahora dicen los soberanistas que la independencia de Cataluña ya no es para mañana, ni puede conseguirse sin negociar con el Estado. ¡Vaya por Dios! ¡Y yo que ya me había puesto las picardías!
Bueno, bueno, bueno. Para que luego digan que el presidente Rajoy no hizo nada. Hizo lo que tenía que hacer, que fue no moverse y esperar a que los independentistas se encontraran de frente con la realidad.
Ni con los tanques, ni con la Guardia Civil, ni con ninguna represión violenta ni violentada.
Simplemente con la realidad, con su realidad. Con la realidad de que no hay suficientes catalanes independentistas, y todavía menos catalanes que estén dispuestos a pagar el precio real de la independencia.
La realidad de que los mismos líderes que azuzan a la masa, se acobardan cuando llega la hora de desafiar al Estado, y de exponerse a ser inhabilitados.
La realidad de que un Estado no es una broma, y de que España, por mucha parodia que hagan de ella, es mucho más fuerte y estable de lo que siempre han querido entender, y cuenta con la clara complicidad de la Unión Europea y de la comunidad internacional para sofocar cualquier sublevación regional.
Ni hacía falta ceder, como ansiaban los falsos soberanistas, que en el fondo son sólo unos cazapropinas; ni hacía falta perder los nervios como una histérica y crear el caos que tanto agrada a los que buscan la legitimidad moral en el agravio.
Así las cosas, la gran esperanza de los independentistas, es que Pedro Sánchez y Podemos gobiernen, para poderles sacar todo lo que quieran, porque con Rajoy saben que no van a conseguir nada.
Y con la recuperación económica a medio terminar, lo de Cataluña por acabar de cerrar, y los retos nada fáciles de la seguridad global, España está, nada menos, que en manos de lo que decida hacer Podemos, porque ya sabemos que Pedro Sánchez hará cualquier cosa para llegar a La Moncloa.
Yo quiero volver a mandar otro inmenso abrazo a los votantes, que como todo el mundo sabe, nunca se equivocan.
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