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La derecha como insulto (Leído en Herrera en COPE)

Salvador Sostres el

Pedro Sánchez ha dicho que rechaza por igual la derecha del PP y la de Ciudadanos. Es comprensible que los socialistas usen el concepto de la derecha como un insulto. Lo que es demencial, y terrible, es que la derecha haya asumido el insulto y, cautiva y desarmada, reniegue de ella misma.

Las cosas empezaron a degenerar cuando nos avergonzamos de ser de derechas. Cuando nos sentimos poco modernos por defender el orden, la primera vez que tuvimos miedo de aplicar la ley, o cuando nos creímos más homologados para el siglo XXI contribuyendo al desprestigio de la autoridad.

¿Cuándo nos empezamos a sentir culpables por ser de derechas? ¿Y por qué? La izquierda ha ganado en España todas las batallas ideológicas, a las que la derecha no sólo no se ha presentado sino que ha dedicado todos sus esfuerzos a negar que la derecha existiera.

Todo, todo ha quedado arrasado por la izquierda. Por eso tenemos una sociedad quejica y desmoralizada. Por eso las piernas nos tiemblan demasiado cuando alguien nos pide la parte de sacrificio que se precisa para cualquier reto. Y por eso, también, lo que falsamente se llama la nueva política no son más que Narcisos amanerados, vacíos de cualquier contenido intelectual y desprovistos de cualquier tensión, espiritual o moral, que les lleve a hablar de algo que no sean sus insufribles ñoñerías.

Es tan bajo el listón que no podemos ni verlo, confundido con el suelo. Un país sin derecha es un país sin rigor, y un país sin temor de Dios es un país condenado a la tiranía del tumulto y del capricho.

¿Por qué nadie rebate la mentira de que somos una sociedad laica? ¿Laica? ¿Qué significa laica? En los viejos buenos tiempos, Laica era simplemente el nombre de una perrita que mandamos al espacio. ¡Adiós, Laica!

Mientras en España todo el mundo se esconda en lo fácil, por ahorrarse pagar el precio de lo correcto, seremos náufragos. Mientras la derecha no comparezca, con sus deberes, su tensión y su autoexigencia, seremos un país sin alma, de perdedores e invertebrados.

Crecer es darse cuenta de que somos nosotros las únicas víctimas del resentimiento atroz. Vivir de espaldas a Dios no es negarle a Él sino a lo más esencial de nuestra condición.

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