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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Esplendorosa avenida

Salvador Sostres el

Ganar es en lo que he educado a mi hija, salir a ganar y ganar desde el minuto uno. Mandar. Siempre ha podido hacerlo. Este año, en un colegio nuevo, tiene que remontar. Pesa la nostalgia de las antiguas compañeras y la cierta desorientación de cuando todo es nuevo y es menos confortable que las viejas rutinas, aunque cuando las vivía las despreciaba y quería el cambio.

Yo tambièn me he educado a mí mismo en ganar, y meter 10 goles más cuando ya gano tres a cero me cuesta menos que meter uno solo para empatar. También lo meto, y luego otra vez la decena completa, pero la incertidumbre no es mi estado y nunca me bastó participar. Cuando además el partido lo jugamos mi hija y yo contra el mundo, la incomodidad de ir por detrás se convierte en angustia y soy un padre menos seguro, más débil y zozobrante de lo que querría. Aguanto, pero con demasiada dificultad, algo me consume por dentro; intento -creo que con eficacia- que ella no me lo note, pero en el espejo del padre que yo pienso que tendría que ser me veo menguado, pequeño, algo desposeído. No me asiento bien sobre las cosas.

Estos procesos de cambio y adaptación son necesarios para los hijos, fundamentales, y forman parte del aprendizaje más que cualquier otra asignatura. Pero los que estamos acostumbrados a que todo salga bien desde el principio, a llevarnos de entrada la vida por delante, y a marcharnos cada entre aplausos, tenemos que aprender a endurecer el talento en las profundidades.

No me gusta ni pensar ni escribir ni sentirme en las tesituras de estos artículos, pero yo lo escribo todo, especialmente lo que no me gusta. Detesto la debilidad y más aún mi propia debilidad, y ya no digamos si la situación afecta a mi hija. Me ayuda poco hablar de ello, y es inútil pedir consejo cuando ya sabes cómo la historia empieza y termina. Pocas cosas pueden decirte que no te irriten. Lo único bueno, por lo menos para mí, es que se me corta el hambre, y hasta la sed, más que con cualquier Ozempic.

Luego recuerdas que eres un padre, el padre de Maria, que a los niños les gustan las nueces, y sales del drama recuperando la vida. Hablando, haciendo magia, disputando cada balón del partido. Como siempre, sin que te dé tanto vértigo el alambre donde a fin de cuentas siempre te has tambaleado. Sabiendo que está solo, solo en el centro con tu hija, confiando en ella, para esto la educaste, y haciéndote digno de que confíe en ti. Son victorias más lentas, cuya épica se disfruta al cabo de unos días, aunque he de confesar que por trabajadas que sean, y por mérito que tengan, quizá más que las que se producen tal como a nosotros nos gustan, no siento demasiado apego a ellas, ni un particular orgullo, y siempre preferiría que no hubieran tenido que producirse. Hay personas, algunos amigas, que disfrutan las remontadas. Yo sólo las aprecio en el Real Madrid. Cuando es la vida de mi hija prefiero entrar en tanque y multitudinarios desfiles por lo que antes fueron callejas sombrías y que mucho antes de que yo llegara alguien barrió para convertirlas en una esplendorosa, amplísima avenida.

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