Salvador Sostres el 27 jun, 2015 La muerte del niño de Olot enfermo de difteria confirma la victoria del socialismo y de cómo la izquierda, en su delirante intento de sustituir a Dios, ha retorcido hasta arruinarlo cualquier concepto por poderoso que fuera, cualquier idea por elevada que resultara su belleza, y la inspiración que impulsa a los hombres a concretar su deseo de mundo mejor. Este izquierdismo relativista que odia el progreso, y que en su desesperación laica, y profana, usa la libertad para destruir al hombre en lugar de para salvarle, ha llevado a unos padres a poner en peligro la vida de su hijo hasta causarle la muerte. Hay que decirlo: no ha sido una muerte por mala suerte, ha sido un asesinato, el asesinato frío y despiadado de un socialismo que insiste en su deplorable ideología aunque sea al precio de llevarse por delante tantas y tantas vidas. Un crimen más que hay que imputar a este socialismo que pretende igualarnos en el rebuzno, en la ignorancia, en el desprecio por la vida, en su ideología funesta y mortífera que siempre que se ha aplicado es desoladora la devastación que ha causado. Son una cosa y lo mismo la monja Forcades embarcada en la llamada Flotilla de la Libertad, para difundir su intolerable propaganda terrorista contra el Estado de Israel, que los padres del pobre niño de Olot, que se embarcaron en su demencia y en su humanidad naufragada hasta acabar con la vida de su hijo. La única diferencia entre ambos casos es que Dios llegó a tiempo en el caso de Forcades, marcándola con una fortísima indisposición que le ha obligado a abortar su patético viaje. Los padres del niño fallecido se quejan ahora de que fueron engañados por los apologetas de la antivacunación. No hay duda de que la antivacunación es un engaño, pero ellos son padres y cuando un padre es capaz de anteponer una estúpida teoría a la vida de su hijo se convierte en un enemigo de la Humanidad y merece que caiga sobre él la carga de los más hondos remordimientos y todo el peso de la Ley. “Eres cruel”, me dicen, “por escribir esto de unos padres que acaban de perder a su hijo. ¿Has pensado en cómo se sentirán?”. Hay un Occidente atrofiado de bienestar que siempre se hace las preguntas equivocadas y que nunca tiene piedad. ¿Los padres? ¿Ahora tenemos que preocuparnos por cómo “se sienten” unos padres que han llevado a su hijo a la muerte con su total frivolidad? ¿Y el niño? ¿Cómo crees que se sentirá? ¿Quién va a devolverle lo que le han robado? ¿Cuántos sentimientos de cuántos padres que no vacunan a sus hijos -y que ponen así en peligro no sólo la vida de sus niños, sino también la de los nuestros- vamos a tener que aguantar? ¿Cuántas muertes más hasta que comprendas quién es la víctima? ¿Cuánto dolor más hasta que sepas en qué lado situar tu compasión y tu ternura? ¿Cuánto socialismo más, contra la alegría y contra la vida, para disimular la falta que te hace el Dios al que te empeñas en negar? El socialismo con su siniestro paradigma mental, el socialismo con su incapacidad para el amor, y su resentimiento que sólo conduce a la destrucción, son los asesinos del pobre niño de Olot y los mejores cómplices del terrorismo islámico, en Palestina y en cualquier otro rincón del mundo. Deus caritas est y cuando expulsas a Dios, cabalga la muerte. En días como hoy se hace difícil hasta rezar. ¿Qué podría pedirte, Dios mío, que nos hayas concedido ya, una y mil veces, y mil veces más? Si unos padres en pleno siglo XXI son capaces de no vacunar a su hijo en nombre de la más demostradamente terrorífica de las propagandas significa que la Humanidad está siendo abandonada. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 27 jun, 2015