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El cáncer y el resfriado

Salvador Sostres el

A remolque del manifiesto promovido por mi querido José María Albert de Paco, y que hemos firmado todos, El Mundo ha publicó el sábado un editorial en defensa de Arcadi Espada, ante la denuncia presentada contra él por la Consejería de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat “por un posible delito de odio y discriminación contra las personas con discapacidad”.

El manifiesto de Pepe es magnífico y sereno, la denuncia, una estupidez más de esta Generalitat, y el editorial de El Mundo, puesto de repente a defender la libertad de expresión, es de un cinismo que tendría que avergonzarles.

Dice la pieza, titualada “Arcadi Espada: con la libertad de opinión, siempre”, que la tonta denuncia constituye “un ataque obvio a la libertad de expresión que persigue silenciar una voz incómoda desde hace muchos años para el nacionalismo”. Es cierto, aunque sólo en parte. Porque la incomodidad de Arcadi, como la violencia, no necesita adjetivos ni complementos circunstanciales. La voz de Arcadi es incómoda sin más (y sin menos, claro). El nacionalismo sólo es uno de los incomodados, y El Mundo no es creíble en su súbita defensa de la libertad de expresión cuando promociona y patrocina a personajes de la calaña de Lucía Méndez y Pedro Simón -entre otros tantos abajofirmantes- que no hace ni un año persiguieron a Espada por una columna que escribió sobre las maneras del diputado republicano Gabriel Rufián. No recuerdo de entonces ningún editorial del periódico defendiendo la libertad de expresión, ni mucho menos a Arcadi. Sí recuerdo la pachorra, la desfachatez y esa indiferencia que necesita cualquier totalitarismo para asentarse, del director de la casa y de Unidad Editorial como empresa, mientras los demás periódicos usaban la carta de la redacción para linchar a su protagonista.

¿Le preocupa a El Mundo la libertad de expresión, le preocupa Arcadi? ¿O sólo atacar al nacionalismo? ¿Qué diferencia hay en el grado de miseria moral y de estupidez que se requiere para acusar a Arcadi de homófobo por aquel artículo sobre Rufián y el que se necesita para acusarle de odiar a los discapacitados por su artículo eugenésico?

Desde que echaron a Casimiro, El Mundo es un diario liberticida en el que prevalece los sectarios y los mentirosos, el odio y la mezquindad, y se ha convertido en un insulto mayúsuculo, en un escupitajo a los principios con que Pedrojota lo fundó. Precisamente contra Arcadi, la redacción de El Mundo, instigada por Méndez y Simón, se ha convertido en la vergüenza de la prensa española (con todas las excepciones personales que quepa salvar, que son unas cuantas). En ningún otro periódico de la nación la redacción se ha levantado contra la libertad de expresión del mejor columnista del país, ni mucho menos ha intentado silenciarlo.

El Mundo, más que dar lecciones, tendría que pedir perdón, curarse de su enfermedad totalitaria y regresar con humildad y con la lección aprendida a sus valores fundacionales.

Sobre todo al principio, Arcadi es incómodo, la libertad es muy difícil y ceder a la tiranía la corrección política es muy fácil. Con el tiempo, Arcadi continúa siendo incómodo, pero aprendes a quererle mucho; la libertad nunca se cansa de ser difícil pero entiendes que vivir difícil es el único modo de no convertirte en una alfombra; y lo fácil que parecía ceder a aquella tiranía acaba convertido en un tan hondo asco que no lo puedes soportar, que supongo que es lo que a El Mundo debió de ocurrirle con la denuncia contra Arcadi de la semana pasada.

Y me parece muy bien y es un progreso y ningún progreso es despreciable, pero de nada les servirá curar el resfriado si no extirpan el cáncer.

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