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Blogs French 75 por Salvador Sostres

El amor que os queda

Salvador Sostres el

Cuando a partir de los 40 divagas, las autopistas se vuelven demasiado aceitosas y resbalas creyendo que todavía eres el que ya no eres y que te queda fuerza para lo que en verdad no guarda ninguna proporción con la edad que ya tienes. Pero aún el hombre es un hombre y por las brechas de lo roto le entra la luz, tal como un poema corre el riesgo de no ser nada pero no sería nada sin este riesgo.

He visto a mis amigos mayores acudir con su edad abultada al envite, y acudiendo les he descubierto más jóvenes que nunca, y con un vigor que ni yo recordaba, y con esa luz en los ojos del cachorro insensato que cree que el mundo está hecho de la medida de su pasión y que no hay literalmente nada que no pueda mecer en sus brazos. Puede que al final alguien piense de ellos que fueron unos idiotas. Puede que les hagan la parodia y hasta el escarnio del que arriesgó más de lo que podía defender y que perdió mucho más de lo que tenía: no sólo el amor, sino en la vida.

Pero he de deciros, queridos amigos míos, que a mis ojos nunca parecéis ridículos. Y que si hace años fuisteis mis héroes por vuestro oficio y por vuestro talento, y por el camino que generosamente me abristeis; ahora lo sois por esta valentía que os rejuvenece, por esta adscripción incondicional a la vida, por el impúdico y tan hermoso arte de vuestro amor desnudo, por la valentía de jugar con dragones de los que sabéis que si os voltean escasamente podrías defenderos.

Ahí estáis, como cuando arriesgasteis vuestro talento contra el sistema, como cuando épicamente me defendisteis y todo el mundo quería echarme, como todos estos años en que hemos sido amigos y en vosotros y con vosotros he recordado el gusto de vivir cuando ya casi lo había olvidado. Pensaréis que ya sois mayores, y lo sois Pensaréis que es arriesgado, y lo es. Pensaréis que os podéis hacer daño, y no soy yo quien vaya a negaros el evidente filo del espanto.

Pero ésta es la vida que os queda, el amor que os queda, el don de Dios que vale igual que el primero que os fue concedido y sobre el que tenéis la misma responsabilidad y por el que tendréis que responder exactamente lo mismo cuando Él os pregunte qué hicisteis con lo que os dio.

Vuestro ímpetu se parece más a la vida que cualquier renuncia. Vuestro amor está intacto y siempre queremos por primera vez, como un chico. Os deseo que la marea suba hasta que os deje los peces en los corrales, pero que nos ahogue en uno de sus excesos. Os deseo toda la felicidad, y toda la textura, y que os queden fuerzas para explicármelo, porque somos guerreros y cronistas de nuestras gestas, y no existe lo que no se declama entre los amigos, para que todos brindemos.

Sois la vida, sois mi vida. Y aunque es terrible el precipicio, y no somos lo fuertes que éramos, el instinto es el de siempre, la inteligencia se ha convertido con el tiempo en nuestra mejor arma secreta y Dios sigue siendo uno de los nuestros.

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