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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Dos amigos

Salvador Sostres el

1.

Hoy un amigo se ha ido de excursión y esto me ha disgustado. “Vamos a subir un pico”. El nacionalismo tiende siempre a la excursión, que es lo que yo más detesto. Cuando veo una montaña huyo en dirección contraria. Los nacionalistas trepan por ella. Mi amigo no es nacionalista pero es muy religioso. Hay una iglesia que trepa, que ve las montañas como “suspiros de Dios” y establece un paralelismo entre la cima y el Cielo. Como si subiendo ascendiéramos, como si autoimponiéndonos un reto pagano, trivial, inventado, satisfaciéramos a Dios cumpliéndolo. No hay mala fe en ello y por eso no me enfado. Pero hay malversación como en la transferencia sentimental con los animales domésticos, y esto es lo que me disgusta.

El becerro de oro también y sobre todo se esconde en la naturaleza. Hay una llamada animal, selvática, a la que a muchos les cuesta no responder. Es comprar cupones falsos para el Banquete Eterno. Hay una tentación en cada hombre de convertir su vida en una gincana de desafíos hechos a su medida creyendo que Dios va a homologarlos como tickets para la Salvación. Yo no creo que San Pedro se deje engañar con semejantes trucos. Todos confiamos en su indulgencia, en que lo bueno compense lo malo, que nuestra inevitable imperfección le conmueva y se apiade de nosotros aunque sea en el último momento. La naturaleza es una evasión como lo es su fruto más bello, la mujer.

Los planes de Dios se sustancian en los restaurantes, almorzando y cenando con las personas a las que queremos, escuchándolas, confortándolas, poniendo por ellas la otra mejilla. Hacer ejercicio es becerril. A Dios se le complace musculando pero el alma, siendo sobresaliente en el trabajo, creando mediante tu disciplina concreta más bienestar para todos y estirando los límites de la Humanidad cada vez un poco más lejos. Subir una montaña es rehuir una conversación culta, civilizada. No es esforzarse, es querer llamar la atención de Dios como el niño que avisa a sus padres para que vean cómo ha aprendido a tirarse de cabeza a la piscina. Somos nosotros quienes nos tenemos que fijar en Dios y no hacer el indio para que Dios se fije en nosotros.

Luego mi amigo me ha llamado y me ha confesado que no era feliz en las montañas, que han sido bastante desagradables las escenas, y que estos días no le han servido para nada. No hay metáfora, me ha dich. No hay metáfora es cosa que yo ya sabía tras muchos años de huir de estas piedras amontonados.

Está bien que también él lo sepa, aunque algo haya tenido que trepar para aprenderlo. De todo se aprende, sobre todo de lo que se huye a tiempo.

2.

Hoy a otro amigo le duele terriblemente la espalda y no quiere tomar medicamentos porque cree que menguan su percepción intelectual, tal como algunos creen que cuando llevan a reparar sus iPhones al paki de la esquina, el landronzuelo sarraceno les quita los chips de Apple y los cambia por otros más baratos para poder vender los originales en el mercado negro. Mi amigo cree que cualquier sustancia alteradora introducida en su cuerpo le va a empeorar. Por eso no bebe vino, por eso no toma drogas, por eso todo lo que come es muy bueno o él piensa que es muy bueno y está perfectamente controlado y supervisado y elegido por él. Él sinceramente cree que las medicinas en general y todavía más las que alteran las funciones mentales, le van a robar precisión y velocidad en el racionamiento. Y por lo tanto, intenta convivir con el dolor aunque sea de la manera más salvaje imaginable, aceptándolo, asumiéndolo como una heroicidad. Con la idea falsa, pero el orgullo cierto de que de esta manera podrá continuar viviendo sin renunciar ni a una gota de lo que él cree que es su vigor intelectual y lo que le hace ganar dinero, sabiduría y capacidad de hacer felices a las personas a las que ama. Le duele y le reduele pero él nunca se queja.

Él no es de esos. Él es de los que resiste, y resiste en silencio, y no es nunca ninguna carga para los demás, porque en su vida todo es dar, ganar para dar, ganar más para dar más, y una vez ganado todo, darlo absolutamente todo y quedarse sin nada.

Este es mi amigo, empresario tiburón para muchos, pero mi más delicado amigo; agresivo para los que negocian con él pero insustituible amigo para librar juntos todas las causas de la bondad, de la generosidad y la ternura, mi amigo más noble más intenso y más honesto, porque realmente no hay ni una de las cosas por las que él lucha que le interesen lo más mínimo y si las gana es para dárselas a alguien, alguien a quien quiere, y cuando quiere no tiene límites.

Tomar fármacos no va con él porqué no quiere sentirse débil, porque se odia de enfermo, se odia en el papel de lo que necesita y del que no puede dar.

Se odia desvalido, pero no tanto porque le duela, sino porque sabe que es un tiempo que pierde para poder ayudar a los demás a conseguir lo que quieren. Se odia desvalido y en la necesidad de pedir algo a alguien, porque prefiere presentarse ante el mundo como el que es capaz de dar seguridad a todos, como el que nunca va a desfallecer, como el único que no va a tener nunca dudas ni va a ser menos fuerte que las fuerzas de la desgracia cuando vengan a buscarnos. Él sabe que vendrán. Él sabe que nunca se han ido. Él sabe andan por ahí merodeando y que sólo por algún milagro y por su estricta vigilancia no han podido aún saltar la muralla.

Le duele la pierna, le duele la espalda, le duele horrores, casi no puede andar, pero cuando hay visitas disimula y con la cara tensa de dolor, se levanta y va a una parte y a otra según le exige el guion del encuentro, porque quiere ser, continuar siendo absolutamente él, minuciosamente él, militantemente él, hasta las últimas consecuencias de su talento y hasta la última gota de su fuerza. Para demostrarnos que estamos a salvo. Para que podamos creer que podemos ir sin miedo donde queramos porque él como un soldado en la noche estará velando por nosotros.

Él quiere darnos cada día el inmenso regalo de ser el más fuerte. Él quiere ofrecernos como prueba máxima de su amistad que nunca se rinde, que nunca se doblega, que nunca nadie ni nada le hacen perder el nervio, para que nosotros podamos saber que cuando nos agotemos y no podamos mantenernos en pie, siempre le vamos a tener a él, que va a responder por nuestra flaqueza. No lo hace por chulería ni por orgullo, lo hace porque realmente quiere darnos este consuelo, él que a él nadie le dio cuando su mundo se vino abajo y tuvo que volverlo a levantar con sus propias manos. Él quiere darnos este último cobijo, esta última colchoneta para que podamos rebotar y volver a la grandeza.

Mal y tarde llego siempre a tratar de convencerme de que la farmacología no está reñida con los héroes, y el efecto suele ser el correcto; y que el dolor amarga, hunde, ensucia. Los medicamentos son las chucherías de los adultos y los postres de los viejitos. Podemos ser líderes de un tiempo nuevo y tomar ibuprofeno. Podemos darnos el martillazo en la cabeza del Stilnox para poder dormir y no perder ni un gramo de audacia y yo lo tomo y soy el primer articulista de España.

Encore:

Los buenos sentimientos son lo que importan, las buenas ideas son las que hacen que la Humanidad prospere.

No hay que perder el tiempo en subterfugios que no llevan a ninguna parte. La excursión es atroz. El dolor es repugnante. Tenemos las ciudades y tenemos los restaurantes, tenemos los medicamentos, tenemos inyecciones y los quirófanos cuando nos hacen falta. Estoy encantado de vivir rodeado de personas heroicas. Pero yo sé que vuestra heroicidad va mucho más allá y no acá de lo que la medicina o la vida civilizada pueden resolver.

No está en vuestros excentricidades, sino en vuestras virtudes más simples y fáciles y emocionantes de detectar, vuestro inmenso valor como amigos y como guardianes de lo mejor del hombre libre y bondadoso.

No os lo digo con arrogancia, os lo digo con egoísmo: no os hagáis un daño innecesario. Entre otras cosas porque yo siempre voy a necesitar que me veléis y me protejáis como los Ángeles que sois disfrazados de personas normales.

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