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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Diálisis

Salvador Sostres el

Me gusta lo roto. La herida, lo que se rompió. Lo que no está en su lugar es lo que más me atrae de una chica, a poder ser joven. Ese dolor con el que tan fácil y natural y emocionante me resulta empatizar, y que me da una extraña fuerza vampirizarlo, hasta volverlo esperanza.

Soy la diálisis de las chicas a las que amo.

Y a través de mi cuerpo y de mi farsa y de mis buenos sentimientos -que también tengo- su sangre desesperada se vuelve un estanque en calma. “Y las hojas caían en el agua de tu alma”. Se me da bien amar desde la brecha, desde el grito, agrimensor de la herida, héroe de la remontada. Te quiero porque creo en ti. Algo de mí se pliega sobre tu dolor y estoy feliz de haberte conocido.

Lo que simplemente funciona no me necesita, no me reclama. Amo tus grietas, son el sarmiento de mis metáforas. Lo que se rompió, lo que alguien escondió en otra parte y no lo puedes encontrar. Amo tus lágrimas y sobre tus pesadillas amontonadas construiremos esta fortaleza de humor, talento e inteligencia. Al fantasma hay que mirarle a la cara. No temas a los cocodrilos del foso. Les convertiremos en el mejor número de nuestro circo.

Hay algo de terrible en todo esto y no pretendo negármelo, ni siquiera negarlo. Desde que mi exmujer me dijo “es que tú no me necesitas para ser feliz” me he sentido liberado -y es toda una liberación- de la parte pesadísima de tener que convencer a los demás de lo que siento. Hay algo inquietante en mi pasión por tu herida, algo de carterista que hace ver que te acaricia la pierna mientras lo que busca es la última raíz de lo que te muerde. Soy un escritor de comedias acercándome a tu tragedia porque de verdad creo que la Humanidad merece ser salvada. Y aunque tú crees que no, yo sé que también para ti hay una salida. Mi torpeza está en empatizar con tu rotura hasta el extremo de olvidar que yo escribo comedias y no tragedias, redenciones y no flores del mal. Me gusta lo roto pero yo no lo estoy: y esto lo olvido y a veces me pierdo y cuesta regresar.

Pero está también, mi amor, la parte en que la comedia eres tú y que más no puede divertirme. Tienes una gracia especial para sembrar de abismos los campos más plácidos. Como amapolas entre el trigo, tus agujeros para quien, como yo, más no puede amarlos. Pero son cráteres de erupción devastadora para quien no te presiente. Y aunque parezca lenta, nadie corre más que la lava.

Tendría que escandalizarme, y me escandaliza, lo que has destruido a tu paso, lo poco que tras de ti ha quedado en pie. Pero me pasa como en Californication, que al final no puedo parar de reír. Porque puede que haya algo de especial -por decirlo de un modo indulgente- en mi amor por tus trocitos, pero las más memorables figuras de la épica de nuestra era son los hombres distraídos que caen en los brazos de tu amor sin verte la herida ni poderla imaginar. Estos novios mayores, pero aún de 3.500 -ya te concedo que netos-, que dejaron su familia porque creyeron que su solución eras tú. “Mirant-lo anit, tan dolç i tan tendret, vaig oblidar adormir-me, Santa Maria dels estels!”. Qué escandaloso, apoteósico, boyante espectáculo es ver al incauto pretendiendo que seas otra extensión de su vida doméstica. ¡Cómo contarle que lo que se rompió no friega! ¡Cómo decirle que las heridas no bajan al súper!

¿Qué herida? -te preguntaría si algún día le hablaras realmente de ti. Y te ofrecería una tirita. Y te llamarían la chica de las tiritas.

Qué belleza cruel la gran inocencia del mundo puesta ante el abismo de su mayor profundidad. Qué irónica puede ser la ignorancia cuando se contempla en el que está siendo destruido y no lo sabe. Espero que no te moleste que haya preparado palomitas para ver cómo acaba este pobre señor, náufrago de ti en el centro de la nada; al fin y al cabo tú diriges el espectáculo. Veámoslo juntos. Siéntate a mi lado.

Amo con todo mi corazón y todos mis trucos y toda mi esperanza lo roto que hay en ti porque creo poderosamente en ti y creer en ti es mi forma de amarte más allá de tus enredos y tus deserciones, y de ese gusto algo truculento que de vez en cuando tienes por tratar de esconderte en lo doméstico de tus propios miedos. ¿De verdad creíste que iba a funcionar? ¿De verdad creías que podrías convertir tu agujero en una minyona recadera? Compra Fairy, polvos talco, jamón dulce. Se ha fundido una bombilla del pasillo.

Seré tu diálisis, tu comedia, tu espejo porque soy el que todo lo ve y el que sabe cómo se llama cada uno de tus pliegues, también los que ni tú te atreves a nombrar. Seré tu desenredo, tu final del día cuando se te caiga el decorado con que intentas que ser lo que eres te salga gratis; y dices que es amor cargárselo en la cuenta de un pobre infeliz al que ni esta vida ni la otra le alcanzarían para poderse hacer una idea de con quién se ha ido a topar.

Todo te brota de la herida: y te asusta, tan selvático. Todo brota siempre de la herida, y siempre es selvático, pero podemos con talento y esperanza darle una forma que no sólo no te destruya sino que te dé sentido y sustancia lírica. Corre si quieres a la cola del súper a decir que el reto te aterra y que no podrás. Corre, corre a fregar los platos de la cena y a tratar de esconderte de tu verdad en lo que todavía queda en pie de tu pantomima de la chica normal. Pasa antes por carnicería. Y oye, se han acabado las naranjas.

Tú ya sabes cómo acaba esto, ¿verdad? Y también sabes dónde voy a estar.

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