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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Como una mota de pintura amarilla

Salvador Sostres el

El exjugador del Barcelona, Marc Bartra, que ahora milita en el Dortmund, vio en un partido contra el Shalke a una sola aficionada con la camiseta amarilla de su equipo rodeada de centenares de aficionados locales que vestían su pertinente elástica azul. Bartra pidió ayuda en sus cuentas de Facebook y Twitter para identificar a la chica, contactarla, agradecerle su gesto solitario y regalarle en agradecimiento la camiseta con la que había disputado el encuentro. La búsqueda fue efectiva y la chica, algo abrumada por el revuelo dijo que se sintió “como una mota de pintura amarilla”.

Tiene desde hoy don Marc mi simpatía por haberse tomado la molestia de reconocer un detalle que a muchos les hubiera parecido ínfimo. Todas y cada una de las personas que he conocido, y por las que merece la pena vivir, son como una mota de pintura amarilla en un paisaje desolador y descolorido.

No buscamos la provocación pero cuando vivir cuesta entonces eres dueño en lo que vales. Querríamos que la mayoría viera lo que nosotros vemos, pero en un mundo de ciegos estamos solos con nuestros ojos abiertos. No habléis nunca más de poesía si luego pisoteáis las flores extrañas.

Como el pato Donald, como Eduardo Manostijeras, como Vicente Huidobro contra Pablo Neruda. Como el macho, como Israel, como Trump; como los primeros años de El Bulli, como el silencio azul del que siempre nace la canción, como Apple contra Samsung. Como la agonía de San Juan Pablo II, somos la respiración ruidosa de los que ni en los bises de nuestra agonía inevitable renunciaremos jamás a nuestra mota de pintura amarilla, y desde ella nos proyectaremos al universo.

“No tengáis miedo”, nos dijo Wojtyla. Si hoy alguien nos pidiera sangre, sudor y lágrimas, tal vez las piernas nos temblarían demasiado. Ciao, Karol. Por chicas como las del Dortmund tendríamos que brindar todas las noches del año. Seamos luminosos, seamos verdad distinguible entre la turba. Nos odiarán, porque los mediocres odian, incluso más que a los ricos, a los hombres libres. Lo he visto en cada periódico en el que he escrito. Tu libertad es un espejo de su cobardía. Tu camiseta amarilla es el espejo no de su camiseta azul, sino de su camiseta gris. Te odiarán pero no importa porque es inútil tratar de arañar la caricia de Dios. Para cada una de sus triquiñuelas está tu talento que carga con el misterio y con la Cruz, con el deseo de mundo mejor, tu sola en pie entre la multitud de cada estadio.

Sólo los funcionarios hallan consuelo en el tumulto, sólo los vagos prefieren los convenios colectivos. Sólo los tontos presumen de trabajar muchas horas sin más propósito que sus montones y la calidad no pesa y la vida va muy deprisa.

No deseamos la confrontación con el mal y preferiríamos que no existiera, pero medimos nuestra Humanidad por cómo nos enfrentamos a él cuando nos embiste. Siempre estamos solos, o casi siempre. A mi hija le pinté hace tiempo un cielo de motas amarillas. Antes me preguntaba por qué; y ahora, cuando me cuenta lo que a veces le pasa en el colegio, simplemente sonríe.

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