Salvador Sostres el 03 may, 2016 Ayer bajaba por la calle Anglí de Barcelona, con mi hija de la mano, después de haberla pasado a buscar por su colegio, que también fue el mío en su momento. Por la estrecha acera de mi infancia, volvía con mi niña a casa. De repente un grotesco timbre interrumpió nuestra agradable conversación y era el de una madre llevando a su hija en bicicleta. No la dejé pasar, le dije que era una irresponsable, y que si veía a un guardia iba a denunciarla. Yo quisiera saber esa mujer, en qué piensa cada vez que se monta en su absurda bicicleta para ir a buscar a su hija al colegio. Lo digo de verdad, me gustaría saber qué clase de inframental razonamiento es capaz de usar una madre para exponer la mismísima vida de su hija de este modo tan deliberado y gratuito. ¿No se da cuenta la madre que cualquier error suyo podría ser fatal? ¿No se da cuenta de que cualquier distracción de cualquier conductor podría tener consecuencias terribles y hasta fúnebres para ella y para su niña? ¿Puede el fanatismo ciclista llegar a ser tan temerario para poner en peligro de la vida de tu propia hija? Supongo que esta madre ciclista pensará que los árboles y los animales tienen derechos. Supongo que será antitaurina, y también supongo que creerá que el cambio climático es una realidad científica. Podemos criticar el sistema educativo, el abuso de algunos maestros, y el acoso escolar que algunos niños sufren. Podemos criticar al gobierno por su presupuesto en Educación, por el estado de algunas aulas y por el precio de las guarderías. Podemos, podemos, podemos. Pero el gran drama son siempre o casi siempre los padres con sus ideas estúpidas, con sus hábitos deplorables, con sus actitudes temerarias, con su clamorosa dejadez de funciones y echándole siempre la culpa a otro. La madre de ayer con su niña en bicicleta, bajando por la calle Anglí, de tráfico colapsado a la salida de los colegios, era el resumen de una sociedad atrofiada de bienestar que ha perdido los resortes más elementales, y que se lo hemos dado todo tan abundante y tan gratis que hasta desprecia lo más sagrado que es la vida de sus hijos. Hay que volver al rigor, al decoro, al orden público, a la mano dura, y a multar con gravedad a los irresponsables, hasta que recuerden el inmenso tesoro que custodian. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 03 may, 2016