Salvador Sostres el 24 feb, 2019 Vivimos con demasiada pedantería, demasiado aferrados a la vida por los motivos equivocados. Lo que más me ha acabado ofendiendo del incidente de Arcadi Espada en aquel programa fue la estúpida reacción de tantos católicos -algunos queridos amigos míos- puestos a creer que el debate es si Arcadi es pro choice. Vivimos con más afán porque Dios nos vea en Misa que por verle a Él en los prodigios de la Tierra. Vivimos sin tensión espiritual, sin misterio. Demasiado murmullo parroquial y muy poca Luz reflejada en el agua. Poca introspección, poco respeto, muy poco, a las flores extrañas. Poca intuición de la Creación y escribimos artículos demasiado largos. La gente que más habla suele morir sin haber dicho nada. Los que más te aleccionan sobre cómo tienes que creer, menos tronos ocuparán a la derecha de Dios Padre. Vivimos con tanta arrogancia ante Dios que cuando se nos presenta no le vemos. Ya casi nunca guardamos silencio ni estamos atentos a los indicios de Gloria. Sólo nos fijamos en lo obvio, como los contables, y en nuestro discurso hay tata altanería que no cabe ni la Gracia: intenta entrar y no la dejamos, de tanto que gritamos en su nombre pero sin intuirla, sin conocerla. Estamos persuadidos de ser los guardianes del Cielo y a duras penas somos sus hámsters. Qué triste espectáculo. Hasta Dios, que nunca se cansa, se ha hartado, y aunque sólo sea por saber qué pasa, acaba prestando más atención a los que le discuten o lo niegan que a los que tanto se creen -y nunca la han rozado- los intérpretes únicos de su metáfora. Da igual si Arcadi cree en Dios, si es pro life o pro choice, y el modo más o menos aparatoso que tenga que expresarlo. Son opiniones, todo el mundo tiene opiniones, son asuntos mundanos. Lo que importa, lo que nos religa, lo que nos eleva es cómo incide la Luz en su fraseo, en su sintaxis, en su melena al viento, en su cálida, elegíaca manera de decirte que eres un imbécil, en su compasión cuando no le entiendes, y te enfadas, y te mira de cerca como si estuvieras lejos; en su delicadeza, en su mala leche, en su unicidad de hombre total, y no hace falta que le entiendas, ni que te humilles todavía más diciendo “es que no se entiende”; salid y disfrutad, Cruyff lo dijo en Wembley y fundó una era que la Humanidad aún no estaba preparada para aceptar y que acabó cristalizando quince años más tarde. Los genios siempre, siempre llegan antes. Por eso Dios nos los manda con su piel suave, con su ritmo de mar, con su presencia estelar, para advertirnos de que algo extraordinario está pasando, para que dirijamos nuestra atención al centro exacto del Estadio, para que intuyamos lo que aún no podemos entender, los genios llegan antes, siempre antes, antes de ayer, y si no estuvieras colapsado de ti mismo, atiborrado de inútil retórica de paper d’estrassa, te habrían emocionado, enamorado des de el primer instante, Ferran Adrià o Arcadi, y no tu tonto prurito de decir que no estás de acuerdo con lo que escribe o que a ti te gustan más los callos. Si no estuvieras tan cegado por lo que crees que es tu nobleza, y es tu error, habrías detectado desde la primera noche en que vino a rescatarte no sólo lo que es sino lo que representa Arcadi, la parte sexy de Dios, su sensualidad -porque no sólo resucita el alma-, su primer modo de decirnos que está. Su aproximación más elemental, el primer peldaño del conocimiento, el más necesario para que luego el camino conduzca a la verdad y no a la impostura, que es todavía más culpable, y condena más, que la mera ignorancia. Lo más cerca que tendremos a Dios es lo más cerca que tengamos a Arcadi. ¿Sus opiniones? ¿Sus odiadores? A Dios le gusta jugar a despistarnos para ver mejor lo que hay en nuestro interior. También a su Hijo lo nació en un portal y permitió que lo crucificáramos, y ahí está nuestra salvación, y la Humanidad no ha conocido mayor esplendor. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 24 feb, 2019