Una de las mayores sensaciones de impotencia al hacer cualquier esfuerzo, es la de encontrarse completamente superado por algo que, en apariencia, es un juego de niños. Y los «suicidios» es un ejemplo que ilustra perfectamente este caso. Un ejercicio que visto desde fuera parece fácil e infantil a partes iguales, pero que ejecutado con la intensidad adecuada, puede dar con los huesos del atleta más preparado en el suelo.
¿En qué consiste?
Hacer suicidios no es otra cosa que una carrera de muy corto recorrido en la que se parte siempre del mismo sitio, se toca un cono o una línea en el suelo y se vuelve al punto inicial. La parte endiablada del ejercicio consiste en que normalmente se hace con una distancia de unos 20 o 25 metros, situando un punto a tocar cada cinco metros. Comenzamos tocando el primer punto y volvemos, pasamos al siguiente y volvemos, y así hasta llegar al último punto de referencia y volver. Si te fijas bien, nada más empezar, la primera ida y vuelta son a duras penas cinco o seis zancadas, la distancia aumenta y con ella la posibilidad de correr más rápido, pero se acumula mucho cansancio debido a la carrera constante y el agacharse todo el rato para tocar el suelo. Con este gráfico se entiende mejor:
La exigencia cardiovascular desproporcionada está en la rapidez de los cambios de dirección unida al hecho de que cada vez que se llegue al punto o “baliza” de referencia hay que tocarla y está en el suelo. Algo como hacerse a uno mismo un extraño regate.
Los suicidios son una herramienta más a la hora de diseñar entrenamientos de alta intensidad, pero por su apariencia lúdica, es un recurso que se utiliza también como un método para trabajar el fondo físico de equipos escolares, como simple diversión en campamentos o incluso cumpleaños. Tras las primeras risas, que duran muy poco, se esconde un ejercicio muy duro de trabajo anaeróbico que, a máximas intensidades, no es raro que ocasione mareos y alguna que otra visita al excusado para desalojar lo que pueda haber en tu estómago. Recuerda que hay una gran ventaja en los esprints suicidas, no necesitas absolutamente nada de material.
La belleza está en la combinación
Aunque nos podemos plantear hacer unos cuantos suicidios intentando completarlos en un tiempo máximo, lo realmente emocionante, si se le puede llamar así, es combinarlo con otros ejercicios que nada tienen que ver, para que entendamos lo que ocurre en nuestro cuerpo cuando la fatiga entra en la ecuación. Por ejemplo, hacer diez sentadillas con nuestro propio peso corporal es algo al alcance de todos. Prueba después de un suicidio. Este tipo de combinaciones son las que pueden dar una nueva oportunidad a algunos ejercicios de los que ya te habías aburrido en la cuarentena.
Al margen del tiempo que tardes en completarlo, ya sea por si solo o combinado con otros ejercicios, también es un fantástico sistema para testar tu capacidad de recuperación de las pulsaciones ya que sin lugar a dudas vas a conseguir dispararlas, y comprobar cuánto tiempo tardas en volver a la calma y estar listo para hacer la siguiente ronda, también es un indicador a revisar en tu estado de forma.
Si todavía no te crees la dureza de este ejercicio, te invito a probarlo. Pero también te invito a ver este pequeño extracto de la película “Juego de Honor” protagonizada por Samuel L. Jackson que narra la manida historia de un entrenador que tiene que hacerse con unos jóvenes indisciplinados. Uno de sus métodos de trabajo para mejorar la preparación física de sus jugadores, no puede ser otro: los «suicidios».
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