“El librero debe ser un agitador cultural”
La ciudad de Madrid tiene muchos lugares emblemáticos que pertenecen a la historia de la ciudad, ya sea por su singularidad, espectacularidad o por su contribución para hacer una vida más agradable y llevadera a los madrileños. Uno de esos lugares es el que está situado en el barrio de Argüelles que pertenece al distrito de Moncloa-Aravaca, el tercero en superficie de la capital, en concreto está situado en el número 57 de la calle Tutor, un lugar que llama a diario a la cultura, que cuando está la puerta abierta de par en par invita a los transeúntes a adentrarse y a participar en su mundo y así puedan descubrir nuevos conocimientos, entretenerse, evadirse a otras realidades o simplemente un lugar para la reflexión y el diálogo.
He quedado con Lola Larumbe, la responsable de hacernos llegar desde su librería Rafael Alberti, esa realidad paralela o de ficción. Librera con casi cuarenta años de experiencia en organizar y seleccionar los libros que pueden y que seguro gustarán a sus clientes. Además del nombre y la iconografía inspirada en el poeta, los baldosines que recubren su fachada, obra del ceramista alicantino Arcadio Blasco, visten el chaflán bañado por la confluencia de la citada calle Tutor y la calle Benitez Gutiérrez. Un lugar por el que han pasado, y siguen pasando, poetas, escritores, editores, que han dejado sus palabras, entre los que pueden destacar Jose Luis Sampedro, José Antonio Muñoz Rojas, Ángel González, Francisco Brines, Ernesto Cardenal, Bernardo Atxaga, Joan Margarit, Juan José Millás, Elvira Lindo, Luis García Montero, Luis Muñoz, Ida Vitale, Juan Cruz…
¿Cuándo empezaste y por qué a ser librera?
Empecé a finales de 1979 principios de los ochenta, y lo hice un poco por inocencia. Éramos tres amigos que estábamos estudiando en ese momento y que nos gustaban los libros, pero tampoco teníamos muy claro cómo ni por qué. El cuñado de uno de los amigos que luego se convertiría en mi marido, Ángel Lucía, que acababa de fundar la editorial Debate, a través de ir a verle a la editorial, de ayudarle, se fue creando una empatía hacia el negocio, creo que fue a partir de esto lo que me fué metiendo en el mundo del libro. No sabíamos nada de libros ni de librerías y nos lanzamos a montar una sin dinero. Se nos cruzó la librería Alberti que había cerrado ese verano. Abre más o menos en noviembre del 75, el primer propietario fue Enrique Lagunero y en el 79 la cerró, entonces nosotros aparecemos un poco por casualidad, viendo que estaba cerrada y que nos podría vender estanterías, pero Enrique nos dijo que no, que si queríamos que nos la alquilaba y entonces así empezamos con una librería completa. Empezó siendo como un juego y se convirtió luego en una responsabilidad y así ya han pasado más 35 años.
¿Cómo es el día a día en tu trabajo?
Comienza temprano, siendo los días muy cortos. El día a día en la librería son días que cunden muy poco a los que trabajamos aquí, porque están llenos de muchísimas cosas. Una librería tiene unas rutinas, en donde se venden libros como si fuera una panadería, siempre aquí la única diferencia es que un panadero hace mil barras de pan todas iguales y las vende en un día y ya está, y al día siguiente a madrugar de nuevo a hacer el pan. Aquí en la librería, cada libro es distinto, cada libro tiene una harina y una sal y un agua y una composición diferente y tienes que conocerlo para saber a quién le conviene este pan o a quien le conviene este otro, y luego tiene toda la rutina y el trasiego de cualquier comercio. Compras una mercancía la expones, intentas venderla, lo que supone difundir la que tienes, intentas que tus clientes se acerquen a conocer tu mercancía y la compren. En una librería se hace todo más complejo por esa diversidad, en una librería como esta, que es una librería de fondo con muchos libros (casi 20.000 títulos), con muchas referencias, es una librería muy abierta y con un público muy diverso. Tenemos una sección de infantil importante y luego clientes fieles de muchos años, nuevos clientes que vienen, gente de paso que piden un libro rarísimo, también hacemos librería de barrio, un señor que nunca compra un libro pero una sobrina le dice que no encuentra un libro en ningún lado y viene a nosotros y nos lo pide. Es muchísimo trabajo y luego a parte tenemos la actividad cultural de encuentros y presentaciones.
¿Quién tiene la iniciativa en esos encuentros, la librería o los editores?
Es un 50 por ciento. Por un lado son muchas iniciativas nuestras porque nos interesa el autor o el libro y por otro lado, hay iniciativas que vienen de fuera. Procuramos seleccionar actos que tengan que ver con nosotros, libros de editoriales que tengan que ver con la librería, pensando en los lectores y en los autores que merecen ser conocidos.
¿El oficio de librero desde que comenzaste ha cambiado?
Ahora un librero debe ser alguien más elástico, más adaptable, tiene que tener otras capacidades, principalmente debe ser que le gusten mucho los libros, que le guste leer, que le guste compartir sus lecturas con otros, y luego que tenga paciencia, por ser un negocio abierto al público, pero sobre todo, ahora un librero tiene que ser un agitador cultural, saber moverse en redes para poder expandir su actividad. Cuando nosotros empezamos en los ochenta todo era más pequeño, también las ciudades funcionaban de otra manera sobre todo una ciudad como Madrid. Sacas los libros, los pones encima de la mesa y después los que no vendías los devolvías y ponías otros, o hacías venta por catálogo, así era como funcionábamos antes. Ahora ya no es así, tienes que estar muy presente en redes, hacer mucha actividad de promoción, porque hay mucha competencia y hay puntos de venta diferentes que operan y que venden también libros. Tienes que dar servicio, una librería nos es solo tener los libros que a ti te gustan. Ahora hay librerías pequeñas que tienen un bar y que se limitan a tener los libros que le gustan al librero, pero lo que debes tener además son los libros que les puedan gustar a los otros.
¿Te acuerdas del primer libro que vendiste y de la primera recomendación?
Fue hace mucho tiempo, pero sí que me acuerdo que fue un libro de José Luis Sampedro que no le conocía en ese momento, y luego tuve la suerte de poder hacer más tarde amistad con él. Me acuerdo que fue El caballo desnudo. Yo no sabía nada de libros, solo conocía lo que había leído una persona de 19 años en aquellos tiempos, los clásicos, un poco la novela de Camus. Había leído de todo pero poco.
¿Cuál ha sido el libro o los libros que te han dejado huella y que siempre recomiendas?
Uno siempre tiene tendencia a recomendar los libros que le gustan, por eso siempre recomiendo El primer hombre de Camus. Me parece que es un libro para entender muchas cosas de la infancia, las relaciones con el padre, es una maravilla.
¿Tienes autores preferidos?
Yo soy muy anárquica en las lecturas, procuro leer en verano los clásicos que no he leído. Me gusta mucho la literatura en general, lo bueno que tienen las librerías de nuevo es que la oferta editorial es genial, brutal y entonces es muy difícil atenerse a un canon porque continuamente se está traduciendo, editando y publicando a autores nuevos. De escritores que siempre te interesan y haces nuevos descubrimientos como la presentación que tuvimos el otro día de El último mono de Lluis María Todo, un libro genial. Continuamente te están asaltando libros interesantes y nuevos. Peros siempre que no quieras meter la pata en una recomendación lo mejor es ir a buscar a los autores clásicos y me refiero a los consagrados.
¿Un librero tiene la llave del conocimiento?
No. Que va. Un librero tiene en su mano quizá la capacidad de filtrar la oferta editorial. Por ejemplo, en una ciudad como Madrid si las librerías independientes desapareciesen y solo hubiera cadenas de librerías, en estos sitios las ofertas editoriales serían las mismas, por lo que los editores tendrían que plegarse a las condiciones de esas cadenas para poder vender sus libros ahí por cuestiones que no serían de contenido sino comercial, de descuentos. El librero independiente su oferta editorial es en razón a otros criterios de calidad y gusto del lector.
¿Qué valor le das al diseño de una colección? ¿Qué opinión tienes del diseño en los libros. Te fijas en las cubiertas?
Los diseños son bastantes buenos, la edición española es muy cuidadosa. Los libros que se hacen son muy bonitos. No nos fijamos mucho a la hora de realizar el escaparate en el diseño de las portadas de los libros, aunque por supuesto cuando hay un libro que destaque por su diseño lo sacamos. En general en el escaparate están marcados más por los libros que nos parece que valen la pena, para que alguien que pase por la calle se pare a mirarlo.
Jorge Carrión escribe en su libro titulado “Librerías” que “en los escaparates se hace exterior la experiencia interior de las librerías.”
Sí es verdad. El escaparte es tu cara. Las librerías hay que saberlas leer igual que se aprende a leer una línea editorial. El lector es a fin a lo mejor del catálogo de Acantilado, Anagrama o Pretextos, por ejemplo, porque sabe que ahí el editor está seleccionando libros que a él le gustan. Pues nosotros también, en nuestras mesas, escaparates, secciones, procuramos que se parezcan a nosotros, que sean lo que nuestros lectores esperan que tengamos.
El año pasado se cerraron 912 librerías en nuestro país. Es una amenaza que ronda a las 3.650 librerías que todavía sobreviven porque en el país donde están solamente reconoce leer con frecuencia no más del 30% de las personas, según indica el informe Observatorio de Librería 2014 (Cegal). ¿Un país que pierde sus librerías está perdiendo su futuro?
Este país nunca se ha distinguido por tener muchas librerías. En Buenos Aires, por ejemplo, una de sus características es que se recuerda que las librerías de la avenida Corrientes que abrían por la noche, una avenida que debe tener unos dos mil números, habría al menos 50 librerías en su época buena, aunque también han tenido su crisis y tienen su crisis, pero son ciudades en dónde el lector exigía lo que necesitaba, demandaba y por eso había tantas librerías. Aquí, en España no somos un país que se haya caracterizado por eso. Nunca Madrid ha sido una ciudad especialmente distinguida por la calidad y por el número de librerías, entonces, tengo la triste sensación de que como no se ha apreciado en términos masivos. No es una falta que se esté sintiendo y que afecte a la vida común de las gentes. Nosotros trabajamos por los que no salen en esas encuestas, por los lectores de verdad ese 20 ó 30 por ciento que si son lectores leales que compran por lo menos un libro al mes y que utilizan las bibliotecas. Estamos por atender a ese lector, que se merece librerías como esta.
Sigrid Kraus, directora editorial de Salamandra comentó que “en España el librero padece una gran soledad” ¿Te sientes así?
Sí, es verdad que lo sientes, porque un librero siempre está como teniendo que vivir como en dos mundos: el mundo de lo comercial y el mundo cultural. Esta es la peculiaridad de este oficio, que son como dos patas que tienes que estar siempre sujetando, supongo que la editora se refiere a la falta de apoyo institucional. Al no considerar las librerías como parte de esa cadena cultural que necesitan las ciudades y las sociedades.
España tendrá el Sello de Calidad de Librerías, que busca mejorar estos espacios y su oferta y, a la vez, proteger uno de los sectores más frágiles del sector. La medida del Gobierno y las Cámaras del Libro busca apoyar uno de los sectores más frágiles del sector y mejorar su oferta.
Es un proyecto que está en marcha de carácter francés. Creo que en Castilla-La Mancha ya está funcionando. En principio el planteamiento inicial es correcto. Es una manera de calificar a las librerías, aunque todavía no se sabe que le va a suponer a una librería tenerlo, si va a tener una puntuación para servir a bibliotecas, o una exención fiscal, o si sólo será un trámite más. Parece que ese sello habrá que renovarlo anualmente por lo que conllevará facilitar datos de facturación, entonces puede ser algo interesante si realmente el esfuerzo de tener el sello de calidad se puede compensar con ese apoyo y reconocimiento.
¿Crees que la librería está en una crisis perpetua supeditada al conflicto entre la novedad y el fondo?
Sí. Creo que esta es otra de las grandes disquisiciones diarias, no es una cuestión teórica. Cada día tienes que estar eligiendo continuamente lo que debes de tener o lo que no debes de tener, el libro que se vende y cómo lo tienes que tratar, el libro que no se vende y cómo debe ser tratado, el libro que tiene que estar en el fondo que ya no es una novedad y cuál es el que guardas. Tener una librería simplemente con libros en las mesas y nada más es más fácil, pones un poco lo que a ti te gusta. Haces así una librería de ambiente con sofás. Pero si quieres ofrecer algo más, tienes que estar muy pendiente del fondo, rotándolo mucho, si tienes un libro de un autor que te gusta y no se ha vendido procuramos sacarlo del estante y de airearlo, dándole una oportunidad colocándolo, por ejemplo, al lado de una novedad. Porque también los libros vuelven a vivir. Las redes sociales te permite rotar más libros a través de Internet, por ejemplo, a nosotros nos piden a través de la red más libros antiguos que libros nuevos.
¿Hacia dónde va el comercio del libro y en concreto el de la librería?
Va cada vez más hacia un librero participativo que comparta sus conocimientos con otros, que sea capaz de trabajar con otras librerías y con los editores. El negocio en sí no ha cambiado tanto. El mecanismo de la librería no ha cambiado mucho, lo que hemos tenido que hacer es adaptarnos a las nuevas tecnologías y a la forma de exteriorizar la librería.
Al llegar los libros a las grandes superficies, ¿les ha quitado valor como objeto?
Eso ya empezó en los ochenta. Creo que no, porque el mundo del libro es amplísimo, se publican ochenta mil títulos distintos y hay libros para todos los gustos. Su canal de venta es ese, porque son libros muy comerciales y que se venden en esos canales. Hay otras editoriales que necesitan para vender canales como Alberti. Estos son los que han retrocedido, cada vez que cierra una librería desaparece el librero, pero sobre todo, si son librerías que atienden al lector individualmente. Desaparece lo que sería un lugar de apoyo para que el editor venda sus títulos.
¿Como es la relación entre un librero y un editor?
En general muy buena. En concreto los editores independientes se dieron cuenta de forma perspicaz que sus apoyos estaban en los libreros. Cosa que los grandes editores independientes no habían hecho hasta entonces, unos editores que ya estaban consagrados por lo que la relación era más distante. En cuanto a los distribuidores es distinta, es simplemente comercial, tanto vendes tanto vales. En general, lo bueno que tiene la librería es la relación que establece con todos es muy buena. La vida en una librería es una vida en cierto modo falseada porque el mundo nos es así, porque en este mundo se intercambia creatividad, ingenio, imaginación, divertimento. Estamos hablando de compartir algo que es maravilloso: la genialidad humana o sus miserias, pero eso es lo que hace que la gente tenga las librerías idealizadas y por eso hay casi un género literario que es el que habla de libros sobre librerías, que es como un mundo idílico pero muy difícil, no te voy a decir que es duro, pero se trabaja mucho sacrificando muchas cosas siendo la librería y nada más.
¿Y con los autores?
Muy buena. La librería es un espacio en el que el mundo puede funcionar de otra manera.
¿Qué opinas de la revolución digital que está sufriendo el mundo del libro? ¿Cómo afronta la librería tener un competidor como Amazon?
Amazon a la librería Alberti no nos ha hecho tanto daño como a otras librerías. A quien le ha hecho daño ha sido a la librería especializada que traía muchos libros de importación. Nosotros lo hemos notado en los libros de texto, vemos como ahora los padres piden libros a través de Amazon de segunda mano. Hay que adaptarse a lo que hay, a Amazon como en su momento a los quioscos que vendían libros, o como las grandes superficies introdujeron oferta de libros en sus contenidos. Contra eso no podemos hacer nada. Lo que hay que hacer es intentar que tus lectores permanezcan fieles, haciendo ofertas por la web, venta a distancia y que sigan veniendo tus clientes a la librería porque les satisfaga más entrar en la librería que comprar por Amazon.
¿Tienes libro digital?
No. Pero me voy a comprar uno, porque para leer originales es mucho más cómodo.
¿Qué expectativas tienes para los próximos años?
Estamos pasando los años de la crisis, unos años difíciles que los hemos pasado trabajando mucho, y ahora no me atrevo a hacer una expectativa. Lo que me gustaría es que se quede como está la librería y que pudiéramos crecer, que se puedan recuperar las ventas a las bibliotecas y a las instituciones, que es lo que se ha perdido.
Hay otra frase del legendario editor André Schiffrin, “la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabías que querías.”
Sí, es cierto, el librero debe adelantarse a los deseos del lector.
¿Qué libro recomendarías siempre? ¿y de las últimas novedades?
El ultimo mono de Lluis María Todo.
El reino de Emmanuel Carrere.
Judas de Amos Oz.