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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Adaptación gráfica de Sostiene Pereira

Adaptación gráfica de Sostiene Pereira
Pablo Delgado el

Portugal sufría los latigazos de Salazar, un contemporáneo de unos tiranos como Mussolini, Hitler y Franco. Salazar (1889-1970) gobernó el Estado Novo (Portugal) de 1932 a 1968 -aunque cuatro años antes ya dirigía con mano de hierro el Ministerio de Economía-, un régimen político autoritario, corporativista, conservador, tradicionalista, colonialista, nacionalista, antiliberal, antiparlamentario, anticomunista, que estuvo en vigor durante 48 años en el país luso sin interrupción.

Era un régimen muy conservador y entre sus muchas características estaba la de controlar la modernización y evitar la globalización, porque Salazar temía que estos dos fenómenos destruyesen los valores religiosos, culturales y rurales de la nación; la censura también impedía la discusión de temas como el feminismo y la importación de costumbres del resto del mundo.

En el conjunto de modos de vida y costumbres, los conocimientos y el grado de desarrollo artístico, científico e industrial, estaban puestos en peligro. Ese conjunto de conocimientos, que permite a alguien desarrollar su juicio crítico a través de la adquisición de conocimientos contrastados y de libre elección, era y es la base de toda cultura.

El escritor italaino Antonio Tabucchi (1943-2012), publicó en 1994 una de las obras con más éxito y que ya está convertida en un clásico contemporáneo, Sostiene Pereira. Con ella, ganó el Campiello, el Viareggio y, por si fuera poco, también el Premio Europeo Jean Monnet. Se tradujo a veintidós idiomas, a unas 10-15 ediciones de media por traducción.

En ella, el autor italiano pone en valor ese conjunto de modos de vida y adquisición de conocimientos a través de su protagonista, el periodista cultural Pereira. Corría el año 1938, ocurren varios hechos en Lisboa, que agitan aún más si cabe la situación portuguesa. La policía ha asesinado a un trabajador del Alentejo, un carretero, un socialista. Pero a Pereira no le interesa la política, ya que vive de y para la cultura. Dirige las páginas culturales del diario Lisboa, es viudo y habla con ternura y añoranza cuando llega a casa con el retrato de su esposa. Lucha contra unas restricciones alimenticias que su salud le ha impuesto, pero aun así no reniega de esos placeres veraniegos como la limonada o la tortilla a las finas hierbas. Aunque parece un reaccionario, sólo es un vejete rechoncho y algo malhumorado que se tiene que ver todos los días con la portera de su especial redacción situada en un piso; por eso tiende a resguardarse en la calma de su escritorio antes que echarse al calor sofocante de la calle. Además, es traductor de autores como Mauriac, Daudet o Bernanos y lleva tiempo obsesionado con la idea de la muerte. El quid de este maravillosos relato.

Ahora, Pierre-Henry Gomont (1978, Boulogne-Billancourt, Francia), de la mano de Astiberri publica en España la adaptación gráfica de esta magnífica novela. En ella, podemos ver ese espíritu que Tabuccchi impregna a su novela, desde la melancolía de la soledad experimentada por Pereira, pasando por esas calles de Lisboa en las que el calor insiste de forma incesante, hasta llegar al nudo central del relato, que es la muerte, de la que Pereira se siente presa de ella.

La adaptación de Pierre-Henry Gomont se centra principalmente en la relación del periodista con un joven rutilante llamado Monteiro Rossi. Este joven capta la atención de Pereira por un artículo sobre la muerte que éste azarosamente ha leído mientras viajaba en tranvía. Algo incita a nuestro querido y buen católico Pereira en contactar con él. Considera, que la excelencia informativa de un periódico de la envergadura del Lisboa estriba en la inmediatez. Por eso se cita con Rossi, le infunde curiosidad que alguien tan joven esté interesado por la muerte; pero el muchacho, que se muestra seguro de si mismo y está inequívocamente comprometido con la vida, confiesa que ese artículo forma parte de una tesina. Sólo la fresca y huracanada aparición de Marta, la novia de Rossi, consigue oxigenar el aturdimiento de Pereira y le encarga obituarios de escritores que todavía no han muerto.

El tiempo revelará que la colaboración con Monteiro Rossi es un completo desastre, pero asistimos aquí al inicio de la paulatina conversión de Pereira. Cuando éste encarga un obituario de Bernanos o una semblanza de Mauriac, Rossi entrega un homenaje a Lorca, Maiakovski… Todos sus textos son impublicables ante la situación que se estaba enfrentando el país, sin embargo, Pereira no los desestima y los guarda. Podría haberlos tirado, pero no lo hace. Como si incluso siendo indignos sintiera que debe protegerlos de algo que desconoce o, de otro modo, como si en realidad no fueran tan indignos o si lo que se opusiera entre ellos no fuera la cultura, sino una postura política.

Gomont consigue adaptar de forma magnífica ese universo de palabras a un significado gráfico dramático, con un Pereira paseante de Lisboa, desde el número 66 de la Rua Rodrigo da Fonseca, donde se encuentra esa improvisada redacción del suplemento, hasta su casa, en la Rua da Saudade. En ese recorrido podemos ver a través del marco de las viñetas realizadas por Gomont, el contraste entre la atmósfera cálida de Lisboa mediante el empleo magistral de el color, sus bellos azulejos, y cómo se va transformando la sociedad mediante unos personajes realizados en un dibujo atractivo, cargado de una gran expresividad y movimiento el su trazo, que hará al lector disfrutar tanto del texto como del discurso gráfico que lo acompaña de forma brillante y detallista. También se vale de un recurso original y sorprendente para trasladar visualmente la teoría de las almas desarrollada en el relato de Tabucchi, según la cual múltiples almas luchan en la conciencia de cada uno y determinan las decisiones de cada individuo: hace brotar pequeños personajes sin rostro con la figura de Pereira que comentan y cuestionan sus actos constantemente, para reflejar sus dudas y su profundo cambio hacia el compromiso y la militancia por la libertad.

La novela así como el cómic reivindica el papel del periodismo y la opinión pública en tiempos de opresión: «el país callaba, no podía hacer otra cosa sino callar» y cuestiona el carácter político de la cultura, de cómo se intenta dirigir para que llegue a las masas de forma condicionada. El resultado es que Pereira comienza obsesionado por la muerte y termina seducido por la vida, el reverso de la vida de Monteiro Rossi. Lo mismo que los separaba al principio, acaba uniéndolos al final: la obediencia al jefe, la adecuación a lo establecido, la corrección política, hasta que Pereira, gracias al médico que lo trata tras el susto sufrido por su delicada salud, ve aquello que le rodea de otra forma y pasa a la acción.

Sostiene Pereira de Gomont tiene un efecto transformador que llega a la gente, es una fuente rica de inspiración encontrada en imágenes que hace que el relato gráfico sea emocionante y vibrante, en una construcción simbólica que depende de la cultura en la que se produce, teniendo una amplia gama de variantes. Una grandiosa aventura cultural convertida en drama íntimo y simbólico que atraviesa al público de manera palpitante, un crisol donde volcar la complejísima plasticidad de un momento histórico. Uno de los cómics de este 2017 que va tocando a su fin. Sostiene Pereira ha sido galardonado este año en Francia con el Gran Premio RTL de cómic y ha sido finalista del Gran Premio de la crítica ACBD 2017.

Sostiene Pereira // Pierre-Henry Gomont  // Astiberri // Traducción de Carlos Gumpert // 2017 // 25 euros

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