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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Una joven Virginia Woolf nos presenta al cockney

Una joven Virginia Woolf nos presenta al cockney
Pablo Delgado el

Cockney es un término despectivo para describir a esas personas que vivían en el bajo East End londinense, de modales un tanto rudos y rurales que, además se les calificaba como ignorantes. Tienen su propio dialecto y acento, así como una jerga con la que se les distingue.

Una joven Virginia Woolf  (Londres 1882 – Lewes, Sussex, 1941) que fue educada por sus padres en su literario y bien relacionado hogar del número 22 de Hyde Park Gate en Kensington, desde el principio mostró un amor por las letras que le llevó a crear una de las producciones literarias más importantes y exitosa en lengua inglesa. Desde jovencita ya apuntaba maneras como estos dos relatos cortos rescatados por Nórdica Libros y que se publican por primera vez en español, “Las aventuras agrícolas de un cockney” y “Las aventuras de un padre de familia”.

Virginia Woolf, desde la mirada de una niña que acababa de alcanzar la decena en años, en la que todavía no se podía apreciar todas las penas y sufrimientos que la vida le estuvo brindando a lo largo de su vida, narra en “Las aventuras agrícolas de un cockney” el cambio de un joven matrimonio del East End londinense que de repente se traslada al campo, y muestra cómo el marido intenta trabajar por si mismo la granja, sin poder lograrlo hasta que un golpe de suerte cambia algo más  la vida de este matrimonio. La joven Woolf logra crear un pequeño tesoro para el gran lector.

Son dos textos notables y sofisticados para una niña de esa edad tan temprana, con una mirada diferente, divertida y fresca de la vida en pareja sin hijos y más tarde en el segundo relato con un hijo en “Las aventuras de un padre de familia”. Mostrando una figura paterna algo despreocupada por su hijo y envolviendo la realidad del matrimonio con un inteligente sentido del humor, pero que a la vez muestra una relación dramática del padre con su hijo.

En estos dos relatos se refleja a la perfección cómo una mente que sentía pasión por las letras empezaba a mostrarse, que se precipitó -aún sin conocer los riesgos- al “abismo de las palabras” como bien afirma en el preludio a los dos relatos Ainzie Salaberri.

Aunque no fue a la escuela, Woolf recibió clases de profesores particulares y de su padre y fue criada en un entorno lleno de las influencias de la sociedad literaria victoriana. Sin embargo, sus recuerdos más vívidos de la infancia no fueron de Londres sino de St Ives en Cornualles, donde la familia pasó sus vacaciones de verano entre 1882 y 1894. Recuerdos de esas vacaciones familiares e impresiones del paisaje, especialmente el faro de Godrevy, impregnaron la ficción que Woolf escribió en años posteriores, principalmente Al faro (1927), novela clave del modernismo y reafirmación de su autora en el canon del siglo XX.

Virginia Woolf enriqueció el panorama literario no sólo de su época sino también de todas las próximas. En su literatura desmenuzaba lo que existía a su alrededor dando un nuevo cuerpo, una nueva visión, otro tipo de visión un poco más salvaje, más atrevido y sobre todo más valiente. No conocía limites saliendo de la norma y del mundo que la rodeaba para explorar lo que, parece, no está a su alcance, lo que nadie más ve o, quizás, lo que pocos pondrían por escrito, afirma Salaberri.

En la inmensa e imprescindible biografía realizada por Irene Chikiar Bauer «Virginia Woolf. La vida por escrito» (publicada por primera vez en español por Taurus). Entre las 900 páginas que componen la obra, habla de la relación con su madre, fallecida cuando Virginia cuenta sólo con trece años, la autora argentina destaca ese «arquetipo de lo materno, que puede ser dador, fecundo y creativo, pero también terrible». De hecho, la escritora de «Las olas» habla de cómo tuvo que matar a ese «ángel de la casa» porque «se interponía entre la hoja de papel y yo». De su padre admiraba cu capacidad intelectual, «pero se queja del ‘‘efecto Cambridge’’, de ese escritor que se sube arriba de una torre y va a dar la palabra exacta». De ahí surge, de hecho, «La torre inclinada», uno de los mejores ensayos de Virginia Woolf, en el que habla de cómo la escritura saldrá ganando cuando estemos ante escritores sin torres y sin clases.

Utilizó experiencias de su vida en sus libros, pero, precisa, no se puede “afirmar que la suya sea una escritura autobiográfica o de autoficción, aunque al contar con todo el material autobiográfico del que disponemos, sus cartas, sus diarios personales, ensayos y memorias, veamos que la temática de su literatura tiene que ver con cuestiones que le concernían personalmente”.

Pero antes de todo esto hubo un comienzo. Un principio en el que esa escritura “sin torres y sin clases” saldrá ganando. En 1905 se puso a escribir de forma profesional publicando su primera novela diez años después.Un preludio de lo que estaría por llegar del universo Virginia Woolf, que pendula entre las huellas de la época victoriana y las dos guerras mundiales y, en medio, el mundo que se abre al modernismo y al que ella misma contribuye con su literatura o grupos como el de Bloomsbury. Lugar en dónde se reunían en casa de Virginia de su hermana Vanessa un conjunto de intelectuales británicos que durante el primer tercio del siglo XX destacaron en el terreno literario, artístico o social entre los que se encontraban Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, los críticos de arte Roger Fry y Clive Bell, y el economista John Maynard Keynes.

Por ello es imprescindible añadir estas dos obras cortas de “Las aventuras agrícolas de un cockney” y “Las aventuras de un padre de familia”, a dicho universo Woolf. Un pequeño gran universo que empezaba a formarse, sin pedestal, mostrando y describiendo simplemente la realidad con grandes palabras. Además, el texto en esta edición es ilustrado por los lápices de Maite Gurrutxaga (Amezketa, Guipúzcoa, 1983) consiguiendo el acompañamiento perfecto de unos dibujos primorosos y delicados como los textos de Virgina Woolf que son conducidos por unos trazos sutiles y coloristas, cargados de una gran ironía y sentido del humor, creando un resultado gráfico gracil e inteligente que engrandece a las palabras y ensalza la edición. Gurrutxaga ha realizado diversos trabajos entre los que han sido reconocidos con diferentes galardones como el Premio Euskadi de Literatura en Ilustración de Obra Literaria y el Premio Lazarillo de Álbum Ilustrado.

“Las aventuras agrícolas de un cockney” y “Las aventuras de un padre de familia” // Virginia Woolf // Nóridca Libros // Traducido por Ainize Salaberri // Ilustrado por Maite Gurrutxaga // 2017 // 16,50 euros

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