El pasado 12 noviembre murió Stan Lee, uno de los referentes y pioneros en la creación del cómic como industria. Creador de iconos como Spiderman, Los Cuatro Fantásticos o Thor, el éxito de Lee fue idear un sistema en el que junto a la genialidad de Jack Kirby o Steve Ditko, dos auténticos maestros del dibujo y en algún caso verdaderos cocreadores (en muchos fueron los padres únicos de los míticos personajes) de las series de los superhéroes que han marcado -y lo siguen haciendo- la infancia y adolescencia de muchos. El trabajo de los dibujantes llegaba a quedar en un segundo plano, destacando la figura de Lee como editor ya que supo venderse y recrearse continuamente. Lee fue un auténtico superhéroe editorial de los cómics que traspasó la realidad para recrearse así mismo a través de Marvel.
Pero antes del boom de la editorial Marvel propiciado por Lee, hubo dos muchachos allá por los años 30 que no cesaron en su intento de vender sus historias y así crear sus propios cómics. Fueron Jerry Siegel (Cleveland, 1914 – Los Angeles, 1994) y Joe Shuster (Toronto, 1914 – Los Angeles, 1992) creadores de Superman. Siegel se encargaba de los guiones y Shuster era el que ponía los dibujos. Visto así y sin conocer la biografía de estos dos pioneros del cómic, pensaríamos que habrían nadado en abundante dinero y tendrían sus vidas resueltas por ser los creadores de un nuevo concepto de cómic, el de superhéroes.
«Y no era el único que creó su propio Superman. No cabía duda: habíamos puesto las bases de un nuevo género. El traje, en especial la capa, la doble identidad, los superpoderes, y hasta el hecho de que los superhéroes vivieran en grandes ciudades: todo empezó con Superman. Habíamos inaugurado la era de los superhéroes y todos querían su trozo del pastel. Era inevitable».
En 1935, Siegel y Shuster comenzaron a trabajar para National Allied Publications, una editorial de revistas de cómics fundada y propiedad de Malcolm Wheeler-Nicholson. Siegel creó una serie de personajes para National. Wheeler-Nicholson vio un potencial cuando le presentaron a Superman, pero debido a las dificultades financieras se retrasó la publicación de él y a finales de 1937, Harry Donenfeld y Jack Liebowitz compraron los negocios de Wheeler-Nicholson.
En marzo de 1938, Donenfeld y Liebowitz compraron los derechos completos de Superman por 130 dólares con el fin de presentarlo en su nueva revista, Action Comics. En este punto, Siegel y Shuster habían renunciado a la adquisición de la sindicación de Superman, y con este acuerdo finalmente lo verían en la impresión. Aquí no fueron muy visionarios, por falta de asesoramiento o por la arducia egoista del editor. Así que, todo empezó realmente con Superman, el beneficio para unos y la «miseria» para otros. Superman se convirtió en un éxito sorpresa, ganando a Nacional más de un millón de dólares al año a través de revistas, radio y adaptaciones teatrales, y la comercialización. Pero Siegel y Shuster no tenían derecho a los inmensos beneficios porque ya no poseían el carácter de la historia que desde sus orígenes forma parte de la cultura estadounidense.
Una historia -la de Superman- que todos conocemos sobre el dramático final del planeta Krypton, la historia del científico Jor-El, que envió a su hijo Kal-El a nuestro planeta, porque sus habitantes somos en apariencia similar y porque la atmósfera de la Tierra confiere superpoderes a los kryptonianos. La nave en la que fue lanzado se estrelló en la región de Kansas y una pareja sin hijos la encuentra y lo cría como si fuera su propio hijo. Clark Kent se pasó a llamar ese niño, que cuando se hizo adulto se trasladó a la ciudad de Metrópolis, donde trabajará en un periódico y a su vez luchará contra el crimen vestido como Superman.
El argumento de Siegel se inspiró en obras contemporáneas como Tarzán o el Zorro, en la historia Bíblica de Moisés, en la película Metrópolis de Fritz Lang, y en el actor Harold Lloyd, un modelo evidente del personaje de Clark Kent. Tras tomar estas referencias, el resultado ya sabemos cuál fue, algo nuevo que se convirtió en el anteproyecto de toda una industria que factura miles de millones de dólares, sobre todo desde la entrada de las adaptaciones al cine de dicho género.
Pero todo no fueron luces para Siegel y Shuster, y de esto se han encargado de contarlo, como no en forma de cómic, Thomas Campi y Julian Voloj con JOE SHUSTER. Una historia a la sombra de Superman (Dibbuks). Un libro que no es solo una biografía de dos figuras esenciales del mundo del cómic, sino que desde el punto de vista de Joe Shuster, se cuenta la historia de la creación de Superman, desde su origen en la cabeza de Siegel, pasando de cómo por esos 130 dólares el editor se quedó con los derechos del superhéroe, dejando prácticamente de lado a sus autores, y por lo tanto, casi en la miseria, hasta la redención final tras el estreno de la primera adaptación cinematográfica de Superman. Una historia que está cargada de anécdotas, fidelidades, traiciones y de la insistencia del trabajo para luchar por un sueño. Un sueño que se vio truncado en parte por la codicia de algunos y por no reconocer el valor del trabajo de Siegel y Shuster, por la gran aportación que han hecho a la cultura de los Estados Unidos y la de un estilo artístico típicamente americano que vio la luz gracias al personaje venido de Krypton.
La biografía de Joe Shuster está contada de forma extraordinaria por Voloj y representada también de forma extraordinaria y muy especial por Campi, en la que cada viñeta contiene un pedazo de la historia del cómic estadounidense junto con los dibujos y un estilo que juega con el color al más puro estilo del pintor Edward Hooper, en el que la luz cálida expresa candidez y cercanía de una historia que te traslada a los años 30. Desde cómo se conocieron los autores y dieron vida al personaje hasta como intentaron vender el proyecto a las editoriales para que al final fueran explotados, engañados y despojados de sus derechos. La narración comienza con una primera viñeta ficcionada en la que Shuster es ayudado por un policía y que sirve de excusa para contar la historia a través de un largo flashback. A partir de ahí, los hechos que nos cuentan los autores están inspirados en la vida real de Joe Shuster y Jerry Siegel.
Voloj ha realizado un minucioso trabajo de investigación y documentación del cual podemos saber más en las páginas finales con unos notas muy esclarecedoras que nos acercan aún más a esta interesantísima historia que forma parte de la historia del cómic mundial. El libro publicado 80 años después de la fecha de portada del primer número de Action Comics, la revista en la que apareció por primera vez Superman. Por cierto, estoy seguro que a más de un lector, una vez leído este cómic, querrá empezar a leer Superman desde ese primer número, como me ha ocurrido a mí y así poder disfrutar desde una nueva perspectiva histórica de cómo unos dibujos empiezan a cambiar una cultura y sobre todo al tener en las manos un pedazo de esa historia.
Escribe Voloj en el prólogo del cómic que «Érase una vez Cleveland... así es como debería narrarse la historia original de Superman. Y en Cleveland fue dónde empecé a investigar; en el barrio de Glenville, para ser más exactos», por tanto «No. Superman no viene de Krypton: es de Cleveland».
En definitiva, un cómic imprescindible para los amantes del género de superhérores como para a aquellos que les interese la industria y la historia gráfica en la que la imaginación fluye a raudales.
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