Cuando vemos una fotografía, o recordamos ese primer beso o una posesión valiosa que hemos perdido, la nostalgia puede empezar a invadirnos, a evocarnos un sentido especial de tiempo o lugar pasado. Todos conocemos esa sensación: una dulce tristeza por lo que ya no está, que aparece en tonalidades invariablemente sepia, rosado o teñida por la luz del atardecer, desencadenas sentimiento encontrados que se nos habían perdido con el paso del tiempo.
Se ha demostrado que la nostalgia se presenta en personas de todas las culturas y de todos los grupos de edades. A pesar de darse en individuos tan distintos, ciertos rasgos son comunes en la mayoría de las experiencias de este tipo. Por ejemplo, los pensamientos nostálgicos que experimentamos acostumbran a ser sobre una persona muy cercana afectivamente, un suceso relevante o un lugar que es importante para nosotros. Además, solemos ser el centro por el que todo gira en nuestras escenas nostálgicas, aunque por lo general, estemos rodeados de familiares y amigos que pudieron compartirlas.
Describir esa sensación de añoranza por ese tiempo pasado se puede hacer de múltiples formas, a través de una conversación con un amigo, o por el visionado de una película o las mencionadas fotografías, pero también se puede expresar y compartir con los demás a través de la escritura, con la pintura o el dibujo. En este último, el ilustrador canadiense Gregory Gallant (Ontario, 1962) conocido en el mundo del cómic como Seth no tiene ningún reparo en admitir su naturaleza anacrónica y considerarse el centro de “su” universo nostálgico. Además de historietista, sus trabajos han aparecido en cabeceras tan prestigiosas como The New Yorker o The Washington Post.
Con La vida es buena si no te rindes (Salamandra) considerado como uno de los mejores cómics del Siglo XX y ahora en una nueva edición (agotado en España desde 2009) de Salamandra Graphic, nos devuelve al Seth joven (apareció por primera vez de modo serializado entre 1993 y 1996), al Seth nostálgico de un tiempo pasado que reconoce mejor, a un Seth preocupado por entender la historia de si mismo y la de algunas personas en concreto, como aquellos historietistas clásicos a los que persigue y estudia para recuperar su obra y poder estudiarla y aprenderla.
Desde esa psicología de la nostalgia, Seth nos muestra un retrato autobiográfico de su modo de pensar y dibujar, un retrato de las gentes y las ciudades con un dibujo elegante y sofisticado en el que los trazos alegres se intercalan con los grandes detalles en cada viñeta, así como el empleo magistral del empleo de la luz y las sombras con la utilización de dos tonalidades como son el negro y el azul que acompañan a los blancos en un viaje puramente efectivo y muy enriquecedor, tanto por la parte gráfica como por el texto que dan forma a una obra excepcional que demuestra una narrativa muy bien elaborada.
Desde una mirada hacia atrás de manera natural en la que se ve al autor que encuentra placer en ello, Seth se siente cómodo en mostrar al lector esa forma de pensar y dibujar en la que el paso del tiempo cada vez le resulta más obvio y que además no conecta con los gustos actuales. Por lo que, no resulta extraño entonces que Seth sea reconocido por el gremio como el autor de la nostalgia tratada desde un punto de vista formidable, gracias en buena parte a La vida es buena si no te rindes, su historia semiautobiográfica, en la que se encuentran la mayoría de los elementos que componen el universo Seth: inadaptación a la sociedad, obsesión con el pasado, en este caso, con ese olvidado ilustrador de los años cuarenta y cincuenta del New Yorker llamado Kalo, que sirve de excusa para dar forma a esta novela gráfica magistral. Un ilustrador descubierto por casualidad por el que se obsesiona Seth y da comienzo así a su búsqueda obsesiva y compulsiva que lo lleva a sumergirse en horas de lecturas e investigaciones, mediante repaso de libros y revistas antiguas, con la esperanza de encontrar algún fragmento del pasado al que poder aferrarse a través de esa solitaria ilustración aparecida en The New Yorker. Una búsqueda que se sirve de pretexto para buscar un sentido a la vida o puede ser una excusa por salir huyendo de una realidad o simplemente filantropía.
Otra función importante de la nostalgia puede ser la de reforzar los vínculos entre nuestro pasado y nuestro presente. Es decir, la nostalgia puede proporcionarnos una visión positiva del pasado y esto podría ayudarnos a desarrollar un mayor sentido de continuidad y darle más significado a nuestras vidas. Los investigadores conjeturan que la nostalgia puede además tener una mayor importancia para los ancianos, pues ellos son más vulnerables al aislamiento social y, por tanto, la nostalgia puede ayudarles a superar sentimientos de soledad. Pero con La vida es buena si no te rindes, vemos una versión joven del autor que intenta descubrir quién es y adónde ir que sirve además de homenaje a esos dibujantes que pasaron inadvertidos por la mayoría lectora y que no triunfaron en lo que al dibujo se refieren, pero sí lo pudieron hacer en otros aspectos de la vida. Un cómic entretenido, lleno de nostalgia, en el que los dibujos bitonales de Seth tienen una cualidad otoñal y elegíaca propia.
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