La vida tiene muchas etapas. Es un trayecto por el que vamos pasando, evolucionando, aprendiendo y transformando los roles que desempeñamos a lo largo de toda ella. Entre esos roles, a muchos nos llega el de ser padres. Un rol que hemos visto primero proyectado en nuestros propios padres, y cómo ellos ejercían sobre nosotros la influencia y la transmisión de conocimientos y ese conjunto de caracteres esenciales que recibimos de ellos para afrontar un largo camino como es el del vivir.
Esos caracteres pueden ser morales, científicos, ideológicos, culturales, etc., que nos van caracterizando, y continúan advirtiéndose más tarde en nuestros descendientes. Aquí, es cuando experimentamos el cambio al rol paternal. Sobre nuestros hijos vamos enseñando y transmitiendo una herencia -y no me refiero a la económica- cognitiva que les marcará, como pudo hacerlo en nosotros.
Nos convertimos en compañeros de viaje de nuestros hijos y ellos a su vez hacen lo propio con nosotros. Un camino por la vida en el que poder compartir y vivir todo lo que se pueda. Es como si se produjese un primer encuentro con su nacimiento entre dos personas y entonces se juntan y deciden viajar juntos.
«Hace mucho tiempo, un hombre se encontró con un niño en su camino. Los dos habían recorrido ya un largo trecho solos, por eso decidieron hacerse COMPAÑEROS DE VIAJE».
Estas son palabras de Can Ran, escritas en un conmovedor e ilustrativo álbum infantil dibujado por la ilustradora china Daishu Ma «Te llamaré papá» (Siruela). Un claro homenaje de su autor a los padres y en concreto, como es lógico al suyo.
Una historia que comienza hace mucho tiempo, cuando el mundo aún era joven, entonces un hombre y un niño se encontraron y decidieron viajar juntos. Mientras el hombre buscaba oro para meterlo en su maleta, el niño llenaba su mochila con cosas secretas… Las cosas que el hombre, casi sin darse cuenta, le estaba enseñando.
El hombre -que no tiene nombre-, casi indiferente a la presencia del niño, va en busca de las cosas materiales más preciosas, para meterlas en su maleta de hierro:
«dicen que el oro es lo más precioso que existe pero ¿a saber cómo es. Cuando el hombre encontraba objetos relucientes, los cogía, los limpiaba bien y se los llevaba a la boca. Si al morderlos le parecían realmente duros, entonces los metía en su maleta».
La convivencia hace que los dos compañeros de viaje se conozcan, se comprendan, pero ¿se aman? Quién sabe. Lo que sí hace el pequeño es guardar en su mochilita las palabras que oye, lo que ve, lo apunta y lo guarda. Toda una metáfora en la que la mochila es la forma en que se guardan esos recuerdos y enseñanzas imprescindibles y por la que el pequeño la llevará sobre su espalda, quizá para siempre.
Can Ran, aborda en este delicado libro el tema de la relación padre-hijo utilizando otra metáfora como la del viaje como camino de vida cuyos protagonistas, viajan por el mundo enfrentándose a obstáculos y alegrías. Todo ello dibujado con unos paisajes de ensueño, simbólicos y a veces inquietantes, -sobre todo cuando se acerca algún peligro- con las ilustraciones de Daishu. En un gran manejo de los colores que evocan tonos alegóricos, imaginarios y muy representativos, que no dan respiro alguno al flujo de las emociones. Su narrativa visual, transmite la magia en un entorno moderno y colorista.
Una magia afectiva, que se descubre página a página, desde las características de la relación entre padre e hijo, pasadas por la mano hábil y creativa de Daishu, que transmite además, la pasión por la naturaleza de la ilustradora china. Las imágenes a página completa, parecen estar grabadas en el papel por su gran definición en las formas, las luces y sombras.
Los paisajes naturales son el contexto en el que el niño descubre la belleza del mundo explicada por el hombre. Sus cuerpos son uno con la naturaleza y sus colores, que el niño mira con ojos grandes y atentos, son aquellos que ven y comprenden por primera vez aquello desconocido.
En definitiva, un libro para descubrir, experimentar la dulzura, el miedo, la serenidad, o la alegría como sensaciones a través de las imágenes y de la historia. En una historia que no sabemos a dónde se dirigen los protagonistas e incluso ni ellos saben a dónde van., pero un viaje en el que aprendemos a descubrir poco a poco el final sorprendente, como si fuera un final (y el comienzo también pudiera ser) de un largo viaje compartido, como debe ser esta lectura, compartida con los más pequeños de la casa y así hacerles ver que desde el interior de su mochila se puede mirar el mundo de lo aprendido todas las veces que se quiera.
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