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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Diez días que sacudieron el mundo

Diez días que sacudieron el mundo
Pablo Delgado el

El reciente año que hemos pasado (2017), fue el centenario de una de las revoluciones que marcaron la historia en Europa durante varias décadas. Esa acción y efecto de revolver o revolverse y que supuso un cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional cono fue la rusa, marcó las vidas de muchos, además de marcar una vía política que ganó en esa parte de Europa, pero que al cabo de los años ese levantamiento o sublevación popular que desembocó en una nueva forma de gobierno, a día de hoy, queda obsoleta. Solo hay algún reducto de país que mantiene esas políticas “para el pueblo”.

Estoy hablando de la Revolución de Octubre, también conocida como Revolución bolchevique, fue la segunda fase de la Revolución rusa de 1917, tras la Revolución de Febrero. Se produjo en la fecha 25 de octubre de 1917 que corresponde al calendario juliano vigente en la Rusia zarista, después abolido por el nuevo Gobierno bolchevique. En el resto del mundo occidental, bajo el calendario gregoriano, los sucesos se iniciaron el día 7 de noviembre de 1917.

Una revolución que se produjo durante la Primera Guerra Mundial, en la que la insistencia del Gobierno provisional -tras la caída del zar- en continuar la guerra —muy impopular entre la ciudadanía— impedía la aplicación de las profundas reformas que exigía la población. La ausencia de estas hizo que el programa bolchevique, reflejado en sus consignas de «Paz, pan y tierra» y «Todo el poder para los sóviets (consejos ciudadanos)», ganase partidarios rápidamente. La crisis económica, que se había agravado desde el verano, la amenaza del frente para los soldados de la capital, la desilusión entre la población, el hambre y el respaldo al Gobierno provisional de la mayoría de los partidos favoreció a los bolcheviques, que desencadenaron una intensa campaña de propaganda en la capital del momento, Petrogrado.

No voy a desarrollar aquí qué fue y qué supuso esta revolución y contrarrevolución, para ello están la cantidad de novedades que se han publicado a lo largo de los últimos meses en las librerías que se han llenado tanto de clásicos de la literatura, ensayo y filosofía soviéticas.

Pero hay uno que ha destacado en ese mar de novedades, y es la cuidada recuperación del clásico de John Reed (1887-1920), Diez días que sacudieron el mundo, en edición conjunta de Nórdica Libros y Capitán Swing. Un gran clásico del reporterismo internacional, ilustrado para la edición por el siempre vibrante, genial y con un estilo diferenciador del gran ilustrador/artista Fernando Vicente (Madrid, 1963). Desde la nueva traducción de Íñigo Jáuregui, ofrece una nueva visión fresca de cómo Reed retrató y dio a conocer lo que estaba ocurriendo en esos días tan intensos como fríos. “Al margen de lo que se piense del bolchevismo, es innegable que la Revolución rusa es uno de los grandes acontecimientos de la historia humana, y el surgimiento de los bolcheviques, un fenómeno de importancia mundial. Igual que los historiadores investigan hasta los más ínfimos detalles (…), también querrán saber qué ocurrió en Petrogrado en noviembre de 1917, conocer el espíritu que alentó al pueblo, qué aspecto tenían sus jefes, cómo hablaban y actuaban”. Ésta es la razón por la que Reed escribió este libro. Cuenta que durante la lucha sus sentimientos no pudieron ser neutrales. Pero que al contar la historia de aquellos días heroicos para unos y terribles para otros, intentó mirar los hechos cono los ojos de un reportero concienzudo e interesado en consignar la verdad.

Publicado casi dos años después (1919) de aquellos acontecimientos, Reed consiguió recoger a través de sus notas, una magnífica cobertura periodística de un suceso que cambió el mundo, además de tener el hándicap de que los medios de comunicación (radio y diario), sufrieron una enorme transformación durante todo el proceso de la Primera Guerra Mundial. En los países que participaron del conflicto se comenzó a utilizar esa vía informativa de masas como propaganda y los corresponsales dependían principalmente de los comunicados oficiales y la utilización de la telegrafía era considerada vital en el desarrollo bélico. Los despachos internacionales llegaban, en algunos casos, a los periódicos con dos y hasta tres días de demora. Por eso, debían aclarar en cada una de las informaciones las fechas en las que se escribió el texto, ya que los distintos envíos podían ser, a veces, contradictorios. Entonces, al publicar el libro, se ofrece una visión serena y concienzuda desde la distancia de los acontecimientos.

Diez días que sacudieron el mundo, es un relato ejemplar y soberbio en lo periodístico como perfecto en lo histórico, ya que Reed vive un periodo al que da voz desde lo más profundo y cercano, en una primera línea tanto de fuego como histórica, se apoya en los archivos de varios cientos de periódicos rusos de diversos tipo, que cubren casi todos los días de la época descrita, además de el Bulletin de la Presse, que se publicaba diariamente en la Oficina Francesa de Información de Petrogrado, en el que se informaba de todos los acontecimientos y discursos importantes recogiendo los comentarios de la prensa rusa. En el extenso apéndice a la obra se recogen, además de lo anterior, casi todas las proclamas, decretos y órdenes gubernamentales, así como los tratados secretos y otros documentos oficiales, aportando ese contexto histórico determinante.

El periodista norteamericano, además de ser cronista de la revolución rusa también lo fue de la mexicana (“Mexico insurgente”). Ya desde sus tiempos estudiantiles en Harvard había luchado contra las injusticias sociales de los obreros norteamericanos por lo que estaba muy cercano a dichas ideas. Con conocimiento de causa, Reed que ya fue en 1916 encarcelado por el gobierno zarista, molesto por sus artículos en los que denunciaba la corrupción del ejército ruso y las injusticias sociales. Tras una breve estancia en EE.UU. volvió a Rusia en ese año revolucionario. En esta crónica de gran valor narrativo en la que acompañó con un gran espíritu revolucionario y crítico, acerca a lector de forma vertiginosa a esas reuniones de los soviets, de las decisiones de los comisarios políticos, de los procederes de los miembros del ejército revolucionario, las discusiones entre facciones, etc… El lector experimentará una fuerte sensación de estar junto a Reed viviendo esos acontecimientos, e incluso de poder ver a Lenin haciendo sus discursos ante las multitudes encendidas:

“Eran exactamente las 8:40 cuando un aplauso estruendoso anunció la entrada del presídium, con Lenin, el gran Lenin, entre sus miembros. Una figura baja y fornida, la gran cabeza, calva y protuberante, encajada entre los hombros; los ojos pequeños, nariz respingona, boca grande y mentón macizo. Iba bien afeitado, pero en su rostro ya empezaba a rizarse la famosa barba de sus días pasados y futuros. Vestido con ropas gastadas, los pantalones le quedaban grandes. Nada extraordinario para ser un ídolo de multitudes, querido y reverenciado como pocos líderes en la historia. Un extraño jefe del pueblo, pues lo era únicamente por su virtud: gris, serio, inflexible y distante, sin rasgos pintorescos, pero con el poder de explicar ideas profundas de manera sencilla y de analizar con precisión las situaciones concretas (…).”

Durante la llamada Revolución de Octubre se desarrolló también un método de agitación social de gran efectividad, los carteles políticos. De forma poco costosa, hacían llegar al pueblo sus denuncias contra la burguesía, el hambre o la miseria. La Revolución, alumbró un arte nuevo cargado de política, y el cine también fue pieza clave, cuya potencialidad propagandística, en una sociedad con unos niveles de analfabetismo en el conjunto de la población, no se le escapaba a los nuevos dirigentes. Muchos jóvenes directores, aleccionados por el poder, tomaron las cámaras y lograron producir películas de agitación política, llevar a cabo una labor pedagógica y realizar un cine experimental que dio un impulso decisivo al desarrollo del lenguaje cinematográfico.

Fernando Vicente en las aproximadamente 30 ilustraciones que acompañan a uno de los mejores relatos periodísticos jamás escrito sobre la revolución rusa, nos contextualiza desde un punto de vista gráfico e icónico esa revolución de las gentes y dirigentes de dichas masas, en las que se hace posible contar un tiempo histórico a través de las imágenes oníricas del ilustrador. Todo un acierto por parte de los hermanos Moreno (Diego desde Nórdica Libros y Daniel desde Capitán Swing) en recuperar esta edición y transformarla en un libro bello del que el mismísimo líder ruso puso -cuando se publicó originalmente- como manual escolar para que los alumnos rusos aprendieran la revolución, a pesar de estar contado por un reportero norteamericano.

En sus páginas encontramos un pedazo de historia que al ser leída nos ayudará a entender un poco mejor la actualidad en la que vivimos y lograr así un espíritu crítico. Un libro lleno de convicciones con las que se puede estar de acuerdo o no, pero que no deja indiferente por la fuerza en el relato y por la valentía -actual- de sus magníficas ilustraciones que funcionan como utensilios para diagnosticar una realidad fundada en la diferencia y convertir esta edición en un objeto de culto histórico.

John Reed murió en Rusia en 1919, mientras preparaba un nuevo libro, y fue enterrado en la Plaza Roja de Moscú, junto a la muralla del Kremlin.

Diez días que sacudieron el mundo // John Reed // Nórdica Libros y Capitán Swing // Ilustrado por Fernando Vicente // Traducción de Íñigo Jáuregui // 2017 // 29,50 euros

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