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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Qué vemos cuando leemos

Qué vemos cuando leemos
Pablo Delgado el

Peter Mendelsund lleva años tratando de explicar por qué no vemos con los ojos, sino con la mente cuando nos ponemos frente al texto de un libro y nos zambullimos en su lectura. Este exitoso diseñador autodidacta (en realidad estudió piano clásico y filosofía) es el más prestigioso “portadista” a nivel mundial que hay en la actualidad y por el que las editoriales anglosajonas se “pelean”. Ha ilustrado más de medio millar de cubiertas de libros en la década pasada. Pero si por él fuera, todos sus libros tendrían cubiertas sin ilustración (como las españolas de Cátedra o las británicas de las ediciones clásicas de Penguin) además de preferir tratar con autores muertos (o con sus libros), ya que estos no se dedican a sugerir demasiadas ideas y a fiscalizar otras. Una portada no debe condicionar al lector a la hora de imaginarse el mundo al que va a acceder, puede ser un reclamo para acercarse al libro, pero lo que tiene que ser el principal protagonista es ese mundo que se encuentra en su interior.

La historia de nuestra lectura es siempre la historia de un recuerdo. Cuando leemos estamos absortos en esa tarea, y cuanto más absortos estamos menos capaces somos en ese momento de utilizar nuestra mente para analizar la experiencia en la que nos hallamos inmersos. Así pues, cuando hablamos de la sensación de la lectura estamos hablando en realidad del recuerdo de haber leído. Esta reflexión del filósofo estadounidense Williams James que nos plantea Mendelsund nos lleva al pensamiento de preguntarnos, como bien indica el libro, que publica ahora en español “Qué vemos cuando leemos” (Seix Barral).

Es justamente lo que el texto no aclara lo que se convierte en una invitación para nuestra imaginación y contextualizar de esa forma la obra que estamos leyendo. Los personajes aunque podamos concebirlos como seres visibles, son más bien un conjunto de reglas que determinan un desenlace específico. Los atributos físicos pueden ser decorativos, pero también pueden contribuir a perfilar su significado. Por ejemplo, un libro abierto actúa como una persiana: sus tapas y sus páginas dejan fuera los ruidosos estímulos del mundo y excitan la imaginación. Las imágenes de la lectura revelan nuestras inclinaciones personales. Cuando leemos recibimos montones de palabras, no somos conscientes de que vamos asimilando una por una de forma lineal, por lo que el contexto en el que están las palabras adyacentes y su relación entre si es muy importante, porque es lo que le da sentido a la lectura y su significación.

Con el acto de leer estamos imaginando que vemos. Soñamos despiertos a través de los saltos de los ojos que realizan en el recorrido de las palabras, desembocando en esas imágenes que el escritor ha querido transmitir. Las imágenes que “vemos” cuando leemos son totalmente personales. Lo que no vemos es lo que el autor imaginaba cuando estaba escribiendo el libro. Cada narración está hecha para que la sometamos a una transposición, para que la traduzcamos con la imaginación; para que la traduzcamos mediante asociaciones personales, es decir, la hacemos totalmente nuestra e intransferible. Colonizamos los libros con nuestro mundo cotidiano y exiliamos o trasladamos a los personajes a tierras con las que estamos familiarizados. Si no tenemos imágenes preconcebidas en nuestra mente cuando leemos, entonces es la interacción de las ideas lo que cataliza nuestros sentimientos como lectores a través de experiencias vividas.

Cuando vemos algo durante la lectura, vemos lo que nos impulsan ver. La imaginación implica darle la espalda al mundo objetivo que está fuera de nuestra mente. Te sientes como si hubieras andado con los ojos vendados, y el libro te proporciona ojos con los que ver. En la manera en que una obra de ficción aborda la percepción, es donde el lector halla la verdadera filosofía del escritor.

Mendelsund califica a los lectores como constructores de modelos ya que un lector cuando está leyendo forma sus representaciones para recordar y manipular el recuerdo de un objeto o un personaje y después reutilizar esa información, por lo que esta representación es una especie de modelo.

Es un libro magnífico y muy práctico en el que todo diseñador gráfico podrá encontrar inspiración a la hora de enfrentarse a la cubierta en blanco de un título, y una vez leído cambiará la forma de pensar acerca de la lectura. El libro ejemplifica la idea de que la lectura no es un proceso lineal, explicándolo con técnicas éxoticas y originales. Por ejemplo, ubicando en un mapa las localizaciones de “Al faro”, de Virginia Woolf, libro del que salió la idea de Mendelsund. O encargando un retrato robot policial de Anna Karenina. Un libro fascinante que utiliza una combinación de imagen y texto para explorar esa  experiencia magnifica, gratificante y única que es la lectura.

“Qué vemos cuando leemos”// Peter Mendelsund // Seix Barral // 20 euros

 

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