Joan Brossa (Barcelona, 1919–1998) es el poeta de vanguardia catalán más reconocido del siglo XX. Precursor en la poesía visual, es fuente de inspiración de todos aquellos que manejan, manipulan y transforman las palabras, los objetos y las imágenes, para darles un sentido original y distinto.
Toda la poesía de Brossa está llena de referencias a lo visual, a lo cotidiano. Desde sus orígenes (1941) hizo poemas experimentales de tipo caligramático. Un Apollinaire catalán que fabuló con la ruptura en las estructuras clásicas del poema que se venía haciendo desde la Antigüedad. En España son excelentes los poemas visuales y hasta cierto punto caligramáticos también de Juan Larrea, Gerardo Diego y el grupo ultraísta, quienes recogieron el rastro que iban dejando los poetas franceses.
«A partir de 1959, Brossa intensificó sus investigaciones visuales con las «Suites» de poesía visual. Durante la década de los sesenta y, más concretamente, durante los setenta, se concebirán, y se editaran posteriormente, los poemas visuales y objetuales brossianos más conocidos». Ahora, Visor ha publicado una magnífica antología de poemas visuales de Joan Brossa en formato bolsillo, siendo así la primera en el panorama editorial nacional de esta antología, en la que se presentan facsímiles de cincuenta y ocho poemas visuales raras veces expuestos y en su mayoría inéditos, manteniendo su materialidad original. De la edición de Marc Audí, «Antología de poemas visuales», nos traslada al mundo brossinao, un mundo visual enriquecedor y transformador de una realidad minimalista cargada de un gran significado y creatividad.
Audí, en el epílogo nos contextualiza una obra de la que «han pasado más de cuarenta años, veinte desde el fallecimiento de Brossa, y es urgente volver a ofrecer algunos de sus poemas visuales sabiendo que la mayoría no se han expuesto jamás. Renovar la retina con la parte más relevante de su obra visual, absolutamente única en la poesía catalana. El archivo de poesía visual inédita de Brossa sigue siendo hoy una mina extraordinaria para los amantes de la síntesis, de las pocas palabras, de la ambigüedad y la duda, y de la intensidad comunicativa. Exclamativamente, Brossa lo proclama en el soneto ‘La gàbia del llenguatge’ [La jaula del lenguaje]:
¡Fuera mundos de segunda mano! En el intento
arranco el disfraz del lenguaje.
¡Libera las palabras, paisaje de la mente!”
«Una nueva antología supone añadir una mirada, proponer un itinerario, una orientación, apartarse de otras vías (…) Sus ‘series’ de poemas visuales nunca fueron más allá de esta cifra (58), y de esta manera se podían ver o leer de un tirón, sin interrupciones -las pausas las marcaba el propio poeta con páginas en blanco o negro, y el verso de los poemas quedaba casi siempre vacío-. Brossa quería captar y controlar los gestos, la atención, así propiciar una experiencia completa».
Sus poemas visuales, hacen que se nos acerque esa «fascinación por el vacío, las distintas maneras de acotarlo, de darle cuerpo. Con trazos, con líneas, con títulos. La página en blanco adquiere bordes significativos, escenifica la unión intensa de un encaje, o bien pierde prácticamente la retícula meticulosa, invisible, geométrica, que subyace en muchos otros poemas (…) Es la tinta lo que importa, no la escritura: la huella dactilar, con el azul de los documentos oficiales, identifica a Brossa con la primera letra, metonimia del alfabeto y de la letra, cuyas ramas y raíces penetran el espacio y el subsuelo, y con el firmamento, espacio lleno de nombres y de mitos, de tiempo y de indagaciones. En todas partes esta y se proyecta la mirada de Brossa. Desplazar, descentrar y dar siempre en el blanco, donde sea que esté, aunque ello suponga recortar la diana y de nuevo, un traslado (…) Vertiginosas son las alteraciones que sufren las letras, recortes, compresiones y suplementos. Buscando siempre maneras de tensar una cuerda entre lo explícito y lo ilegible, entre lo reconocible y lo informe».
La poesía visual de Brossa son impactos comunicativos que invitan a pensar, a transformar, a meditar, a ver una realidad de las cosas alterada por la disposición y la puesta en escena. Hace que el espectador se replantee las cosas y mostrarle así, que con un ligero movimiento de las cosas, con un simple acto de extraer un objeto o una palabra, una letra, un trazo, de una escena en la que está acostumbrado y llevarla a otra, cobra una fuerza y un aura onírico como si se enmarcase y se expusiera en las paredes de un museo. Generando de esta forma una poesía visual de gran impacto.
En definitiva, sombreros, cartas, antifaces, utensilios en desuso, y sobre todo, papel y tinta…hablan por sí mismas, por el recuerdo que despiertan en el espectador, trazos y formas que tienen memoria y quedan comprometidos por la transformación, el emparejamiento absurdo y la ironía, en un juego reflexivo que denota una mirada crítica sobre la sociedad.
«Antología de poemas visuales» // Joan Brossa // Visor // Edición de Marc Audí // 16 euros // 2019
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