En un tiempo en el que todo corre gracias a esta nueva era de la información, o de la desinformación, según cada uno lo enfoque; las noticias vuelan, las redes sociales atrapan, las conversaciones se diluyen, e incluso las lecturas también son germen de todo este entorno, fraccionadas, ligeras y a toda velocidad.
Pero a veces uno se topa con un libro que no viene a contarte una historia nueva, rápida, sino a recordarte por qué empezaste a creer en las historias, a apreciar esos tiempos calmados y sin interrupciones. Eso pasa con El verano de Cervantes (Seix Barral) el último ensayo publicado del escritor Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956).
No es una biografía al uso, ni un estudio académico, sino algo más íntimo y original: una carta de amor a Don Quijote de La Mancha, a Cervantes y, sobre todo, a la lectura y La literartura que la hace posible. Un libro que invita a hacer exactamente lo contrario a lo que he dicho al principio: parar, leer despacio y recordar por qué los clásicos siguen vivos.
Muñoz Molina, fiel a su estilo elegante, lúcido y reflexivo, mezcla recuerdos de su infancia en su pueblo natal, Úbeda —los veranos calurosos y silenciosos de las siestas, los libros que caían en sus manos por casualidad, el olor del papel viejo— con reflexiones sobre cómo leer El Quijote, un libro que puede cambiarte la forma de mirar el mundo.
Desde ahí, traza un hilo entre su experiencia personal y la presencia universal de Cervantes, entre la nostalgia de los días largos y la lucidez de quien sabe que leer es también una forma de resistir. Entre anécdotas y análisis, el autor reconstruye su relación con el clásico español y nos invita a entender que la locura del hidalgo y la sensatez de Sancho son también las nuestras: las de quienes seguimos buscando sentido en las palabras.
Lo esencial del libro es que no se queda en el homenaje al genio universal de Cervantes sino que va más allá. Se pregunta cómo se lee hoy un clásico, qué significa detenerse a leer cuando el mundo va a toda velocidad, y qué perdemos cuando dejamos de hacerlo. En su mirada hay una especie de resistencia tranquila: frente al ruido digital y la urgencia constante, leer El Quijote es casi un acto de rebeldía.
Además, el autor rescata detalles frescos sobre la obra cervantina. Por ejemplo, la idea de que Don Quijote sucede en verano —ese tiempo suspendido donde todo parece posible— o que Cervantes fue mucho más moderno y experimental de lo que solemos pensar. Para Muñoz Molina, el libro no envejece porque nunca deja de hacernos preguntas sobre quiénes somos, en qué creemos, y cómo sobrevivimos a nuestras propias ilusiones.
Aunque claro, no todo es ligereza. A ratos el ensayo exige más atención: hay muchas referencias, saltos entre épocas, menciones a Balzac, Melville o Joyce. Si no tienes muy fresco El Quijote, es una ocasión imprescindible para volver a el, o si nunca te has adentrado en el, hacerlo de forma eficaz. Pero ahí también está su encanto: El verano de Cervantes no se lee con prisa e incluso se puede leer en paralelo a la obra de Cervantes. Y así se disfruta mejor como un paseo largo, de esos que se hacen sin rumbo y dejándose llevar por la voz del autor al atardecer de un verano cuando el calor da un poco de tregua.
El autor jienense no intenta darnos lecciones, todo lo contrario, comparte su gratitud y sus reflexiones -que invitan al subrayado- hacia un libro que lo acompañó toda la vida. Desde cierta complicidad con el lector, éste debe dejarse llevar por las digresiones, por las conexiones entre Cervantes, y muchos más autores considerados. Y quien lo haga encontrará una recompensa: la sensación de estar dialogando con un amigo que no presume de sabiduría, sino que comparte su fascinación por un clásico que nunca se agota.
El verano de Cervantes es, en el fondo, un libro sereno y luminoso sobre lo que significa seguir leyendo en el siglo XXI, sobre ese placer de leer, de la memoria y de la imaginación. Un recordatorio de que los grandes libros no envejecen. Y que, en un mundo acelerado como el de hoy, quizá no haya mejor rebeldía que sentarse bajo una sombra, abrir una página y dejar que el tiempo vuelva a pasar despacio.
El verano de Cervantes // Antonio Muñoz Molina // Sexi Bárralas // 2025 // 22,90 euros
