Así fue como encontré este tesoro de 1621.
Tenía la intención de descubrir un mapa sugerente, alguna copia de grabado en blanco y negro simplemente, con algún que otro detalle que me entusiasmara, pero sin decírmelo todo, pues pretendía crear en el. Sabía que se trataría del mejor “lienzo “capaz de soportar estéticamente todas mis técnicas y texturas. Imágenes que transportaran a su propia andanza, mas la suma de unas técnicas que capten la atención, sería para mí, la combinación perfecta.
Inmersa en la biblioteca durante horas, diferentes imágenes sorprendentes que entre un hojear y otro, me aparecían como por arte de magia en estado puro.
Allí en un rincón, me esperaba una colección antigua de revistas de historia naval española, me deslumbraba todo, sin embargo esas maravillas ya habían sido doradas con un encanto incapaz de superar. Aunque, había una carta náutica… geográfica, simple, copia sin color, podía esconder un secreto y sí, me inspiraba, en una soñada biblioteca de Patagonia: “Agustín Álvarez”. Por aquellos tiempos no tenía ni la más absoluta idea, de que hoy me encontrase contando la historia de un mapa desde un sitio tan distante, el mismo donde fue encargado: España. Imagino que la sangre de mis abuelos me transportaría a estos lares donde surgieron sucesos honorables que pintar. La unión de dos países lejanos, que hicieron historia. Incluso envié trabajos desde mi añorado lugar a personas interesadas de aquí…luego esa misma magia me ha cruzado con ellas, sin haberlo planeado jamás. Diría mi abuelo: “Hic et nunc”.
¿Los secretos de aquella carta náutica? los expresaba su historia, los de mares y tierras muy deseadas, un punto en el mapa que grandes potencias velaban por poseer, siempre al pié del cañón.
España, en pleno desarrollo del siglo XVII, sumergiéndose al imperante reconocimiento de estrechos descubiertos hacía un tiempo, en la tierra más austral de Sudamérica, nexo a oriente, que estaban siendo astutamente abordados por corsarios ingleses y holandeses, en la Corona española sonaban nombres como Drake, Cavendish, Hawkins, Schouten, Le Maire… aventureros capaces de todo y más.
Clamaba la importancia de comprobar la veracidad de la existencia de un nuevo paso para entrar en el océano Pacífico: El cabo de Hoorn y el estrecho de Le Maire, descubierto el 29 de enero de 1616 por los holandeses Willem Schouten (natural de Hoorn) y Jacob Le Maire. Eran tiempos en los que Holanda, se ve privada en parte de su comercio con España y Portugal como consecuencia de su rebelión contra Felipe II. Envían algunas escuadras con el fin de llegar a Oriente. Conocían derroteros por cartas marinas españolas y portuguesas ya que habían navegado junto a los portugueses. Conformaban una “Compañía Unida de las Indias Orientales” que se convertiría en una gran organización militar.
Por otra parte, se habían dado algunos contratiempos y sucesos, ya en 1578 Francis Drake pasó a través del estrecho y navegó hacia el norte asaltando barcos españoles. En 1580, Pedro Sarmiento de Gamboa fue a la caza de Drake, siendo el primero en navegar desde el estrecho hasta Europa. En 1587 Thomas Cavendish siguiendo a Drake, capturó un galeón de Manila y regresó a través del océano Índico. En 1599 barcos neerlandeses pasaron por primera vez a través del estrecho de Magallanes (William Adams, el primer inglés en llegar a Japón, estaba a bordo). Olivier van Noort, también les siguió y de paso…se convirtió en el primer circunnavegante neerlandés. Aquello casi parecía algún “Guinness World Record del estrecho”.
Inmediatamente se alarma la monarquía ibérica y desde el Consejo de Indias organiza una expedición. Se elije a un capitán con extensa experiencia y méritos sirviendo en La Armada del Mar Océano Bartolomé García de Nodal, que junto a su noble hermano Gonzalo liderarían el viaje, además el buen cosmógrafo Diego Ramírez en calidad de piloto mayor. También podemos contar que se consigue “información confidencial” de dos pilotos flamencos que habían participado en el descubrimiento del estrecho de Le Maire, recomiendan “de buena fe” algunas estrategias, proporcionan un derrotero de viaje con el que dibujan una carta que valiese de guía en la expedición y también, los acompañan en el viaje.
Se construyeron y armaron dos barcos de similar características, para prevenir tener que esperar por el otro cuando navegasen si tenían diferentes cualidades marineras, un estorbo común en otras expediciones de la época. Las dos carabelas eran la “Nuestra Señora de Atocha” y “Nuestra Señora del Buen Suceso”, de 80 toneladas y 40 tripulantes cada una.
La expedición zarpó de Lisboa, Portugal (que por entonces la península ibérica se encontraba bajo la corona de Felipe III), el 27 de septiembre de 1618. El 7 de julio de 1619 arribaron a España, siendo una expedición de algo menos de diez meses, donde no se perdieron vidas ni barcos. Exitosa y crucial para el Imperio español.
Además de comprobar la veracidad de los descubrimientos holandeses (estrecho de Le Maire, al cual llamaron San Vicente y cabo de Hornos), llegaron más al sur que ellos hallando una isla (en realidad un archipiélago) a la que le darían el nombre de Diego Ramírez (el piloto mayor de dicha expedición), marcando «el punto más austral», hasta el descubrimiento de las islas Sandwich por el capitán James Cook en 1775. Circunnavegaron por primera vez la Tierra del Fuego, al navegar por el Pacífico hacia el norte para embocar y recorrer el estrecho de Magallanes de oeste a este. Una nueva alternativa de paso dado que el estrecho de Magallanes es angosto y difícil de navegar, el cabo de Hornos se convirtió en la ruta estándar hasta la apertura del Canal de Panamá. Da idea de la dificultad de estos mares que hasta 1820, nadie fuera hacia el sur hasta la Antártida.
A los diferentes puntos de aquella costa tan recortada les irían poniendo nombres, muchas veces correspondientes a enclaves de la costa de Galicia, especialmente de la ría de Pontevedra, sitio natal de los hermanos Nodal y así sobre la marcha se les ocurrirían las denominaciones… algunas más originales que otras. Su firma permanece con razón en el cabo de Hornos a través de los nombres de muchas puntas, islotes y el pico más prominente de la península de Brunswick. En el grupo de islas Diego Ramírez, donde las dos islas principales fueron nombradas por los dos hermanos, la norte, isla Bartolomé y la sur, isla Gonzalo. El canal de una milla de ancho entre ellas se conoce como canal Nodales. Descubren una bahía en el estrecho con una buena playa para abastecerse de agua, a la que le llamaron del “Buen Suceso”. Allí desembarcan y toman contacto con los nativos de la Tierra del Fuego, de tal escena imagino, debe haber sido para el recuerdo.
Como resultado de su expedición proporcionaron a la española Casa de Contratación datos de valor incalculable y mapas que se mantuvieron en secreto durante siglos. Anecdotarios e historiografía y la información necesaria para delinear las geografías en cartas que actualizaban constantemente aquel atesorado “Padrón Real”. Amplitud de conocimientos a flote de aventuras, errores y aciertos. Asuntos de ultramar en las líneas del planeta, objetos de disputas que trascienden a la cartografía y a los siglos.
En el mapa, a vuelo de pájaro vemos alzarse desafiante aquella geografía, Se intuye una cordillera y unas mesetas escalonadas, unos acantilados rocosos y una vegetación que ha asegurado su posición defensiva a lo largo de los tiempos, la propia de un clima difícil de colonizar, pero no imposible. Rodeada de unos mares profundos, azul brillante con oleajes embravecidos y un paisaje tan natural que invita a adorarla. Parece que allí, ahondan los vientos que nos traerían la historia atrapada en otros mapas curiosos y apetecibles de pintar, responsables de otras gestas, los secretos de otras expediciones que hoy se enmarcan en algún sitio de quienes me encargaron colorear.
En 1621, se publicó en Madrid la Relación del viaje. De este libro se hizo una reedición en el último tercio del s. XVIII que se puede consultar en la Biblioteca del Museo de Pontevedra. En él se van describiendo las vicisitudes del trayecto y por supuesto podemos encontrar nuestro mapa, el responsable de todo este relato que descansaba en su antigua revista naval, del otro lado del mundo y quizás el que me descubrió aquella mañana para valerse de mí, en su capricho de contar su historia y dejarse pintar. Pues no me animo a decir…que fueron sus dibujantes para escapar del olvido. Quien sabe…
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