Por Javier Noriega y José Ponce Millán.
” La tempestad de ayre e desventura o caso fortuito que hubo en este reyno de Granada en el mar y en la tierra en el mes de otubre proximo pasado de el año de mil y quinientos y sesenta y dos quando se perdieron las galeras y armada de España y es ansi que aunque en todas partes déste reyno la dicha tempestad o caso fortuyto fue gravisimo, mayor y señaladamente lo fue con el dicho marquesado del Cenete porque alliende de las casas y otros muchos arboles que derribo el ayre señaladamente derribo las dos tercias partes de todos los morales y castaños de el dicho marquesado”
Informe de Gerónimo el Maleb, alguacil y vecino de la villa de Ferreira, al conde de Tendilla, capitán general del reino de Granada
“Convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo, que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura, por quien hubo aquella pendencia años ha en nuestro lugar, que, a lo que entiendo, mi señor don Quijote se halló en ella, de donde salió herido Tomasillo el Travieso, el hijo de Balbastro el herrero”.
Capítulo XXI del Quijote.Miguel de Cervantes Saavedra
La galera de San Marcos en Boccalama representa el único ejemplar de galera medieval que ha llegado hasta nosotros buenas condiciones de conservación, procedente bajo las aguas. Aquella noticia, la del descubrimiento del pecio en la laguna de Venecia, fue portada de muchos de los telediarios del mundo. Luiggi Fozzati, se maravillaba al poder sacar a la luz por primera vez, y de forma pionera los datos resultantes de sus excavaciones arqueológicas sobre la naves que surcaban las aguas de la laguna en época tardomedieval. Se trataba de información para la ciencia de notable trascendencia científica por su originalidad. Apenas hay galeras de esta época investigadas, y como decían los arqueólogos, les daría información sobre la tecnología de los astilleros venecianos de la época . Aquello suponía una singularidad. Una excepción. Al sur de España, en la Herradura, un pueblecito granadino del litoral Andaluz nos encontramos bajo el agua con 25 galeras de guerra, y de las que navegaban de punta a punta del Mediterráneo. Esto si que supone una gran excepcionalidad. De otra época, y con otra arquitectura naval, pero, naves de singular importancia para soportar adecuadamente las tareas de la mar y de la guerra. En España aún no se tienen datos de barcos de este porte, ni de esta singladura, provenientes de excavaciones arqueológicas submarinas. Las naves procedentes del naufragio de la flota de Juan de Mendoza es en estos términos, un yacimiento único, máxime cuando se trata de un conjunto de ellas. Las naves, tanto Turcas, como Españolas que naufragaron en la batalla de Lepanto, también son otra oportunidad de investigación en este tipo de naves. No hay muchos más, que conozcamos en el mundo. Y estan lógicamente por descubrir. No conocemos a día de hoy ningún trabajo de localización, descubrimiento ni publicación científica subacuática sobre las mismas. Pero ¿Como pudieron llegar al fondo del mar 25 galeras en un instante?. Es un hecho que generalmente se desconoce en nuestro país, a pesar de la importancia que tuvo en su momento (ya os hemos dispuesto incluso las palabras que el bueno de Cervantes recogió en su Quijote, y que nos pone en escena eso; cientos de caballeros e hidalgos que sucumbieron en aquel naufragio, y como sus muertes resonaban en la vida cotidiana del barroco Español). Desde todos los puntos de vista, especialmente el científico y el histórico se convierte en otro de los retos de la arqueología en nuestro país.Además por las fuentes, queda claro que han de quedar cerca del litoral.
Eran tiempos convulsos, y los Imperios, se vigilaban mutuamente. Máxime cuando ambos se consideraban infieles. Y ahí estaba Don Juan de Mendoza, con sus barcos concentrados normalmente en la base de Cerdeña. Su día a día, eliminar la costa de corsarios y acudir a los lugares en donde se necesitaba a la flota para disponer y dejar bien claro, “Aquí esta España, aquí esta el poder del rey” tal y como tenía ordenado por despacho real. Solucionar el problema de los berberiscos, uno de los primeros acometidos que tenía en cartera Felipe II. Hacia apenas cinco años que fue coronado y el Imperio Otomano ponía en peligro la hegemonía hispánica en el Mediterráneo. Pialí había devastado en 1558 Menorca y junto con el corsario Dragut atacaba frecuentemente las costas del Levante Español.En años sucesivos vendría la invasión de Chipre, la conquista de Bugía, el sitio de Malta (1565) y el ultimátum a Venecia. Que no era poca cosa. Turquía renovó su alianza con los piratas berberiscos del Norte de África, para boicotear el comercio por el Mediterráneo Occidental y asolar las costas españolas en busca de botín y esclavos. Lo que se dice todo un problema geoestratégico a solucionar por parte de España. La cosa estaba que ardía, y luego vendría la lógica batalla de Lepanto. Pero eso será otra historia a contar aquí en espejo de navegantes. Porque incluso actualmente hay mucho que escribir de forma inédita sobre Lepanto.
El caso, es que el señor de Leiva tenía la misión específica de realizar la campaña de verano que se repetía cada año contra la piratería. “Limpiar las islas”, atender a la costa de Valencia y el Mediterraneo Oriental, donde se hablaba de un conato de sublevación de los moriscos que iba a contar con el apoyo de una escuadra de Argel. Dos años antes del desafortunado naufragio en la Herradura , se produjo la batalla naval de Gelves cerca de Túnez donde la armada otomana derrotaba a la cristiana, la cual perdió la mitad de sus galeras, la mayoría españolas. La preocupación por la inseguridad de las costas mediterráneas después de Gelves quedó ya reflejada en las cortes de Toledo:
“todo esto ha cesado, porque andan tan señores de la mar los dichos turcos y moros corsarios…”que no pasa navío de Levante a Poniente ni de Poniente a Levante que no caiga en sus manos; y son tan grandes las presas que han hecho de cristianos cautivos, haciendas y mercancías, que es sin comparación la riqueza que los dichos turcos y moros han habido”
Con este panorama, Felipe II ordena en julio de 1560 a Don Álvaro de Madrigal virrey de Cerdeña preparar Armada. Se daba orden para que en Barcelona se construyeran galeras que reemplazaran a las perdidas, trayendo madera de Flandes y remos de Nápoles para tal fin.La inteligencia del momento determinó conquistar al precio que fuese las plazas de Orán y Mazalquivir. Aquellas plazas se convertían en la base de operaciones occidentales del gigante turco. De ahí a que armasen la flota. Veintitantas galeras de guerra preparadas para fuego y combate. Y es así como antes de dirigirse a Orán, Mendoza lleva la flota a Málaga (conocido puerto de galeras por aquel entonces, célebre es la estancia de Don Juan de Austria en el castillo de Sohail, antes de partir para Lepanto). Allí se prepararon los abastecimientos como era costumbre (aún en los prolegómenos de la batalla de Trafalgar, el puerto de Málaga abastecia a los barcos de pólvora y otros utensilios). Y allí se encontraban a la espera de un viento favorable de terral que los llevara rápidamente al norte de África. Pero la mar estaba revuelta.Corría el otoño de 1562 y Mendoza decide abandonar la base de Málaga con sus 28 galeras. Su puerto estaba muy expuesto al oleaje que levanta el viento del Este, y dada la cantidad de naves (y que aún no estaba por aquellas fechas construido el dique que posteriormente levantarían los borbones a tal fin para proteger a los vientos de poniente y Levante) puso rumbo a una bahía abierta para poder desplegar cómodamente tal agrupación de naves. Para tal fin, toma la decisión de dirigirse a la bahía de La Herradura, ensenada natural con los brazos de Cerro Gordo a poniente, y la Punta de la Mona a levante; muy conocida en la época como refugio por los navegantes y los corsarios de Argel y Tánger.
A la salida de Málaga, en Bezmiliana ya comienza a tener problema don Juan de Leiva. Y de lo serios. Una de las galeras, “Caballo de Nápoles” embistió a la Soberana de España, que tuvo que ser remolcada. La mar estaba movida, y no hay más remedio que hacer que ” la chusma vuelva a remar con fuerza”, dicen las fuentes. Tras una noche entera remando intensamente intensamente, la flota entró en la Herradura. respiraban aliviados, pensaban que ya se hubieran salvado tras el esfuerzo infrahumano. Los galeotes, como dictaban las normas, pedían su salvamento. Vociferaban salvación en medio del fragor de la mar. La tormenta perfecta, en las supuestas tranquilas aguas del Mediterráneo iban a dar la sorpresa. Un viento parecido, ya ha sorprendido en multitud de ocasiones a curtidos marinos. En el Mar de Alboran se convierte en mortal ese tipo de tormenatas, y aquella haría acto de presencia de inmediato. Un viento parecido en el invierno de 1900, acabo con el buque escuela alemán Gneissenau, navío acostumbrado a las tormentas y altas olas del baltico y que aquel viento infernal lo llevaría a estallarse contra las rocas del dique de Levante del puerto malagueño. La misma ferocidad del viento, soplaba siglos atrás en la misma costa.Eran otros naufragios. Otras historias.
Serían aproximadamente las diez del día siguiente, 19 de Octubre, cuando las naves comenzaron a situarse a levante de la bahía (punta de la Mona). En una hora se dispusieron las galeras desde dicha punta hacia tierra; en primer lugar, la Soberana seguida de la Mendoza y San Juan, a continuación todas las demás.
El peligro parecía haber pasado; el cielo se había aclarado y la Punta los resguardaba del viento de levante. Pero habría pasado solamente una media hora de estar anclados, cuando de nuevo tornose el viento “al sureste con un poco de mar” , “… y la Capitana batio la tienda y començo a ir a levante y… a esta hora salto el viento a sudueste y sur sudueste y alli se afirmo y alço gran mar y soltaron las levas de dos fragatas que tenia a popa la Capitana y dieron en la playa a través…”. La historia de siempre con el viento fatal de sureste.Sobrevino el temporal con tal violencia, que no les dio tiempo a levar anclas y trasladarse al otro lado de la bahía (Cerro Gordo) ni dar la vuelta a la Punta de la Mona. Habían buscado ponerse a refugio del Levante, pero al cambiar el viento las galeras quedaron batidas abiertamente por el viento del sudoeste que las empujó hacia los riscos. Ese sería su fin. El mar creció, y la furia de las olas movía las galeras de un lado para otro sin control. Se intentó sujetarlas con doble hierro, habiendo esta maniobra provocado murmuración entre la tripulación ya que no se solía hacer en estos casos. Pero se hizo.
Mendoza mandó soltar los galeotes y dio voces a las demás galeras, que hicieran lo mismo. La galera Capitana de Nápoles levó anclas pero con tan mala fortuna que fue a dar en las rocas y arrastrada por el mar hasta la playa encalló. El timón de la galera Santangel saltó y fue arrastrada por las olas hasta la playa. La Patrona y Caballo de Nápoles dieron la vuelta sobre sí mismas, e inmediatamente todas las galeras comenzaron a chocar unas con otras, destrozándose o hundiéndose. Los supervivientes se tiraban al mar pero la resaca, maderos y toda clase de objetos flotantes acababan con sus vidas. La Bárbola chocó con un peñón, y el árbol quebró, fue arrastrada hasta la playa quedando depositada en ella sin daños considerables, todos sus tripulantes se salvaron. Mendoza fue golpeado y arrastrado al mar por el árbol de La Capitana de España, navío que mandaba, pereciendo ahogado. La Bárbara chocó con un peñón. La Brava, la Estrella Renegada y Esperanza se perdieron. Los niños también cayeron al agua corriendo la misma suerte que Don Juan, un soldado que intentó salvarlos también murió ahogado. En ella también iba Don Francisco de Mendoza hijo del Marqués de Mondéjar.La lucha por la supervivencia contra el mar enfurecido y el viento fue inútil llevándose consigo a veinticinco galeras y 5000 almas. Tres horas de tragedia bastaron para acabar con la escuadra española.
La Capitana de España fue embestida por las olas hasta atravesarse y hundirse entre las 12 y la una del día, salvándose cuatro o cinco personas de un total de más de cuatrocientas. A la una del día se acabaron de perder todas las galeras. Fue un desastre. De las veintiocho galeras, veinticinco habían quedado en el fondo del mar en La Herradura. Las tres galeras restantes, Mendoza, Soberana y San Juan, escaparon por la posición que ocupaban en la bahía, próxima a la Punta de la Mona, pudieron levar anclas y dar la vuelta, refugiándose entre dicha punta por la cara de poniente y el Peñón de las Caballas, lugar conocido por los Berengueles.
Aunque el número de víctimas no se sabe con exactitud, el número de 5000 parece probable. Estarían embarcados 2172 soldados, 1250 tripulantes (50 por galera), y 3600 remeros (144 por galera). Un total de 7022 personas sin contar el pasaje. Los remeros, más acostumbrados al ejercicio físico y al no llevar impedimenta alguna, traje de campaña, armas, corazas, etc., salían a nado; llama la atención el número elevado de estos que consiguió salvarse: 1740. Esto significa que estaban cerca de la costa.
Cuentan las crónicas que durante muchos días el mar no dejó de arrojar cadáveres a las playas, siendo recogidos y enterrados por los vecinos de La Herradura y Almuñécar. Estos hechos se guardaron en la memoria colectiva, y dieron lugar a que Miguel de Cervantes, hiciera referencia a ellos en la segunda parte del Quijote publicada 53 años más tarde.
El naufragio de la flota tuvo bastante repercusión en los dominios de Felipe II, que convocó cortes en Madrid para buscar solución a la pérdida de las galeras a cargo de Don Juan de Mendoza, construir nuevas y defender las fronteras y costas de África, ya que la coyuntura era favorable a los turcos por las bajas que el temporal ocasionó en la Herradura, estando el monarca español muy preocupado por la situación del Mediterráneo, así se desprende de la proposición leída el 25 de febrero de 1563 “que habiendo sucedido la pérdida de los Gelbes y quedando las fuerzas del mar enflaquecidas y los infieles con soberbia e insolencia se habían hecho grandes costos y había que contenerlos …mucho más necesario y forzoso después de caso sucedido en la Herradura”, así como de la amplia correspondencia del monarca con los Virreyes de Sicilia, Cerdeña y Nápoles.Recordemos que tan solo nueve años después del naufragio, tuvo lugar en palabras de Miguel de Cervantes; «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» la batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571,entre “La liga Santa”, una coalición cristiana liderada por España y el Imperio Otomano. Otra historia para “espejo de navegantes”. El cuadro de la batalla de Lepanto existente en el Museo Naval de Madrid (reciente y brillantemente restaurado) da pie a contrar otra historia. Una de las próximas en “Espejo de navegantes”.
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